viernes 15, noviembre, 2024

La diabetes en nuestras vidas 

Marcos Durán Flores 

Acuñado hace más de 3 mil años por Areteo de Capadocia, en la antigua Turquía, el término diabetes deriva del griego «diabaínein», que significa «paso grande, caminar o estar de pie con las piernas en pedazos». En 1675, el médico inglés Thomas Willis le agregó a la diabetes la palabra «mellitus», del latín «miel» o «meloso».
Aunque la diabetes ha sido reconocida desde la antigüedad, el tratamiento y  su origen se entendió hasta 1910, cuando Edward Albert Sharpey-Schafer sugiere que las personas con diabetes eran deficientes en un producto químico que se produce normalmente en el páncreas. Propuso llamar a esta sustancia «insulina», palabra que proviene del latín «insula» isla, esto en referencia a los islotes de Langerhans del pancreas.

Años más tarde, en 1921 el Dr. Frederick Grant Banting y Charles Best Herbert crearon la insulina de base animal lo que valió a Banting ganar el Premio Nobel de Medicina en 1923. Banting y Best, hicieron pública la patente y como resultado de eso, la producción y aplicación se extendió rápidamente por todo el mundo. Banting es honrado con el Día Mundial de la Diabetes, que se celebra el día de su cumpleaños, el 14 de noviembre.

Muchos años después, en 1977, el biotecnólogo mexicano, Dr. Francisco Bolívar, trabajó junto a la compañía Genetech en California, Estados Unidos en un trabajo científico para producir insulina humana utilizando técnicas de ADN recombinante. El resultado fue la creación del medicamento Humulin, primer producto farmacéutico producido por ADN. Antes de la aparición de la insulina a la diabetes mellitus se le consideraba como una sentencia de muerte.
La diabetes mellitus es una enfermedad que de dulce o melosa solo tiene el nombre. Padecimientos como la ceguera, enfermedades renales, fallos cardiovasculares, derrame cerebral y amputación de extremidades son sus efectos. Probablemente, el filósofo griego Heráclito tenía razón cuando decía que «La salud humana es un reflejo de la salud de la Tierra». Y es que de acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud, la diabetes afecta a 1 de cada 10 adultos en todo el mundo y cerca de la mitad aún no han sido diagnosticadas. Son 800 millones de y lo más grave es que muchos aún desconocen sus síntomas, factores de riesgo, complicaciones y sus posibles tratamientos. En México, 14 millones la padecen y 84 mil fallecen anualmente y es la principal causa de muerte. Además, 400 mil mexicanos son diagnosticados cada año, lo cual tiene un significado epidémico, pues tiene un crecimiento de un 30 por ciento en las últimas dos décadas. La causa es muy sencilla: un incremento notable en la obesidad y el sobrepeso de los mexicanos. Con 7 de cada 10 mexicanos padeciendo sobrepeso u obesidad, se vuelve increíble el que una encuesta publicada hace unos días por el INEGI días revele que el 75 por ciento de los encuestados ven «poco probable» desarrollar diabetes. 

Cada uno de nosotros tenemos a alguien cercano que padece o padeció diabetes. Mi abuela Fidela sufrió la enfermedad por más de 30 años hasta que sus efectos terminaron con su vida. Mi suegro, el padre de mi esposa Sandra, también fue víctima de la diabetes hasta el último de sus días.  

Tres mil años pasaron desde que Areteo de Capadocia se refirió a la diabetes como «la misteriosa enfermedad y quien la sufría tenía una vida corta, desagradable y dolorosa». Ha sido largo y gracias a los descubrimientos realizados por generaciones de médicos y científicos, cuyos conocimientos dieron pie a la insulina y a desarrollos tecnológicos que miden los niveles de azúcar en la sangre, y han producido alimentos sin azúcar y otras innovaciones médicas que han hecho más fácil la vida para los diabéticos. Parecería increíble que una de las mejores fórmulas para atender uno de los tipos de diabetes fue escrita por el padre de la medicina, Hipócrates en su tratado «Hippocratium Corpus» publicado en el siglo I A.C. La receta era sencilla: «Que tu alimento sea tu única medicina». La frase fue fortalecida 20 siglos más tarde por el biólogo y filósofo japonés Masonobu Fukuoka cuando dijo: «La alimentación y la medicina no son dos cosas diferentes: juntas forman la cara y la cruz de la misma moneda». 

@marcosduranf 

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