Historias de Actores
Raúl Adalid Sainz
Allá por el año 1985, empezaba mi carrera de actor y conseguí chamba en un programa de Imevision, canal 7, llamado «Forjadores de Nuestra Historia». El director de escena era Álvaro Cárcaño.
La chamba la conseguí porque cuando me presenté ante el productor, el buen Paco Fernández, me dijo: «me caes como anillo al dedo, te pareces a Francisco Javier Mina». Aquel general vasco español de la historia de nuestra independencia me dio la entrada a la televisión.
Fue muy difícil ese primer programa para mí. Se usaba apuntador, y nunca lo había practicado. El caso es que fallaba y fallaba. El actor con el que interactuaba, y que la hacía del insurgente Pedro Moreno, enturbiaba los ojos, como diciendo con que pendejo me pusieron a actuar. Cada vez que oía corte por mis errores, yo sentía el famoso «trágame tierra».
Álvaro Carcaño me decía por las bocinas del estudio: «Todo está bien Raúl, tranquilo». El compañero actor con quién compartía set estaba ya desesperado. Decir su nombre me recuerda al inicio de la novela del Quijote de la Mancha. Es un actor conocido, intolerante ante un novato, que era yo entonces.
El caso es que de tanto error, se hace una bola de nieve, te comienzas a poner cada vez más torpe y nervioso. De repente oí: «toma trece». Algo en mi surgió que me decía, «aliviánate, dalo todo, empecé a concentrarme y a explicarle a Moreno, el por qué siendo español decidía combatir a mis propios paisanos, y luchar por la causa insurgente.
Me envolví en la escena, seguí al apuntador con calma, y terminé oyendo la voz de Álvaro Cárcaño entusiasta: «Corte, se queda, muy bien Raúl». Salió Álvaro de la cabina y me dio un abrazo. Aún recuerdo su mirada aprobando mi trabajo y apoyando a un joven novato actor. El compañero histrión de set, sólo formó parte de esta anécdota, misma que significa, que en los comienzos, siempre habrá gente que olvidaron que un día fueron novatos, y que esta profesión se aprende a base de errores.
El apoyo de Álvaro Cárcaño y de aquel productor Paco Fernández, fue total. Me siguieron hablando para aquel serial histórico. Ahí interpreté a personajes como Bolívar, Allende, Matamoros, Iturbide, muchos… Álvaro Cárcaño siempre fue muy gentil y cariñoso. Un día le pregunté que dónde había estudiado, y orgulloso me dijo: «En Bellas Artes, pero ese que fue muy bueno».
Hoy, que Álvaro nos dice adiós, reparo que yo aprendí a hacer televisión con él. Su apoyo a un novato fue fundamental. Por cierto, con esos programas, me convertí en una chucha cuerera con el apuntador. El error te hace aprender y mucho.
Un abrazo en su adiós a Álvaro, y mi agradecimiento eterno.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitla.