miércoles 24, abril, 2024

El Último Vagón

(Estamos hablando de una gran película mexicana)

Raúl Adalid Sainz

Cuando los instantes, las imágenes, cuando una historia te atrapa y te hace volar en el ensueño, entonces hablamos que una película cautiva. Eso me sucedió al ver y vivir: «El Último Vagón», dirigida por Ernesto Contreras.

Una película que captura se compone de momentos, detalles que revelan vida, que cada secuencia en su composición te está murmurando secretos, mundos.

«Cada cabeza es un mundo», decían las abuelas; ésta cinta te lleva a sentir universos de amistad, de solidaridad, de amor, de percibir lo que es la felicidad cuando eres niño. Un infante es feliz donde aprende a percibir lo que es la risa, cuando siente que el despertar es un sueño, cuando saborea la belleza de aprender en una escuela. Cuando siente que su maestra es una madre que le enseñará a distinguir lo que es la vida. La maravilla y el secreto que encierran los libros. Cuando un «Kaliman», será la llave para aprender a leer.

La enseñanza, la docencia rural en un vagón ferroviario, es el entorno a descubrir. La película plática detalles de vida de la profesora «Georgina» con sus pequeños alumnos. Es la docencia practicada en la carencia, pero compensada en el inmenso amor y compromiso de enseñar.

El gran trabajo actoral de Adriana Barraza, como la maestra «Georgina», hará recordar al espectador, a esa maestra que nos enseñó caminos. Yo rememoré a mi maestra de Torreón, Estela Gil de Castro. Esas guerreras que hacían de un salón de clase un universo que se revelaba en el conocimiento. Si uno como niño despertaba a su duende, es que esa maestra o maestro, era un mago «Merlín» del hechizo docente. La relación del niño protagonista «Ikal», con su maestra, es revelatoria, solidaria, encierra un gran encuentro humano.

«El Último Vagón», es la oportunidad de que cada espectador despierte su propio mundo con el tema ofrecido. Una película que te invita a volar, a reconocerte, a sentir lo que es una cinta hecha con el alma profunda de la sencillez. Eso que llamamos una película entrañable. Que deja una lección de vida Gran composición fílmica en el detalle por parte de Ernesto Contreras, imprime una sinfonía poética. Su sencillez artística conmueve. Apuesta a revelar el alma de los personajes y de sus situaciones. Una gran adaptación a guion de Antonio Peñalosa («Los Adioses»), a la novela homónima de Ángeles Doñate. Espléndido trabajo de atmósferas, ámbitos y climas emotivos, captados por la fotografía de Juan Pablo Ramírez.

Una de esas películas que me remontó al libro «Cien Años de Soledad», de García Márquez, en la revelación de lo maravilloso. El circo que despierta sueños llegado al pueblo, las aventuras en el campo vividas por los niños, la amistad de vida construida en imaginación, en confesarse verdades, en la solidaridad, en el despertar del primer amor.

Grandes actuaciones de los niños protagonistas, destacando Kaarlo Isaacs Barria, por su encanto sincero de actor. Hay un perrito maravilloso, el gran amigo de «Ikal»; perrito callejero que se ganó el papel bajo casting. Se llama «Mante», en la vida real.

«El Último Vagón», es la magia sencilla cautivadora del cine al retratar la realidad, es la fantasía, como ese conejo que saca de la chistera la gran actriz Blanca Guerra, viviendo a su maga del circo. Nosotros, como espectadores, sólo debemos abrir los ojos del corazón para ver cuál «Principitos», lo invisible hecho visible. Date la oportunidad.

La puedes ver por la plataforma «Netflix».Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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