viernes 3, mayo, 2024

DOGMA DE FE

¿Buscaba Hidalgo la independencia de México? 

Marcos Durán Flores 

Eran las cinco de la mañana del 16 de septiembre de 1810, cuando Miguel Hidalgo Costilla, Ignacio Allende y Juan Aldama hicieron sonar la campana de la iglesia principal del pueblo de Dolores, en Guanajuato. Este hecho provocó que algunos cuantos curiosos acudieran sin entender qué era lo que sucedía y lo que presenciaron fue una arenga que, al calor del momento, hizo un llamado a la rebelión al grito de “¡Viva la religión católica! ¡Viva Fernando VII! ¡Viva la Patria y reine por siempre en este Continente Americano, nuestra sagrada patrona, la Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Muera el mal Gobierno!”.  

Lo cierto es que Hidalgo estaba convencido de que los Bonaparte, que se habían hecho del control de España por medio de José I, hermano de Napoleón, extenderían su largo brazo sobre sus colonias, empezando con la Nueva España. Pero de independencia y libertad de España y los Borbones ni una sola palabra. 

Así que esa madrugada, luego del ajetreo, Hidalgo, Allende y Aldama debieron preguntarse “¿Y ahora qué hacemos?”. Y como todo era caos y confusión, decidieron pasar a la acción. Desde Dolores fueron de pueblo en pueblo sumando a peones de hacienda, algunos criollos, pero sobre todo campesinos, que sin una idea clara de lo que hacían o querían, se sumaron al ejército insurgente de Mariano Abasolo, compuesto por 500 milicianos, ocho sirvientes del Cura Hidalgo y 70 presos liberados de la cárcel municipal, incipientes soldados que, armados con algunas cuantas espadas, lanzas y piedras, decidieron organizarse, aunque su preparación militar era inexistente y su única estrategia era la improvisación.  

Aun así, el grupo sorprendió a los pocos soldados realistas que cuidaban los pueblos de Guanajuato. Obtuvieron algunos triunfos, más espectaculares que certeros, pero provocaron el contraataque del Virreinato que fue de tal fuerza que casi acaba de tajo con el movimiento. 

Derrotados, los principales dirigentes ¿independentistas? Huyen buscando llegar a los Estados Unidos para comprar lo que los gringos son expertos en vender: armas. En su recorrido se instalaron aquí en Saltillo, en donde recibieron un comunicado del virrey Francisco Javier Venegas, quien les ofrecía el indulto a cambio de abandonar la lucha. La respuesta de Hidalgo fue de tal dignidad y entereza que se convirtió en un ejemplo que solo pueden dar los héroes: “El indulto, Señor Excelentísimo, es para los criminales, no para los defensores de la Patria”. 

El rechazo al indulto endureció la persecución, por lo que deciden huir al norte sin saber que la traición los esperaba muy cerca de Monclova, en Acatita de Baján, un pequeño poblado donde son apresados por las fuerzas realistas. El resto de la historia la sabemos todos: Hidalgo, Allende y Aldama son trasladados y luego ejecutados en Chihuahua. La lucha queda a la deriva, pero la llama de la insurgencia había prendido. 

Siguieron luego Morelos, López Rayón, Matamoros, Guerrero y Victoria, hombres de carne y hueso y no solo nombres de calles de los centros de las ciudades de México, continuaron con la guerra que se extendió 11 años, hasta que el 27 de septiembre de 1821 un debilitado Imperio Español firmó los tratados de Córdoba y el Plan de Iguala, reconociendo la separación de su colonia más importante, el verdadero acto fundacional de México. 

Mucha gente murió para que nosotros pudiéramos alcanzar ese ideal que hoy llamamos libertad, así que yo le pregunto: ¿y ahora qué hacemos con ella? Leemos acerca de la libertad, soñamos con la libertad, abogamos por la libertad, pero, ¿qué queremos decir con libertad? Significa muchas cosas. Para algunos es la oportunidad de votar libremente por quien mejor lo represente. Para otros, es expresarse sin que nadie lo reprima. Para mí, además de estas dos, es ejercer el libre albedrío y rechazar cualquier tipo de opresión, venga de donde venga. Claro que hay a quienes no les gusta la gente libre y mucho menos que piensen y decidan libremente. Su necesidad de control es tal, que llegan al extremo de intentar acabar con esas libertades por el medio que sea. Así que le advierto que el precio puede ser muy alto, pero no hay mejor recompensa que ser libres. Créame, se lo digo por experiencia personal y familiar. 

@marcosduranf 

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