Federico Berrueto
El proceso electoral del Estado de México y Coahuila deja saldos de trascendencia para lo que viene, especialmente para la oposición al gobierno. En todo caso la cuestión será si quienes deciden estarán a la altura del momento. Sin embargo, para ello se requiere tener una lectura fina y precisa de lo acontecido.
Si el resultado en el Estado de México se limitara a triunfo o derrota sería una espléndida señal para el presidente López Obrador en su propósito de dar continuidad a su proyecto. Él y no la maestra Delfina ni Morena fue el factor para ganar la elección. La profesora Gómez cumplió como pudo y por ello el triunfo no tuvo la contundencia que se esperaba, apenas diez puntos de diferencia.
En efecto, si se observa con mayor detalle el resultado la situación no es tan halagüeña. Debió darse una diferencia clara a partir de los muchos elementos a favor, el más importante el desprestigio del gobernador priista, Alfredo del Mazo y del PRI. El CEN del PRI y muchos otros hablan de tradición aludiendo a una neutralidad calculada, evidente en el proceso electoral a pesar de haber él definido a la candidata Alejandra del Moral. Sin embargo, debe decirse que la pésima imagen del PRI y su dirigencia también jugaron en contra.
La realidad es que con la derrota el PRI pierde su principal territorio y pasa a la condición de un partido pequeño, gobernando dos estados con muy poco peso electoral, tan así que solo representan 11 de los 300 distritos electorales federales.
Dadas las condiciones Alejandra del Moral resultó ser una muy buena candidata; un solo dato lo muestra, tuvo casi medio millón de votos más que los obtenidos por Alfredo del Mazo en la elección de hace seis años. Además, Juan Zepeda no dividió ahora la votación de Morena en el oriente del Estado de México toda vez que MC resolvió no participar. El PVEM ahora jugó con Morena y no con la coalición encabezada por el PRI. Hace seis años Alfredo del Mazo contó con el apoyo decidido del gobernador Eruviel Aviña y del presidente Peña Nieto. Alejandra del Moral tuvo que vérselas sola y con una interferencia incómoda y disfuncional en el equipo de campaña.
Alfredo del Mazo recibe un reclamo público opositor por su supuesto colaboracionismo, mismo que propala Alejandro Moreno a manera de salvar cara. Como se dijo, también el PRI y su dirigencia tiene su responsabilidad en el resultado.
El desenlace en Coahuila con un resultado apabullante a favor es producto de la claridad política del gobernador Riquelme. Tres fueron sus fortalezas, la reconciliación de la clase política después de la polarización y exclusión que significó el gobierno de Rubén Moreira; segundo, centrar su gobierno para resolver con éxito el problema de la inseguridad y, tercero, perfilar un candidato con debida oportunidad y sin vacilación a partir de su calidad y destreza política, Manolo Jiménez quien cumplió con creces la expectativa en su desempeño como candidato.
El tema de la seguridad se volvió central en la preocupación ciudadana para votar por Morena o Ricardo Mejía. El temor fundado de perder lo alcanzado representó el vínculo entre el candidato, el gobernador y el votante. El apoyo abrumador se explica por esta singular consideración, una diferencia monumental sobre lo acontecido en el Estado de México y en muchos otros estados gobernados por el PRI. Gobernar bien y blindarse de la mala reputación del centro -Moreira y Moreno- fueron clave del éxito, además del aval y contribución del PAN y del PRD.