Sandra Sierra Limones
Hay dolores tan grandes, que nos tocan a todos y a todas. El de la familia de Camila es así: se siente un agujero en el pecho, una opresión en la garganta, las manos sudorosas y una tristeza infinita…
Camila nos duele a todas, a los ocho años, debes estar viva, debes sentir que el mundo es tuyo, que todos los espacios son seguros, debes cumplir tu sagrado deber de jugar, de reír, de crecer y de iluminar el mundo. A los ocho años, no debes morir, menos a manos de alguien más, a los ocho años estas hecha de sueños y vales mucho, más que los 250 mil pesos que pidieron por tu vida y tu libertad.
La inacción gubernamental, esa que nos tiene hasta la madre, esa que tantos no ven porque ven nada más en guinda, provocó lo que tampoco debe de pasar. La rabia brutal de un pueblo que tomó justicia por su propia mano, que gritó, golpeó, laceró y mató… y matar siempre es malo, no importa si lo hace una pareja de psicópatas a una niña de ocho años, o si lo hace un pueblo enardecido a una mujer que representa todo lo que queremos lejos de nuestra vida.
Hoy, México vale menos porque ya no está Camila, porque hay otra niña huérfana, porque ambas un día fueron amigas, sin saber que los adultos fraguaban los planes más macabros, esos que todavía no podían caber en sus cabezas llenas de cosas bonitas. Hoy sentimos un luto colectivo y un sentimiento de decepción absoluto. ¿Este es el México que se merecen nuestros hijos y nuestras hijas?
Increíblemente la miopía institucional no tiene límites. Hay quien quiere llevar a la opinión pública a otro lado, hacia donde conviene, hacia el odio, la división y el olvido, apostándole sobre todo a lo último mientras generan esos discursos ampulosos donde nunca son culpables, y siempre son víctimas.
En México estamos llegando a un punto sin retorno, y si necesitamos reaccionar sin ser nosotros las víctimas, en nuestro país urge un pacto de reconciliación, una mano amiga que encabece un movimiento realmente de paz, pero sobre todo de respeto al Estado de Derecho que no sea a conveniencia o al contentillo de los poderosos.
Según cifras oficiales, en México actualmente matan diariamente a siete mujeres, la gran mayoría a manos de conocidos, gente que le tienen confianza, o gente que les ofreció una vida juntos, amor para siempre y respeto permanente, que no tengamos que ser víctimas indirectas para indignarnos, que seamos capaces de sentir el dolor ajeno como propio y a partir de ahí generar un frente común para exigir a las autoridades, que queremos vivir, que nos ayuden a cumplirlo.
En México traemos las prioridades bien reborujadas, como decimos en La Laguna.