sábado 9, noviembre, 2024

Soberanía alimentaria

Enrique Martínez y Morales

La mayoría de los países, incluidos los más capitalistas como Estados Unidos, apoyan decididamente su sector agroalimentario. Y lo hacen no por atender razones ideológicas, románticas o fundamentalistas, sino más bien pragmáticas.

Si cualquier industria pasa por un bache y cae su producción, mediante el sistema de precios el mercado se ajusta y pronto encuentra su óptimo. En el caso de la producción de alimentos no necesariamente funciona así: que suba el precio de un producto por su escasez significa dejar a personas sin comer.

Se habla mucho de la soberanía alimentaria como objetivo, entendida equivocadamente como la producción de la totalidad de los alimentos que un país consume.

Tal fin es imposible. No sucede, ni ha sucedido nunca, en ningún país del mundo. Vamos, ni siquiera en las economías comunistas donde el gobierno toma las decisiones de producción. Por decreto se puede ordenar construir una fábrica de uniformes, una planta ensambladora de autos o un astillero naval, pero no la instalación de una almazara sin olivos, una engorda sin disponibilidad de granos o una plantación de mangos en el desierto.

El comercio internacional es importante para el desarrollo económico. Pero lo es más para garantizar la soberanía y la seguridad alimentaria de las naciones. Ningún país en el planeta cuenta con la biodiversidad suficiente ni los microclimas necesarios para satisfacer lo variado de su demanda alimentaria.

Es cierto que los avances tecnológicos nos permiten alterar la naturaleza, pero a mayores costos de producción. Quizá nunca seremos más eficientes que Alaska para producir cangrejo o que España para producir jamón serrano, pero ellos jamás producirán aguacates, berries, tequila o carne como nosotros. Mejor concentrémonos en nuestras fortaleces y beneficiémonos todos del intercambio.

El asunto de la soberanía se vuelve problema cuando nos volvemos incapaces de producir lo mínimo indispensable que nuestra dieta demanda o cuando el precio y disponibilidad de nuestra canasta básica depende del tipo de cambio o de la política alimentaria de otros países.

Si el cerdo norteamericano o el salmón canadiense subieron de precio, no pasa nada, hay sustitutos nacionales para esa proteína. El problema es cuando tenemos que importar millones de toneladas de maíz para satisfacer nuestro consumo.

Es importante que el nuevo gobierno de México, y tengo fe que así será, refuerce las políticas de financiamiento, aseguramiento, subsidio, sanidad, y coberturas de nuestro campo. Solo así podremos ser lo suficientemente soberanos.

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