sábado 18, mayo, 2024

IN PRINCIPIO ERAT VERBUM

¿Cómo va el estado de salud del planeta?

Simón Vargas Aguilar

“En nombre del progreso, el hombre está transformando el mundo en un lugar fétido y venenoso…”, Erich Fromm.

Del 06 al 18 de noviembre se llevó a cabo como cada año, la 27a Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y aunque el tema se aborda a través de instituciones públicas y privadas, parece que con el paso de las décadas no hemos hecho sino ampliar los retos en lugar de acercarnos a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En los últimos meses, a través de vídeos en redes sociales se han hecho virales noticias sobre el denominado activismo provocador, el cual hace referencia a jóvenes tomando acciones desafiantes como arrojar pintura, pasteles o salsa de tomate a pinturas como la Gioconda de Leonardo Da Vinci, los girasoles de Van Gogh u obras de Vermeer o Andy Warhol; lo anterior con el firme propósito de llamar la atención sobre la gravedad de la crisis climática y exigir protección al planeta.

Durante décadas, millones de personas han intentado a través de protestas, cierres de calles, pancartas gigantes o incluso huelgas de hambre sacudir la consciencia de aquellos que consideran que el cambio climático no es más que una invención, sin embargo, a pesar de ello pocas modificaciones se ha registrado.

No podemos negar que a pesar de que el tema se aborda de forma constante y que voces como Wangari Maathai, Yero Sarr, o Greta Thunberg, quien recientemente ha declarado ceder la batuta a nuevos líderes, se han elevado para mostrarnos que, si no se actúa de forma responsable e inmediata, es probable que en años el daño sea irreparable; aún queda mucho camino por recorrer.

Los datos son severos, la ONU menciona que una de cada seis muertes en el mundo está relacionada con enfermedades causadas por contaminación, cifra que triplica la suma de decesos por sida, malaria y tuberculosis y multiplica por 15 las muertes ocasionadas por las guerras, los asesinatos y otras formas de violencia.

Otro índice alarmante es la pérdida de la biodiversidad que se ha registrado, ya que de acuerdo a datos del informe planeta vivo 2022, emitido por el Fondo Mundial para la Naturaleza se ha detectado un descenso medio del 69% en las poblaciones de especies desde 1970 y por su parte Latinoamérica registra el mayor declive regional de la abundancia poblacional media (94%) y, en cuanto a especies, las de agua dulce muestran un mayor declive a nivel mundial (83%).

Las cifras son alarmantes y lo más importante es darnos cuenta de la importancia de la relación entre la crisis ambiental, el clima y la biodiversidad, ya que esta última juega un papel fundamental para mantener la salud, la productividad y la estabilidad de numerosos sistemas de los que dependemos.

Es cierto que la pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV-2 nos hizo darnos cuenta de forma radical, de lo vulnerables que somos; pero además nos permitió replantearnos nuestra relación con la naturaleza, reconocer que no podemos dominarla o continuar creyendo que está a nuestra disposición derrochando sus recursos de manera insostenible; y aunado a lo anterior creer que no enfrentaremos ninguna consecuencia.

Con respecto a la pregunta que da título a este escrito, podría afirmar que para nada es un estado de salud óptimo, y aunque el cambio climático, la extinción de especies o el proceso de degradación de la tierra no son temas nuevos, sí debería serlo la imposición de medidas severas, de transformaciones renovadoras que vayan más allá del papel y que comiencen a impulsar acciones que nos permitan rescatar el planeta, nuestro único hogar.

Simón Vargas Aguilar es analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.

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