viernes 20, septiembre, 2024

Un nuevo hombre necesita el mundo actual

Raúl Adalid Sainz

Hoy leí un artículo llamado «La crisis de masculinidad y los «Nuevos Hombres», un extraordinario escrito de Coral Herrera publicado en red 21 de internet.

El artículo es muy bueno porque habla de la masculinidad mal entendida. El desarrollo del hombre actual envuelto en una crisis. El porqué de su derrota sin querer reconocerla, muchas veces por ignorancia o necedad a mantenerse ultranza a la torpeza de un status que se desmorona. Los tiempos de autoridad, de machismo, de incapacidad emocional en su comunicación, no operan igual, no tienen vigencia en el mundo contemporáneo. La razón muy simple: la mujer se ha liberado no necesita de un proveedor.

Este cambio de vida ha traído como consecuencia que el hombre transforme su manera de pensar. La mujer debe satisfacer sus propias expectativas profesionales, su realización de ser humano. Además, una pareja viviendo juntos exige, casi en su totalidad, que los dos trabajen para lograr salir adelante.

El hombre debe ser capaz entonces de ser maduro. Dejar desarrollar a su pareja, no celarla, no ser su competidor sino su aliado. Dejarla ser.

El artículo habla de algo muy importante: La incapacidad sensible del hombre. Casi en su generalidad no sabe expresar sus emociones, transmitirlas.

La educación tradicional creó hombres rígidos, que responden a patrones viriles tontos: no llores, no beses a tu papá, a tus hermanos, eso es de «jotos», de mujeres. Por lo tanto, el hombre crece sabiendo que para ser exitoso debe ser fuerte ante los demás. Conseguir bienes materiales que lo signifiquen, tener mujeres. Ser macho con sus amigos, duro, no mostrar sentimientos porque eso es una debilidad.

El hombre por lo tanto va creciendo limitado. Torpe para ser en la inmensidad emocional. Es tenso, violento, no sabe ser suave, sensible. Necesita emborracharse para dejar escapar las emociones, tiene sed de espíritu. Ve a la mujer, muchas veces, como un objeto sexual, una servidora, o una madre protectora.

El artículo me provocó estas reflexiones. Agregaría que difícilmente el hombre en la plática con sus congéneres habla románticamente de una mujer, de sus sueños con ella, de qué le provoco un beso, una caricia, si sus relaciones sexuales son óptimas. El hombre debe responder a estándares de calidad hasta en el sexo. Como si fuera una máquina. Si no los logra es un fracaso. Vendrá una depresión, una mentira para justificar, en lugar de charlar, de compaginar experiencias con los mismos hombres de una manera libre. Lo más tonto: no acude a un especialista.

El hombre cuando llega a la andropausia es incapaz de hablar de sus síntomas con sus amigos o compañeros, eso es símbolo de vejez, de ser poco hombre. «Aguántese como los machos» se piensa.

El hombre heterosexual es incapaz, no todos por supuesto, de aceptar la homosexualidad. No comprende a un hijo, a un hermano, a un amigo que toma las riendas de su preferencia sexual. Muchos se aterran cuando saben que no responden a los cánones heterosexuales y temen salir del closet. El rechazo es terrible. La censura a sí mismos condenatoria.

A los hombres nos falta ser sensibles e inteligentes para crear una revolución espiritual del mundo. Ser valientes y capaces de ser en la totalidad, libres en nuestra propia autonomía de pensamientos y emociones. Audaces para expresar nuestros sentimientos a nuestro entorno, a nuestros padres, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestro amor, a un animalito, a la naturaleza, a nosotros mismos.

El hombre vive una crisis de masculinidad y sufre. Hasta no romper con estúpidos patrones, el varón no conseguirá su libertad, su paz, su capacidad de ser en la extensión.

El hombre, en su infinita tontería es incapaz de ayudar en las labores domésticas a su pareja. Eso nos aleja, nos castra sin que nos demos cuenta. Somos lisiados para dar amor incondicional a nuestros semejantes, a nuestra pareja, a nuestros hijos.

Somos pobres cuando debemos ser infinitamente ricos. El hombre cree que es exitoso en los bienes materiales que consigue, en las apariencias vanas, en tener mujeres, en creer que es eternamente joven, en justificar sus borracheras diciendo que vive mucho stress.

Pobres, pobres, somos infinitamente pobres.

El articulo leído es un espejo maravilloso. Una oportunidad para reflexionar, una ocasión propicia para reconocer, para lograr una transformación.

La vida exige un hombre nuevo, un ser valiente, un ser capaz de ser, dándose a los demás en su libertad emocional. Que así sea.

La fotografía que enmarca el escrito es de la autoría del artista plástico: Félix Toranzos.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de este México Tenochtitlan

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