viernes 20, septiembre, 2024

Una guasona carcajada a esta realidad de nuestros días

Raúl Adalid Sainz

Tiempo ha que no nublaba la razón.

Tiempo que no palidecía ante la utopía.

Tiempo que mi ser no era inmerso en lo humanamente imposible.

«No es monstruoso que este

actor

No más que en ficción pura, pueda

forzar su alma hasta su idea entera

y que por su efecto, palidezca su rostro,

y haya desvarío en su expresión.

Se le quiebre la voz y todas sus funciones se adapten con sus formas a su idea»: Shakespeare en voz de Hamlet ante el asombro de un gran actor.

Joaquín Phoenix ha realizado lo imposible. Una simbiosis donde el dolor humillado es hijo de una existencia fantasmal.

«The Joker», es la consecuencia a un mundo injusto. A un triunfalismo victorioso que desecha al diferente. Una causa no noble contra aquel al que hoy inhumanamente llaman looser.

«El Guasón», es un mural dolorido en carcajada oscura al materialismo inclemente de estos tiempos. Un cuadro en carcajada patética siniestra a la patología del ser humano de todos los aconteceres.

«Joker», es un símbolo de defensa ante la injusticia y vejación. Es la revancha del ser doblado. ¿Quieres show Murray? Lo tendrás, parece decir ese arlequín que toma símbolo siniestro a la caricatura lamentable de nuestros tiempos entregados al Dios del dinero, del poder y el reconocimiento. Quien no cumple estos requisitos será un desechable. Un guasón de la derrota.

«Joker», será la consecuencia de tanto sinsentido. ¿Qué le pasa? ¿Por qué se ríe? Pregunta la psiquiatra al atormentado y movido emocional en su claridad Arthur: «Nunca lo entendería», contesta en su texto final trágico el claro y sensible guasón. Una sentencia al mundo de la inteligencia soez y victoriosa. «That’s life», remata contundente en la canción Sinatra, misma que marca el sardónico happy end de la película.

Extraordinario guion y dirección de Todd Phillips. Esta cinta recuerda las grandes cinematografías norteamericanas de los setentas y ochentas: con guiños pequeños en especial a «Taxi Driver», «El Rey de la Comedia» y un tanto en enfrentamiento del protagonista ante el espejo, como «Jake Lamotta» en «Toro Salvaje», de Scorsese o en la soledad callada del «Chico de la Motocicleta» en «Rumble Fish», de Coppola.

Pero «The Joker», guarda su propia independencia. Situada a principios de los ochentas pero con una contundente confrontación a nuestros días. Un patético mural a la sociedad humana contemporánea. Una película que adquiere para mí el título de ya clásico cinematográfico del buen quehacer artístico.

Ese cine que retorna al respirar de sus secuencias. Sin ediciones desenfrenadas. Al cuidar todo detalle que evoque y que revele. Las atmósferas hablan, descubren realidades calladas. La dirección de actores, una cualidad. Todd Phillips, el director, es actor también. Phoenix encuentra en él una guía maravillosa.

Joaquín Phoenix está espléndido. Pero la película es grande también por sí misma. Uno no es sin la otra y viceversa.

Qué experiencia vivida. El público amante del comer en las salas dejó de hacerlo al ser asaltado por tan tremenda realidad. Eso dice mucho de la energía que proyecta la película. Es la exposición del alma humana apaleada por la insensible realidad. Es aconsejable ver esta gran cinta en pantalla grande y gozar de todas sus virtudes cinematográficas.

PD: Texto creado en octubre de 2019, la borrasca de nuestros días en su insensibilidad me trajo el recuerdo del ser que nace ante esto: un carcajeante guasón. Pero también al arte de un gran actor: Joaquín Phoenix.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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