lunes 13, mayo, 2024

‘Réquiem’, de Reynolds Robledo

Raúl Adalid Saibnz

Concédenos señor el descanso eterno y la luz. Esta sentencia de lo que significa el réquiem, una misa de difunto con cuerpo presente, parece el símbolo de la obra de teatro de nombre homónimo.

Los espectadores que asistimos a ver «Réquiem», el día de ayer en el «Foro Shakespeare», guardábamos un silencio que despertaba a la conciencia. Cada palabra cobraba vida en el juicio y sensibilidad del asistente hacia una situación ética y moral planteada por dos personajes. Una abogada y un sacerdote. Tema: la imposición tajante de pena de muerte a individuos que infringen el orden de vida. ¿Es la solución real de existencia? ¿Cómo renovar el camino del hombre? ¿Existe la esperanza? ¿O sólo hay que decir en el desconsuelo: esperar qué?

El debate de ideas, llevadas muy bien a lo escénico, por el director Enrique Singer, es muy brillante. Un montaje sobrio e inteligente. Una dirección actoral, hacia la comprensión del texto, que es muy palpable en el magnífico desempeño de los actores (Mónica Huarte y Alberto Estrella).

Su interpretación llega al alma del espectador, lo hace cuestionarse y lo conmueve. Así lo viví yo, así lo sentía en el silencio de comulgacion del público hacia este réquiem.

La gran pregunta es: ¿muere nuestra sociedad? ¿Estamos solos? ¿Existe Dios? ¿Quién es? ¿Hay esperanza? O hay que decir como en el final de la obra: ¿esperar qué?

Reynolds Robledo, dramaturgo brillante de este texto, asoma también la esperanza, el arte, la sensibilidad, el teatro, tiene mucho que enseñar y conmover para la rectificación del ser humano. Ojalá cada país, en especial México, su gobierno, que habla en verborrea demagógica de transformaciones se diera cuenta del apoyo fundamental hacia la educación y la cultura. Vehículos reales hacia el cambio de una sociedad.

Después de ver «Réquiem», me dije que sí hay Dios. Pero es ese que exige del hombre la acción, el compromiso hacia los otros. Yo como actor, lo tengo claro, Dios, mi alma, mi conciencia, exige de mí el servicio hacia una posible rectificación por medio del teatro y de mi escritura que ofrezco a ustedes.

Dios significa para mí lo mejor que hay en tu ser, para ofrecerlo, sin reserva y compromiso, en el banquete de la vida. ¿Qué es lo malo y lo bueno? Pregunta que exige más que nunca de una respuesta urgente y necesaria. ¿Tú qué haces a ese respecto?

Recomiendo mucho esta extraordinaria puesta en escena. Saldrás con preguntas serias, que te pedirán una respuesta.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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