Sergio Arévalo
¿Temes a la vejez?
Alguna vez un amigo me dijo que jamás iría a una reunión de generación de secundaria. Al cuestionarle por el motivo de tan tajante declaración me dijo “¿Para que vean lo gordo que me puse? Me da mucha pena. Yo era el popular en la secu”, pensé en decirle que ese sería un buen incentivo para tal vez hiciera más ejercicio y que a todos nos llega a pasar tener ciertas inseguridades, pero me perdí en pensar cuantas personas ante algún cambio físico o de salud deciden retirarse de ciertas reuniones, círculos o eventos en las que pudieran ver vulnerables. O quienes prefirieran siempre estar envueltos en sus recuerdos en lo que consideren en particular el mejor momento de su vida.
Por cierto, llegó a los cines la película “La sustancia” (2024) que nos muestra a su protagonista, una estrella de un programa televisivo de fitness que, al llegar a la madurez y ante la amenaza de pasar de moda decide someterse a un misterioso tratamiento el cual promete generar “una versión de ella más joven, más bella y más perfecta”. Considerada el filme más sangriento jamás presentada en los premios Cannes, es una salvaje sátira sobre las siniestras transformaciones que algunas personas se encuentran dispuestas a llevar a cabo con tal de seguir respondiendo al público o simplemente a quienes nos rodean.
Algunos señalan que es una crítica a los estereotipos que nos dan en los medios de comunicación y las redes sociales. Yo le sumaría al miedo que existe en muchos de nosotros a envejecer, por el vernos mal físicamente frente a quienes tienen cierta imagen de nuestro cuerpo fortaleza física. ¿Cuántas veces hemos escuchado de personas que se aíslan por el temor de que se les vea vulnerables? Decía la canción de “Amigos” del canta autor Joan Sebastián en la canción de “Amigos” – te miré un poco más flaco- pero ¿Y qué tal si no es el caso? Allí el temor.
En la actualidad parece ser contamos con dos realidades. La primera es el hecho de que el índice de natalidad va en incremento, diríamos coloquialmente “vivimos más”, claro, no con la fortaleza física, económica y mental que quisiéramos, pero los números no mienten.
Y por otro lado, que considero va de la mano, existen más y más medicamentos o “sustancias” que te venden asegurándote detiene o vuelve más lento los signos de la vejez. Ya sea amortiguando las arrugas en el rostro, mejorando la estabilidad física o aminorando las canas que parecieran quieren gritar a lo alto tu edad.
Puede ser que para quienes vean la película se les venga a la mente dos clásicos de la literatura (tal vez no hayan leído el libro pero quizá alguna de las adaptaciones en el cine) Doctor Jekyll y Mr. Hyde o El retrato de Dorian Gray, debido a su relación con la eterna y anhelada juventud y la dualidad que llegamos a tener, la versión amable, educada y prudente. Y una más salvaje, preocupada más por satisfacer deseos físicos o que no nos atrevemos tan fácilmente a compartir.
Considero que “La sustancia” muestra perfectamente el terror de quedar irremediablemente devaluado en el mercado del esplendor físico o según el mercado en el que te manejes, quizá fuiste el más rápido en la secundaria y ahora te pones pomada china del tigre por miedo a que te duela la rodilla cuando baja la temperatura. Esa inseguridad, transformada el en filme en monstruosa profecía cumplida, es el reflejo oscuro de una sociedad de consumo voraz hacia la cual su directora Coralie Fargeat dirige evidentemente su ojo.