Enrique Martínez y Morales
Sabemos que se acerca el día del padre porque nuestros correos electrónicos se comienzan a saturar de promociones y ofertas especiales. Las empresas y comercios tratan de aprovechar la fecha y captar el gasto adicional que los hijos y las cónyuges realizan para celebrar a sus progenitores y maridos.
Y más allá de la derrama económica que la fecha genera o el sentido comercial que algunos le han endilgado, no deja de ser una fecha especial y un recordatorio tácito para reconocer a nuestros padres y la importante aportación que realizan a nuestra sociedad.
Cuando nos convertimos en padres, nuestras vidas cambian radicalmente. Tenemos que cambiar la programación de nuestra televisión a temas de niños y adaptar nuestras lecturas a cuentos infantiles. Menos tiempo con los amigos y más cargando a nuestro bebé, menos espacio para nuestros pasatiempos y más a la enseñanza y la educación de la prole.
La paternidad responsable a veces es ingrata. Eso lo aprendí cuando fui padre. El rol de proveedor del hogar a veces nos obliga a alejarnos un poco de la familia, de los eventos de los hijos, de la convivencia en casa. Incluso en ocasiones el sacrificio es mayor y hay quienes tienen que radicar lejos de sus hogares por largas temporadas por exigencias laborales.
Por eso el mejor regalo que podemos dar a nuestras familias y recibir a cambio es tiempo de calidad, ese que se genera únicamente cuando nos desconectamos unos minutos de la tecnología y dejamos los problemas del trabajo detrás de la puerta de nuestra casa. Ese que se da solo cuando se escucha con atención y se habla con sinceridad. Ese que se logra cuando nos interesamos genuinamente por las actividades de nuestros hijos y las preocupaciones de nuestra pareja.
En un mundo cada vez más interconectado, con las distracciones en aumento y las redes sociales inmiscuidas en nuestras vidas, es difícil lograr ese cometido. Pero en la medida que seamos conscientes de la vorágine en la que estamos inmersos, podremos salir de ella y dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos y a nuestros padres.
Sirvan estas líneas para reconocer y homenajear a nuestros padres. Quienes ya no lo tengan consigo, honren su memoria siendo personas de bien, actuando como a él le hubiera gustado.
Yo tengo la bendición de tener al mío. Un hombre justo, cabal y honesto, cuyo ejemplo de trabajo y su gran corazón ha guiado el destino de sus hijos. Gracias papá por todo y por tanto. Felicidades a ti y a todos los papás que como tú, han sido la inspiración para sus hijos.