miércoles 8, mayo, 2024

Llamémoslo suerte, diosidad, destino

(Historias de casting en los actores de cine)

Historias de Actores

Raúl Adalid Sainz

El azar juega un papel importantísimo en los actores de cine, teatro y televisión. Un día me dijo el cineasta, Armando Casas, que ellos no se fijaban tanto en la actuación en un casting sino en el tipo. Que estuvieras en el rango (edad, tipo físico) del personaje que habían concebido.

Les contaré una historia personal al respecto. Una vez en una película que filmábamos en Peralvillo, me sentía extraño, consideraba una suerte que me hayan dado el papel, pues no concebía que mi tipo correspondiera con los personajes del barrio citado.

Al final del rodaje, pregunté al director por qué me había dado el papel. Me dijo que él siempre, desde que escribió el guion, había imaginado a alguien como Al Pacino en ese rol, «y tú, no es que te parezcas a él, pero tu tipo de nariz me lo recordó», así recuerdo que me dijo.

Claro que se había fijado en mi prueba actoral, pero pesaba más el parecido nasal. Digamos que me dio el papel «casi por una nariz». ¡Que si juega el azar para un actor de cine! Historias hay muchas.

Jorge Lavat fue hallado por la directora de casting Elvira Richards por casualidad, cuando el actor fue sugerido por ella para hacer la película «El Estudiante». Elvira fue al Teatro Jorge Negrete de la ANDA a hacer una diligencia. Muy pocas veces o nunca va ella a ese sitio. Ese día fue la excepción. El actor salía de dar función de un monólogo («Bandera Rota») que representaba.

Cuenta Elvira que vio a don Jorge hablar con alguien, estaba de perfil, y al alzar una mano el actor, se le figuro ver al Quijote. El actor a elegir tenía que tener esa característica. Jorge Lavat después de treinta años de no hacer cine fue seleccionado para hacer el que fue el papel de su vida. Llamémoslo destino, suerte, diosidad.

Don Jorge así lo consideraba: Una diosidad. Mi paisano, el gran actor Ricardo Montalbán, decía en una entrevista que su éxito en Hollywood lo debía a que había tenido mucha suerte. Un día un señor con pensamiento lógico y propio del mundo civil me decía que la suerte era de los tontos, que alguien que se esforzaba y hacía bien su trabajo era propio que ascendiera.

Pienso que así debería ser, pero en el mundo del artista y el torero, rigen muchos criterios, subjetividades, sí impera esa presencia caprichosa de la diosa fortuna.

Y refiero a los toreros por lo siguiente. Un día, un psiquiatra amigo me dijo, y lo digo textual: «Cuando hago el estudio de la sociedad, pongo a los artistas y a los toreros en un sector aparte, porque ustedes son seres de un mundo raro, diferente, lo que los hace felices a nadie más lo hace feliz, además lo azaroso, juega un rol fundamental en ustedes».

Lo pienso y me digo: claro. Sí un actor hace una gran interpretación de un personaje, si no es visto por alguien que lo ayude, no sucede nada, sólo la satisfacción personal. Un torero necesita del toro adecuado para lucir sus facultades. La suerte del sorteo será fundamental en ese sentido. Obtendrán el éxito burlando en arte a la muerte.

Los actores de teatro nos deseamos la suerte diciendo: ¡mierda!, es una tradición. Los actores de Luis de Tavira nos decimos: ¡»Lope»!, en homenaje y protección que brinde el célebre dramaturgo español Lope de Vega. Los toreros se dicen entre sí, antes de la corrida y en puerta de cuadrillas: «Que Dios reparta suerte».

PD: Este relato forma parte de mi libro «Historias de Actores» (un recorrido por el mundo teatral y cinematográfico.)

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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