Enrique Martínez y Morales
“Verde que te quiero verde”, es uno de los versos más famosos, incluido en la oda Romance Sonámbulo, de Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español. Dicho poema es un canto a la vida y a la muerte, en el que el verde pudiera simbolizar el plano terrenal, el mundo físico, aunque también se le asocia con lo imposible, lo inalcanzable… y hasta con la muerte.
Todos queremos un mundo verde, libre de contaminación, ¿pero es esto realmente posible o es un objetivo inalcanzable?
Cada junio celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente. Pero ¿realmente hay algo que celebrar?
La realidad es cruda: el mundo está atravesando una crisis ambiental sin precedentes. Y, lamentablemente, lo más grave no es solo la magnitud del problema, sino la falta de compromiso real por parte de quienes tienen mayor poder de decisión. Las principales potencias del orbe, esas que cuentan con los recursos, la tecnología y la influencia para liderar un verdadero cambio, siguen anteponiendo sus intereses económicos a la salud del planeta.
Mientras tanto, los efectos del cambio climático ya están aquí. Sequías prolongadas, olas de calor insoportables, incendios forestales incontrolables, huracanes más intensos y frecuentes. Comunidades enteras desplazadas. Especies que desaparecen. Y lo más doloroso: niños que crecerán en un mundo cada vez más inhóspito por decisiones que otros tomaron —o no tomaron— antes que ellos.
Pero rendirse no es una opción. Aunque parezca poco, cada uno de nosotros tiene un papel qué jugar. Podemos elegir consumir de manera más responsable, reducir nuestro uso de plásticos, cuidar el agua, ahorrar energía, reusar y reciclar, y apoyar iniciativas locales, como la de Verde Verde Coahuila. No se trata de ser perfectos, sino de ser conscientes y coherentes con lo que decimos y hacemos.
Y, sobre todo, tenemos una gran misión como padres, madres, educadores, ciudadanos: formar generaciones comprometidas con el medio ambiente. Debemos enseñarles a nuestros hijos a amar la naturaleza, a respetarla, a entender que los árboles no son solo paisaje, que el agua no es infinita, que los animales también son seres vivos. Debemos guiarlos con el ejemplo, para que aprendan que cuidar el planeta es una responsabilidad diaria, no una tendencia en redes sociales.
El Día Mundial del Medio Ambiente no debe ser solo una conmemoración, sino un recordatorio urgente: el planeta no puede esperar. No tenemos otro hogar, no existe un “planeta B”. Cada acción cuenta, cada decisión importa.
Hoy, más que nunca, debemos ser responsables y corresponsables. No podemos permitir que el futuro se nos escape entre la apatía e intereses egoístas. El tiempo de actuar es ahora. Por nosotros, por nuestros hijos, y por todas las formas de vida que comparten este planeta con nosotros y que todos queremos verde.