viernes 17, mayo, 2024

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No se espía con Pegasus… pero para el caso, es igual

Carlos Arredondo Sibaja

Usar Pegasus o cualquier otro software con propósitos de espionaje es ilegal, atentatorio de los derechos de la ciudadanía y un signo de descomposición democrática

“…hay sistemas equivalentes a Pegasus en todas partes y en México… no necesariamente Pegasus, pero son sistemas que llevan a cabo las mismas funciones del sistema de escucha de Pegasus”.

Lo he transcrito textualmente de la página web donde se cuelgan cotidianamente las transcripciones de la misa tempranera de su santidad, don Pejelagarto. No he cambiado absolutamente nada. Agregué solamente los tres puntos posteriores a la palabra “México” porque así se lee mejor y, en esencia, porque así lo pronunció el oficiante.

Estamos hablando de espiar. Nadie se asombre, ni se ofenda, ni se esponje. Todos los gobiernos del mundo espían. Y el nivel de espionaje es directamente proporcional a dos variables: el tamaño de la economía y el nivel de incompetencia.

Para decirlo con absoluta claridad: a mayor tamaño de la economía, mayor grado de espionaje; y a mayor incompetencia del gobierno -producto de estar integrado por una manada de incompetentes-, mayor grado de espionaje. Es decir, en México -como en Venezuela, Cuba o Nicaragua- se espía mucho.

También, desde luego, en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania o Japón. Y aunque allá se hace por razones distintas, el proceso es el mismo y el resultado también: se vulneran los derechos de las personas, se diluyen las garantías con las cuales debían protegerse tales derechos y se corre el riesgo de captura de las instituciones públicas por individuos impresentables.

Precisar todo lo anterior tiene sentido para dejar clara una cosa: en México se espía y se hace como en todo el mundo, es decir, violando la ley.

Y ya ni siquiera es una sospecha sino una situación confirmada de manera extraoficial -a través del hackeo de Guacamaya- y ahora, a partir de la confesión realizada en la misa tempranera, de manera oficial.

Da igual si el software usado se llama Pegasus o lleva el nombre de cualquiera de los Caballeros del Zodiaco, pues no se trata de ponerse exquisitos como para escoger la tecnología con la cual se invade la privacidad de quienes tienen la mala suerte de atravesarse en el ánimo de quienes lo operan.

Pero tener la certeza de la práctica no le otorga carta de naturalización y por ello es necesario denunciarlo y demandar el cese de la práctica. Porque, y también debe decirse, no es solamente el Gobierno de la República -a través de las agencias de “investigación” o del ejército- sino múltiples gobiernos estatales e incluso corporaciones privadas quienes lo practican.

Desde el púlpito presidencial lo seguirán negando -como lo niegan en todas partes del mundo- e incluso, como ha ocurrido en las últimas semanas, disfrazarlo de “inteligencia”, pero la evidencia no deja lugar a dudas: el aparato del Estado espía a ciudadanos por el simple hecho de haberles etiquetado como enemigos al sostener posiciones críticas o, simple y llanamente, no estar dispuestos a jugar el papel de aplaudidores.

A los ciudadanos toca entonces mantener la posición crítica, así como seguir documentando y señalando el hecho.

Dejar de hacerlo implicaría ceder frente a las pulsiones autoritarias de un gobierno particularmente proclive a la mentira y al cinismo. Bajar los brazos ante el agravio del espionaje implicaría permitir la entronización de prácticas cuyo objetivo es avanzar en el desmantelamiento de las instituciones y, en última instancia, demoler la democracia.

No se usa Pegasus, dicen. Tal vez -aunque cuesta trabajo creerles-, pero emplean otros mecanismos igualmente perversos e ilegales, porque los gobiernos al estilo de la transformación de cuarta no tienen un compromiso con las libertades ciudadanas, sino sólo con su ambición de perpetuarse en el poder.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3carredondo@vanguardia.com.mx

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