Raúl Adalid Sainz
Es un montaje del director y dramaturgo Ignacio Escárcega. Ayer noche vi el estreno de esta nostálgica y actual puesta en escena. ¿Qué significaba estudiar teatro en los años ochentas? Revelarlo es tarea menuda. Época de reafirmación del cambio propuesto a finales de los sesentas y setentas. El ideal de vida en el joven.
Su postura social. Su valentía a ser en su búsqueda sexual. Su inquietud para transformar la existencia en teatro. El deseo de amar insaciablemente la vida; y ésta, advertida, para quienes se atrevían a desafiarla en la aparición pandémica desconocida del Sida.
Muchos no sabíamos ni qué era. Sólo veíamos su contundente presencia llevándose a seres queridos.
Todas estas cuestiones son llevadas a una brillante narrativa escénica por Ignacio Escárcega y su grupo «Colectivo Escénico».
En lo personal, me tocó, como decía el viejo maestro y director teatral Ludwik Margules, el montaje. Es mi contexto adolescente juvenil y de edad adulta, estudiando teatro en la UNAM. Recordé un romance hecho canción teatral. Un disco que da vueltas sin poder dar aún letra cierta a la rola.
Ensoñación que por bendición perdura; e Ignacio al perpetuar su pasión echa la vista atrás en su presente, para que en ese contexto, entrañablemente, reflexionemos lo descrito. La muerte de queridos compañeros.
Qué significó ver a ésta siendo tan jóvenes en cara de nuestros compas y maestros. La difunta estruendosa mirándonos de frente en el sismo defeño del 1985. Preguntas que me cimbraron, pues siento que en aquel momento me dejaron en la simple reacción epidérmica. Hoy, busco llorarlas en el profundo calado de lo ausente.
Gracias Ignacio, por plantear preguntas escénicas urgentes y necesarias. Por saber plantear brillantemente las cuestiones en la duela de las pasiones. Haciéndolo además con humor y en la distancia reflexiva. Yo descubrí a algunos de esos personajes que son reales y que ahora vuelven a vivir en una danza ochentera joven de los dos miles veinticuatro.
Fue una linda épica vivida, y que hoy nos pregunta el urgente cuestionamiento hamletiano del ser o no ser. Contestarse es negar la felicidad del no tener respuesta aún a la cuestión. Yo quiero seguir atreviéndome en el asombro del existir.
Gracias Ignacio, y a «Colectivo Escénico», me hicieron vivir eso que llamamos lo entrañable.
Se presentan los martes y miércoles, a las 20 horas, en la «Titería», Vicente Guerrero 7, Colonia del Carmen Coyoacán.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan