sábado 18, mayo, 2024

DON ROBERTO

Sandra Sierra Limones

Don Roberto tiene 76 años. Hace treinta trabajaba en Ruta 100. Salía en las mañanas con su uniforme bien planchado y siempre revisaba que el autobús estuviera limpio.

En Ruta 100 conoció a su señora, se llama Rosita.  Era boletera del módulo 34, pero los compañeros eran más largos que la cuaresma, apenas duraron dos meses de novios cuando le propuso que ya nomás contara sus boletos.

La vida era buena: con un salario alcanzaba: no como ahora, que ve a sus hijos y a sus nueras trabajando. Uno le salió bueno de la cabeza, se recibió de abogado. Los otros dos son como él, les gustan los fierros y tienen su tallercito, con días bueno y días malos, como todo.

Rosita, su esposa, recuerda los tiempos de Ruta 100 y suspira. Para el día del niño el sindicato hacía un festival con payaso, merienda y regalos. Los Domingos, se iban todos a la liga de futbol del sindicato, ella hacía una telera de lonches y pasaban por refrescos, los niños corrían entre los campos, y ella se juntaba con sus amigas de otros módulos, que también se habían casado con choferes.

A Don Roberto le gustaba su trabajo, pero un día todo se acabó: les dijeron que la empresa no era rentable, que había quebrado. Se acabó el sueldo, las prestaciones, el equipo de futbol del sindicato, las becas a los chamacos, los bonos de regreso a clases, el festival del día del niño…

La liquidación duró bien poco. El Sindicato les quitó el 30% prometiéndoles que lo estaban invirtiendo en una empresa de transporte donde todos iban a ser dueños y que las ganancias iban a ser parejas, dependiendo de la cantidad de dinero que hubieran ingresado. Los parientes empezaron a llegar todos muy sonrientes, todos amables, uno los quería de padrinos de salón de su hija que cumplía XV. Otro los invitó a invertir en su negocio de torno, una tía abuela necesitaba análisis y pues… ellos que ahorita podían… total, Dios se los iba a multiplicar.

Pero no lo multiplicó, ni llegaron las ganancias del torno, ni la de la famosa cooperativa… Don Roberto empezó a vender comida que hacía su esposa en la Secundaria de la esquina. Rosita empezó a planchar en su casa, mientras lloraba, cuando se acordaba como los 15 y los 30 arreglaba a los niños, se ponía ella tacones y esperaban a Don Roberto en la pozolería que tanto les gustaba.

Don Roberto no tiene pensión, pero él veía sus recibos de nómina, en todos le quitaban dinero para eso. Cuando los despidieron les dijeron que los iban a pensionar. Luego les dijeron que faltaban papeles, luego que les sobraban papeles, luego les faltaban firmas, luego había que ir a manifestarse al Zócalo, luego a las juntas informativas, donde pasaban un botecito para meter 50 pesos cada día de junta, luego el abogado que le dijo que él le arreglaba, nomás que le diera dos mil para copias, luego el que pidió cinco mil, luego su hijo que se recibió y fue el que le ganó el juicio.

Don Roberto ganó el juicio hace siete años, pero igual no le pagan, en el ISSSTE la última vez le dijeron que no fuera ingrato, que si no veía como estaba llegando la cuarta transformación… que si no recibía él ya una pensión que le mandaba el Señor Presidente…

Pero Don Roberto tiene a su hijo, y el sí le entiende a las cosas, le dice que la pensión no la manda el presidente sino todos los que están trabajando ahorita y pagan impuestos, y que se vaya olvidando, porque les agarraron el dinero de su afore sin pedirles permiso a todos los que tienen más de setenta años, que dicen que se los van a regresar si los piden, pero no dicen como, ni cuando… y que Morena es lo peor que le pasó al país.  Don Roberto piensa que es cierto, y que ahora cómo se quita ese dolor en el pecho que le salió por la angustia de no saber ya que hacer, ahora que esta tan viejo.

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