miércoles 30, octubre, 2024

TICK, TICK, BOOM!

 

 

Homenaje a la carrera y prematura desaparición de Jonathan Larson, se trata de un notable filme musical en un momento en que este género, tantas veces desahuciado, regresa con potencia (ya se acerca el estreno de la nueva versión de “West Side Story”, dirigido por Steven Spielberg) y demuestra todo su esplendor y vigencia con esta sensible e inteligente película que brilla en la plataforma de Netflix y que debiera con toda razón estar en la próxima carrera para los premios Óscar de la Academia

 

Víctor Bórquez Núñez

El género musical revive cada cierto tiempo, demostrando que se trata de un género que crece, se adapta a los cambios de la sensibilidad de los espectadores y florece con merecida justicia. En el último tiempo han aparecido grandes muestras del género, como “El gran Showman” o “Rocketman”, sin dejar de mencionar a esa brillante película que fue “La, La, Land”, una suerte de nostálgico homenaje a toda una generación y una forma de concebir el estilo de cine musical.

 

Este año hay tres largometrajes que aspiran a reverdecer la tradición del cine musical: “Cyrano de Peter Dinklage”, la ya mencionada nueva versión de “Amor sin barreras”, el debut de Steven Spielberg en el musical y Tick, ¡tick…Boom!”, primera película como director de Lin Manuel Miranda, disponible en Netflix.

Este filme es la adaptación del monólogo musical rock de Jonathan Larson, quien también fue el autor del icónico musical “Rent”, éxito sin parangón en Broadway y que tiene una anécdota desoladora: Jonathan Larson falleció prematuramente de un aneurisma de aorta, justo la noche antes del estreno de “Rent”, obra que arrasó en los premios Tony y cuyo libreto obtuvo el premio Pulitzer.

La habilidad de Lin Manuel Miranda es que hace un filme que, a pesar del conocimiento que pueda tener el espectador de su prematuro fallecimiento, no pierde ni interés ni tensión cuando nos revela cómo Larson sueña y se desvive por cumplir con su sueño de llegar a ser alguien en el mundo del teatro.

Larson era un aspirante a compositor de obras teatrales, trabajó de camarero en Nueva York mientras escribe “Superbia”, una pieza que une el musical, el rock y la ciencia ficción que será la clave para ingresar con el pie derecho en las grandes ligas del espectáculo, mientras sufre la presión de no contar con los recursos necesarios para subsistir, verse presionado por su novia Susan, cansada de que él prefiera su trabajo antes que su noviazgo y tratar de no renunciar a sus sueños, como sí lo hizo su mejor amigo y compañero de piso, Michael, quien ha preferido un buen trabajo rutinario en una agencia publicitaria en Madison Avenue a sus deseos de ser actor.

Todo el filme nos va relatando de manera notable estas situaciones, teniendo como centro de suspenso la llegada de la celebración del 30° cumpleaños de Jonathan Larson, en un instante en que él siente que se le va la juventud, debe tomar decisiones clave y enfrentarse de verdad a un mundo que se le muestra adverso.

Lo que más debemos aplaudir de esta película de Lin Manuel Miranda es que toma el esquema del musical, lo adapta a la perfección a los ambientes urbanos de Nueva York a finales de los ochenta, sacudida por la ola creciente del VIH, sin necesitar grandes cuadros coreográficos o repartos corales en decorados de ensueño. Al contrario, su mayor gracia es que se adapta a una sola persona -el propio Larson- brillantemente interpretado por un Andrew Garfield que se merece de todas maneras a lo menos una nominación como mejor intérprete, porque es él quien sostiene con su versatilidad expresiva un filme de factura exquisita y madura.

El actor aparece en todos los planos del filme, debe actuar, cantar, bailar y transmitir con solvencia sensaciones diversas en un rol difícil, complejo, considerando que Larson era toda una personalidad en sí mismo que el intérprete capta a la perfección en la egolatría y el desborde de emociones que caracterizó al auténtico y multifacético artista.

Junto a la notable performance de Garfield, también son dignos de aplauso los méritos actorales de figuras consagradas en la escena musical como Vanessa Hudgens o Bradley Whitford, que interpreta al legendario y recientemente fallecido Stephen Sondheim, una personalidad de gran poder en el mundo del teatro musical estadounidense.

De este modo, “Tick, tick, boom!” es una película deslumbrante, cálida, genuina en su propuesta y bellamente filmada y actuada por Andrew Garfield, que gira en torno a las reflexiones que hace Larson de su propio mundo y el proceso de creatividad que tiene, de sus afanes para tratar de alcanzar sus objetivos y las renuncias que debió asumir para ser quien fue.

Como buen musical, la trayectoria del protagonista está jalonada por hermosas canciones donde Larson reflexiona, de manera descarnada, acerca del duro camino para lograr el éxito que él siempre definió como lograr un fruto y no como el producto de la casualidad. El filme da cuenta de ese esfuerzo, donde está presente el desgaste psicológico, el sacrificio, la capacidad de ser fiel a sus sueños a pesar de todos los obstáculos.

Y cuando uno reflexiona acerca de su muerte prematura, del éxito y culto que se generó en torno a su figura y de los azares de la fama, el filme crece todavía más porque no solo tenemos un caso real, sino que un modelo perfecto para entender en qué consiste la fidelidad a una vocación irrefrenable.

Así, “Tick, ¡tick…Boom!” es un gran musical y un debut brillante, donde no solo debemos agradecer la adhesión a uno de los géneros inmortales del cine, sino que donde se puede apreciar una actuación excepcional de Andrew Garfield, que revela sus dotes de actor, comediante, bailarín e intérprete y que en la piel de Jonathan Larson deslumbra y seduce. Una película indispensable en la plataforma de Netflix.

@VictorBorquez

Periodista, escritor y Doctor en Proyectos de Comunicación

 

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