sábado 23, noviembre, 2024

Saboreando el dolor

 

Raúl Adalid Sainz

Llevaba el alma rota. Manuel caminaba por las calles del centro de la Ciudad de México. Había terminado hacía un mes su relación de años con Adela. Al pasar por la Alameda Central vio un gran contingente. La curiosidad llamó su atención pues oyó cantar canciones de «El Príncipe de la Canción», José José.

 

Al llegar al kiosko, una muchacha le dijo que si no quería apuntarse en la lista del karaoke y cantar para homenajear al ídolo. La sonrisa de la guapa muchacha le hizo decir que sí. 

Se apuntó y esperó. Los espontáneos cantantes y las canciones le llegaban. De repente oyó: «vamos a dar un aplauso a Manuel Reyes que nos va a cantar «Si me dejas ahora». Cantó como nunca. 

La imagen de Adela fue un motor para cantar. Mientras lo hacía veía las cúpulas de Bellas Artes, el Hemiciclo a Juárez, y la gente que cantaba al unísono el estribillo: «Eres tú, sólo tú». Terminó la canción cerrando los ojos; y oyó bravos, eufóricos aplausos. «Otra, otra, otra», gritaba la gente emocionada». 

Manuel agradeció tímidamente y bajó del kiosko. «Qué bonito cantó joven, hasta me hizo llorar», le dijo una viejita conmovida. «Bravo», le gritaban. Manuel sonreía con pena. 

Mientras otro cantante interpretaba aprovechó para irse discretamente. Al alejarse sólo oía las notas y la voz del espontáneo imitador de José José que cantaba: «Ya lo pasado, pasado». Reparó que ya anochecía. 

De repente se oyó un gran relámpago; minutos después comenzaba a llover en la gran ciudad. Viendo las calles mojadas por las ventanas de un Metrobús, Manuel se sintió más triste que la mismísima canción que un día encumbró al Príncipe de la canción José José. Esa noche sabía que iba a saborear a su dolor.

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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