A propósito del llamado día del actor
Raúl Adalid Sainz
Definiciones he escuchado muchas, mentes brillantes, maestros que he tenido han vertido conceptos acerca de la materia humana llamada «actor».
Raúl Zermeño hablaba que un actor era aquel que transparentaba el pensamiento, la axiología, la conducta, el sentir de un personaje por medio de signos psicofísicos.
Hablaba de verbalización, que era la acción mental de un personaje, manifestándose en un accionar de pensamiento que originaba un estar, una conducta. Aquel ejecutante que era capaz de ficcionarse, de creer con verdad una situación podría llamarse un actor, según los lineamientos de mi querido Raúl Zermeño.
Ludwik Margules hablaba del actor como aquel que era capaz de dialogar consigo mismo; en una conversación profunda y sin concesiones. Así hablaría después con su personaje. El actor es aquel que puede llegar a un profundo calado emocional del mundo de vida de la parte a vivir.
Tocarse, involucrarse hasta la médula. Sin artificios. Imágenes que provoquen emociones. Las caracterizaciones surgen del interior del personaje. El actor lo descubre con su imaginación, haciendo una estrategia para adentrarse en él. Descubriendo su porqués, su dibujo psicológico, sus anhelos, sus obstáculos. «Cara de palo y un volcán interno en erupción», así me definió un día de clases a sus actores ideales. Recordé a los actores bergmanianos: Bibi Anderson, Max von Sydow, Liv Ullman, Erland Josephson.
Sin embargo la más ejemplificativa definición en imagen vívida la conseguí en clases del maestro y director José Luis Ibáñez. Estábamos en su estudio de la Colonia San Jerónimo. Él se debatía tratando de encontrar el significado de un actor: «Un actor es», sobaba los dedos de sus manos recordándome a Octavio Paz, «un actor es», en eso entró su gato siamés todo cochino por la puerta del estudio que daba a la calle, el gato venía todo aporreado, se veía que se había corrido una parranda de días, no pudimos evitar verlo, la imagen era atrapadora, José Luis lo señaló enfático y dijo «Eso, eso es un actor», todos soltamos la carcajada.
Hoy creo a pie juntillas esa definición. Significados hay muchos. Lo más interesante es, quien es cada actor en su vida diaria. Cómo vive la vida. Qué hace para preparar diariamente su instrumento de trabajo, su cuerpo, su voz, su mundo sensorial, emotivo, cómo reflexiona la vida, cómo observa la conducta humana, cómo se conoce a sí mismo. Cómo se mantiene alerta para ser un artista en constante preparación.
Actor, ser misterioso en verdad. Ya lo dijo Shakespeare en voz de Hamlet: «No es monstruoso que un actor como éste, no más que en ficción pura, pueda forzar su alma de tal modo, hasta su idea entera, que por su efecto palidezca su rostro, haya en sus ojos lágrimas, se le quiebre la voz y haya desvarío en su expresión. Y todo esto por nada ¿por Hécuba? ¿Qué es Hécuba para él o él para Hécuba que pueda así llorar por ella?».
Que cada actor viva su propio devenir, su propio misterio. Vivir al final de cuentas, ese y no más, es nuestro oficio.
PD: Tres maestros inolvidables para mí, dieron forma fundamental para saber que era un actor y su verdadera función social. Qepd, estos tres grandes mensajeros.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan