Raúl Adalid Sainz
Aquel actor salió de aquel teatro por la puerta de actores. Lo primero que vio fueron aquellos inmensos rascacielos iluminados por la noche. Se acomodó el abrigo, la bufanda, el frío calaba hasta los huesos, sí, era verdad, estaba haciendo «Yerma», de García Lorca, y salía de un teatro newyorkino. Tomó por Lexington Street rumbo a su casa, en eso vio unas plumas blancas en vaivén, caían bañando la inmensidad, empezaba a nevar.
Estas primeras imágenes me vienen. Son vivencias acontecidas en Nueva York. Llegaron a mí porque este pasado cinco de junio el gran Federico García Lorca, hubiera cumplido ciento veintiséis años.
Mi historia de «Yerma», en Nueva York, es curiosa. Pertenecía como actor a la compañía teatral «Repertorio Español». Tenía unos meses, (seis) de ser parte de ella. Mi primera obra ahí, fue «La Vida es Sueño», de Calderón de la Barca.
Cada montaje era convocado a audición para los actores miembros de la compañía. Aunque se debía cumplir con los perfiles que el director buscaba. Así que no todos podíamos participar. Una tarde tomándome un café en la cafetería de la esquina del teatro «Repertorio Español «, una compañera del grupo, la actriz mexicana Anilú Pardo, me dijo: están haciendo los castings para «Yerma», ¿no te hablaron?, no, le dije, pues pídeles audición, me dijo animándome.
Así lo hice. Me fui al teatro y solicité a René Buch, director del proyecto, me diera la oportunidad de audicionar. Él me había dirigido en «La Vida es Sueño», y le había gustado mi trabajo. En «Yerma», no estaba contemplado. Le pedí la oportunidad, me vio, y se sonrió asintiendo, le dijo a su asistente me diera líneas para que audicionara con el papel del «Macho Cabrío» ; un pequeña parte, pero lindo momento durante la delirante vivencia de «Yerma» en la romería.
Era un viernes. La prueba sería el lunes siguiente. Así que a memorizar y preparar la audición. Iba con la casta picada. El no haber sido considerado de inicio dolió en verdad. Consideraba que había hecho bien mi pasado trabajo. Pero me dio impulso para que preparará mi prueba con mucha concentración y fuerza. Misma que le esgrimí a ese «Macho Cabrío».
Al terminar mi audición, el director René Buch, eufórico profirió: «Muy bien mexicano, ahora quiero verte haciendo casting para «Juan». Me fui al vestíbulo y me dieron las líneas para que audicionara con el papel protagónico masculino. En el área de espera estaban todos los actores españoles de la compañía. Por esencia y ADN, uno de ellos tendría que ser seleccionado. Sólo un mexicano estaba en la cancha. Pero se notaba que a ellos no les preocupaba.
Al momento de pasar a hacer mi prueba, recuerdo que René, el director, me pidió que leyera el monólogo de «Juan», transmitiendo la sequedad, lo yermo. En ese momento, por una extraña simbiosis, sentí, al momento de recibir las indicaciones, una desecación desértica de las piedras de mi Comarca Lagunera, específicamente de un lugar llamado: «El Cañón de Fernández». Lugar que conocí de niño, al que nunca volví, pero sus imágenes quedaron en la memoria.
Así proyecté al personaje. La lectura la transmití sintiendo en la barriga la sequedad, el duro sol lagunero sobre las piedras. René Buch, no mostró emoción alguna, me dijo que en cuatro días tomarían decisiones. A los cuatro días hablé a la compañía desde el teléfono público de la escuela donde estudiaba inglés en Jersey City. Ciudad aledaña a Nueva York. La asistente, Rosy, aún recuerdo su nombre, me dijo: «Felicidades, tú eres Juan». Recuerdo que colgué, cerré el puño y lo agité. Era un triunfo conseguido a base de riñones. La consecución de un emigrante.
Mi experiencia con «Yerma», fue única, especial. Había sufrido un rompimiento con mi pareja que me quebró hasta los dentros. Bajo ese estado creé al personaje. No escribí una sola línea del mismo. Sólo, eso sí, su comprensión y lógica de sus acciones. Algo debió suceder. Fui muy felicitado por el director y compañeros, y la gente me hacía sentir su cariño. Yo estaba triste como la amargura de «Juan».
Recordaba a Federico y su paso por Nueva York, donde escribió su poesía más dolorida y surrealista. Federico estuvo roto en el gran Manhattan. Hacer «Yerma», en el ámbito frío y gris de los días invernales neoyorkinos fue un desafío de ser humano, y con mi ser de actor que en el teatro se curaba.
Por eso ayer que se celebró aniversario del nacimiento de Federico, recordé esta honda vivencia acontecida. Haber hecho «Yerma», de García Lorca en Nueva York, es un tesoro que nadie me roba. Va guardado en la más íntima maleta.
«Yerma», Teatro «Repertorio Español», en la calle 27 del Midtown Manhattan. Nunca he vuelto, y creo que muy pronto iré para levantar y vivir tanto recuerdo. Gracias René Buch, qepd, por tanto dado. Y gracias a aquella enorme compañía de entrañables compañeros actores. Gracias a mi talentosa «Yerma», la actriz Monica Steuer.
Vivencia ocurrida en el año 1997. Quizá la misma de luz a tantos actores que aman el teatro. Quizá pueda dar camino para saber cómo transformar el dolor en senda creativa.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan