La ópera prima de Juan Antonio De la Riva, corrió existencia como en un viejo proyector que erra ambulante por la vida
Raúl Adalid Sainz
Este pasado siete de noviembre del 2024, Cineteca Nacional inició el homenaje a nuestro gran realizador durangueño.
Don Francisco (José Carlos Ruiz) y Guillermo (Nacho Guadalupe) proyeccionista y asistente, volvieron a los caminos por los pueblos, exhibiendo vida con el cine. Porque la existencia siempre será mejor contemplada en una película.
Ver «Vidas Errantes» en pantalla grande, es tener una noche romántica con el cinematógrafo. Juan Antonio De la Riva, da voz a nuestro norte olvidado de los tiempos. Es lo natural, es la vida sencilla de dos seres que vagan soñando en camioneta al compás de Tony Aguilar y Julio Alemán en «Los Hermanos del Hierro», es ver a Columba y Cañedo bailando el «Palomo» y la «Paloma» en «Pueblerina», es oír en altavoz por los pueblos, que una del «Piporro» se va a exhibir en pantalla de manta improvisada.
«Vidas Errantes», es el cine en toda su pureza de origen. Y uno como espectador sueña en él. Sigue la aventura en camioneta de Francisco, Guillermo, y el amor robado de muchacha del camino, y que se une al rodaje del cine detrás del cine.
Una película que te matrimonia por los detalles, por la cotidianidad, bien sea de unas gordas en fogata en pleno campo, esas que te queman los dedos, ese proyector que se prepara en luz para que los actores cobren vida, o ese trago de sotol alumbrado por la sola luz del proyector. «Vidas Errantes», son el Quijote y Sancho por los caminos de la sierra.
Es la aventura. Una vieja camioneta es Rocinante. Un cine de madera se construye, y por infortunio de «Los Tres Huastecos», hermanos que irradian llamas en fotografía, flamas que aúllan, y que queman el sueño de cine de Francisco. Y otra vez, como la vida que levanta el espíritu, volver a empezar.
Qué noche tan bonita pasamos en Cineteca Nacional. Un conversatorio de prólogo con el público, que lleno la sala, con el realizador cinematográfico Alejandro Pelayo (La Víspera) moderando y dando gran marco al homenajeado Juan Antonio, y al gran actor protagonista de la cinta José Carlos Ruiz. Extraordinario, por cierto, en su gran retrato humano de «Francisco».
Nos contaron las peripecias de filmación en la sierra de Durango. Un frío extremo, el agua congelada, ni cómo bañarse, durmiendo donde se pudiera, poco dinero de producción para la película, estar con el Jesús en la boca de que se parara la misma. Una condición de guerreros por sacar adelante el sueño, abrigados por el calor humano, un cafecito caliente con unas gordas de frijolitos o chicharrón, un tecito de cohuite para el frío, y una sonrisa en pino por la belleza en paisaje de la sierra de Durango.
Oír lo que oímos, es el canto de los amantes en condición adversa, como mito de «Sísifo» que no importa que la roca caiga. Lo importante es el esfuerzo del diario caminar en consumación de «Vidas Errantes». Mi aplauso de espectador agradecido. La vida es un sueño y en una balada fantástica de cine siempre será mejor.
Hoy, cierro mis ojos, y sólo pido que nuestro proyector de cine, nunca se apague.
Nota: «Vidas Errantes», se filmó en 1984, estrenándose en 1985. Ganadora de cuatro Arieles, entre ellos mejor Ópera Prima, mejor actor, José Carlos Ruiz. Ganadora por el jurado en el «Festival de Cine de San Sebastián», así como en el «Festival Latinoamericano», de la Habana, Cuba.
El próximo jueves en Cineteca Nacional, continuará el homenaje a Juan Antonio de la Riva, con una bellísima película: «Pueblo de Madera».
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan