Raúl Adalid Sainz
Era la mañana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, un salón en un día nublado, apareció el maestro, serio, saludó, y expuso que sería el guía por el sendero del teatro mexicano e Iberoamericano. Su seriedad y contundencia apuntaba tácitamente que nosotros, los alumnos, teníamos que tener una actitud de honda responsabilidad para aquellas clases.
Aquellos coloquios compartidos con Armando Partida, me permitieron leer obras maravillosas de Carballido, Leñero, de Novo, de Celestino Gorostiza, de Luisa Josefina Hernández, de mi querido Víctor Hugo Rascón Banda.
Una cosa ocurría conmigo: aquellas obras que leía me entusiasmában para un día representarlas como actor. Esa era mi inspiración de lector en aquellas clases. El tiempo me permitió conocer, representando actoralmente, tres de las obras de Víctor Hugo Rascón Banda: «La Fiera del Ajusco», «Fugitivos», y una lectura dramatizada de los relatos de vida de Víctor, de su libro «Por qué a mí». Así mismo pude conocer vívidamente al maestro Emilio Carballido cuando lo presenté en la Feria del libro en Torreón, Coahuila.
Hubo dos clases maravillosas que siempre recuerdo de Armando Partida, en Teatro Iberoamericano: la lectura de la obra «El Robo del Cochino», del dramaturgo cubano Abelardo Estorino.
Era la ruptura de lo tradicional rígido de un sistema injusto de privilegios en la Cuba pre revolucionaria y los vientos de cambio hacia una vida de equidad social y de oportunidades para todos.
Armando se explayó en el tema, su unión y profundo modo de vida que había experimentado en Rusia, en su tiempo de estudios, lo hizo que nos brindara una clarificación de lo que era el socialismo. Al poco tiempo fui a Cuba, 1984, y vi un reducto interesantísimo de vida, una solidaridad humana, y una creencia de que la revolución caminaba.
Cuba en ese momento vivía una estable economía por el contacto comercial con los países socialistas europeos. La obra de teatro estudiada con el maestro Partida cobraba vida en la vivencia personal. Otra cosa curiosa con la obra «El Robo del Cochino», fue que trabajando actoralmente en la compañía «Repertorio Español», de Nueva York, conocí al autor de la obra mencionada, Abelardo Estorino.
Tuvo la referencia, muy grata para mí, de ir a felicitarme por mi trabajo en la obra «La Vida es Sueño». Cuando me dijo que era Abelardo Estorino, recordé que había leído «El Robo del Cochino «, siendo estudiante en mi carrera de teatro en México. Eso abrió otro tipo de plática más honda con Estorino.
Las casualidades son infinitas. En la escuela donde estudiaba ingles en Nueva York, resultó que el director, Emmanuel Porfirio Miranda, había sido compañero de estudios de Armando Partida y del director cinematográfico Gonzalo Martínez, en Rusia.
«Miranda», como cariñosamente le decíamos, me preguntó, al saber que era actor, y mexicano, si no conocía a Armando Partida, «Claro», le dije, «fue mi maestro». Ese hecho me dio un plus con él, y por supuesto chateó con el maestro Partida, para decirle lo que había sucedido. El máster Partida, le habló bien de mí.
Y antes de terminar este recuerdo del excelente catedrático Armando Partida, rememoro aquella clase, cuando dejó a leer una obra ecuatoriana del dramaturgo Demetrio Moreno, su nombre «El Tigre». El miedo a lo sobrenatural, a la naturaleza viva cuando se manifiesta en una selva.
Cuatro campesinos sienten el miedo a la aparición de un tigre. Este va creciendo hasta ser acojonante. El tigre era la metáfora del miedo a la vida, a lo que no comprendemos, y a la convivencia con los seres humanos. Fue una mañana maravillosa que no olvido. Ayer al enterarme del adiós de Armando Partida, recordé todo lo anterior.
Cuando leía aquellas obras las vivía como actor. Hoy me doy cuenta que todas esas experiencias confluyeron en este momento maravilloso que vivo como escritor.
Gracias maestro Armando Partida por tantos mundos señalados. Un docente insustituible. Las sincronicidades relatadas fueron producto del gran escenario que el maestro revelaba con sus clases. Obligando al alumno a concientizar un mundo comprometido con lo que estaba estudiando. A ser alguien necesario para con la sociedad. Un maestro que intentaba contagiar eso tan ausente en la vida: pasión y mística.
Raúl Adalid Sainz en algún lugar de México Tenochtitlan