viernes 14, marzo, 2025

Miradas en progreso

Mujeres con discapacidad: la lucha silenciosa

Daniella Giacomàn
Ser mujer en México es difícil; ser mujer con discapacidad es un reto que, a veces, parece convertirse en una condena. Es una lucha silenciosa que pocos se atreven a mirar y aún menos a alzar la voz por todas ellas.
Según el último censo del INEGI de 2020, de los 20 millones 838 mil 108 mexicanos que declararon tener alguna dificultad o limitación en sus actividades cotidianas, como comunicarse, vestir, bañarse, caminar o comer, 11 millones 164 mil 522 son mujeres, lo que representa el 53% de esa población.
Once millones de mujeres con alguna limitante o discapacidad. Once millones de historias de supervivencia, de esfuerzo,  de carencias, violaciones y testimonios de la inexistencia de políticas públicas que realmente mejoren su calidad de vida.
Es fácil hablar desde el privilegio cuando se ha tenido acceso a educación, atención médica oportuna y el apoyo de un sistema familiar sólido, pero esa realidad no es compartida por todas. La realidad de cada una de nosotras importa.
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras haya mujeres con alguna limitación o discapacidad cuyos derechos sigan siendo violentados por la doble invisibilización que enfrentan.
Uno de los puntos cruciales que debemos entender es que las mujeres con discapacidad no solo enfrentan discriminación por ser mujeres o por tener discapacidad (capacitismo), sino que ambas se combinan y crean una situación de exclusión y marginación aún más profunda.
Recuerdo varias conversaciones con mujeres adultas con síndrome de Moebius que, al intentar acceder a un empleo, continuar sus estudios o incluso realizar simples trámites, tuvieron que enfrentar interminables exámenes y barreras para demostrar que eran “suficientemente capaces”.
Seguramente habrá quien diga: «A eso nos enfrentamos todos», pero no creo que sea así. Las minorías de mujeres, como las que tienen alguna condición o discapacidad, las indígenas o las desplazadas, deben luchar contra obstáculos que se multiplican, y pareciera que el primer impedimento es simplemente ser mujer.
¿Cómo se le da voz a una mujer migrante?, ¿Cómo confiar en una mujer con discapacidad sensorial?, ¿por qué seguimos poniendo en duda lo que cualquiera de ellas dice, simplemente por ser mujer?
La doctora Amalia Eva Garnio Ríos, experta independiente del Comité de los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, ha señalado que esta minoría se enfrenta a barreras estructurales y sociales que es urgente atender.
Aunque ha habido esfuerzos por parte de las autoridades, aún queda mucho por hacer: investigar, judicializar y, sobre todo, concientizar.
Podría escribir más sobre todos estos casos, pero hablo desde lo que conozco y lo que veo. Hay una escasa representación de este sector en espacios de decisión como puestos de elección popular o de mando.
Las políticas públicas del Estado Mexicano son insuficientes, no solo para apoyar, sino también para castigar a quienes violan de manera sexual, física, económica y social a niñas, adolescentes y mujeres con discapacidad.
Un ejemplo claro de esta falta de atención es cómo la pandemia agudizó la violencia de género en este sector, dejando a muchas de ellas encerradas con sus agresores o sometidas a explotación económica.
Es urgente crear medidas que promuevan el acceso a empleo, educación y acceso a la información, para que las mujeres con discapacidad puedan tener una mejor calidad de vida. Y si hablamos de madres con discapacidad, que son pilares fundamentales de la familia, esa es otra historia que sigue siendo invisible para muchos.
No podemos decir que «llegamos todas», o que hemos avanzado mientras falten leyes que nos protejan, o mientras se sigan violentando los derechos universales de todo ser humano. ¿Y qué decir del servicio de salud? El sistema sigue siendo incapaz de cubrir las necesidades de esta población que enfrenta falta de recursos, falta de diagnóstico y falta de empatía.
Según la doctora Garnio Ríos, existen reportes de esterilizaciones forzadas y abortos, negando a estas mujeres el derecho a ser madres, a tener una pareja, a vivir de manera independiente, autónoma y libre de violencia.
No podemos «felicitarnos» cada 8 de marzo mientras estas cosas siguen ocurriendo en la sombra.

El apoyo de la familia
Pero más allá de todo esto, falta lo más importante: el apoyo de la familia.
En varias presentaciones del libro El milagro y la sonrisa, algunas madres me compartieron que en muchos casos prefieren «esconder» a las personas con alguna discapacidad en sus hogares, o, por desinformación, creen que sus hijas o hijos no podrán tener una vida «normal».
Recuerdo la historia de una joven que quería estudiar en una universidad, hacer amigos y vivir la vida como cualquier otra persona. Pero su madre le dijo que solo podría estudiar en línea, quitándole la oportunidad de cumplir su sueño.
O de una adolescente a la que, en varias ocasiones, otros niños le vaciaban agua en la mochila solo porque no sonreía, porque era diferente.
No podemos voltear a otro lado, no podemos abanderar otras causas mientras este sector siga invisibilizado, no solo por las autoridades, sino por todas y todos.
¿Cuántas historias de mujeres en sillas de ruedas conocemos o hemos visto? Nos admiramos de su capacidad, de su resiliencia, pero, ¿nos hemos puesto a pensar cómo hace para sobrevivir, para luchar, para realizar las actividades día a día?, ¿las autoridades estarán haciendo su parte o esperando que cada quien resuelva cómo pueda?
Como fundadora de Coleccionando Sonrisas y vocera del Síndrome de Moebius, me he planteado muchas veces la pregunta de cómo poder ayudar más, ¿qué más puedo hacer?
En muchas ocasiones se me ha achicado el corazón por no poder hacer más desde mi trinchera. Quisiera hacer muchas cosas, pero creo que lo primero es educarnos en el tema, entender la complejidad de cada situación y no perder de vista la importancia de la empatía, no de la conmiseración.

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