domingo 24, noviembre, 2024

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El partido como dependencia gubernamental

Carlos Arredondo Sibaja

Uno de los elementos característicos del régimen del PRI -algo en lo cual les han secundado todas las fuerzas políticas en cuanto han tenido oportunidad- fue convertir a su partido, literalmente, en una dependencia más de la estructura gubernamental.

La razón de hacer tal era -y es- bastante simple: el propósito fundamental de las plutocracias partidistas, una vez llegados al poder, es uno y solo uno: garantizar su perpetuación en éste. Pero esto tampoco es el objetivo final, sino el instrumento indispensable para conquistar la meta real: ejercer el poder de manera despótica y administrar los recursos públicos como si fueran propios.

Así fue como se instauró en México, y se consolidó a lo largo de varias décadas, un estilo de gobernar gracias al cual el dinero público sirve, entre otras cosas, para construir fortunas privadas.

De esta forma, el partido es el instrumento para conquistar el poder público y el dinero público se convierte en la herramienta para garantizar la “fortaleza” del partido, convertirlo en una máquina de ganar elecciones y asegurar a la élite partidista-gubernamental su permanencia como auténticos integrantes de una aristocracia cuya voluntad se ubica por encima de las instituciones y el sistema normativo.

Quien hoy ocupa la máxima magistratura del país criticó largamente -de dientes para afuera, hoy está claro- el uso de los instrumentos públicos para asegurarse triunfos electorales. Su intransigencia como opositor fue, en buena medida, uno de los elementos clave para ir desmontando los mecanismos tricolores de perversión de la vida pública.

Sin embargo, apenas llegó al poder, nuestro Mesías Tropical se ha dedicado, con una pasión digna de mejores causas, a restaurar el modelo construido por el partido en el cual nació a la actividad política.

Una buena muestra de ello es la “renuncia”, anunciada en la semana, de quien se desempeñó como titular de la Agencia Nacional de Aduanas, el mexiquense Horacio Duarte, luego de dos años y medio a cargo de la tarea de “limpiar de corrupción” esa porción del sector público.

¿Cuál fue la razón por la cual renunció el encargado de las aduanas del país?, ¿cuál razón de peso le llevó a considerar innecesaria su permanencia en una posición de tal responsabilidad en la estructura gubernamental? Para decirlo en sus propias palabras, para irse a participar en “la batalla maestra”, es decir, la campaña de su partido, Morena, en el Estado de México.

Los políticos deben tener libertad, desde luego, para dejar el servicio público cuando consideren agotado su margen de maniobra, sientan diezmadas sus energías o simplemente se consideren incapaces de contribuir más al logro de los objetivos comunes.

Pero no es el caso. La “renuncia” de Duarte en realidad es la consecuencia de una instrucción presidencial. En la confusión entre gobierno y partido los objetivos de uno y otro espacio se mezclan. Y aunque el texcocano pudiera seguir siendo necesario -incluso indispensable- al frente de las aduanas… pues hay prioridades.

Y la prioridad del momento es ganar la elección en el Estado de México y, un poco antes, generar cohesión en torno a Delfina Gómez, quien está cometiendo como precandidata de Morena todas las pifias a las cuales nos acostumbró como secretaria del gabinete.

En tales circunstancias las aduanas pueden esperar. O, mejor aún, podemos hacer una carambola de múltiples bandas y, aprovechando la salida de un civil de una dependencia estratégica… ¡terminar de entregar ese espacio a los militares!

El PRI, el peor PRI de todos los tiempos, vivo como nunca.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx

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