De mi libro «Historias de Actores», un homenaje a dos grandes del teatro lagunero y nacional
Raúl Adalid Sainz
Al ver una foto de épocas pasadas, uno vuelve a vivir el presente de otros tiempos, todo resurge con una nitidez viva que asombra. Las hojas amarillas vuelven a ser verdes. Así me pasó al ver esta foto publicada por Jesús Quezada, amante practicante del teatro al lado de Rogelio y Virginia. Pero ¿quiénes fueron estos seres que cual constelaciones lumínicas irradiaron la escena lagunera?
Rogelio fue un inquieto hombre de teatro, de la vida, sus sueños lo trajeron al igual que a Virginia a la Ciudad de México. Aquí, Rogelio actuó, dirigió, dio clases, se unió a su amante musa Nora Manneck, cristalizaron a su hijo Ramsés. Fundamental, en la influencia sensible y amor para el teatro, para tantos actores laguneros y de cualquier páramo, donde Rogelio dejó su estela honda de presencia humana.
Virginia creó una fuerza motriz bárbara de actriz que transformaba en energía creativa, llegando diáfanamente al alma del espectador. Dos espíritus libres que poseían el duende creador. Hace un par de años, el director teatral Luis de Tavira y su compañero teatral, «El Chamaco», me hablaban de lo mucho que extrañaban a Virginia. Actriz destacadísima en las puestas de Tavira. Ser humano generoso. Pródiga con el compañero teatral para felicitarlo.
Su actuación en la farsa-cómica, «Séptimo Mandamiento: No robaras…tanto», es memorable. Virginia era estudiante del «CUT», y dirigía esa buena puesta Germán Castillo, en aquel, por desgracia extinto, el romántico teatro «Arcos Caracol», en la Avenida Chapultepec 409. En cine, Virginia llevó su verdad y presencia a la película, «Leyenda de una Máscara», de José Buil, asimismo participó en «En el Paraíso no Existe el Dolor», de Víctor Saca. En televisión, Virginia participó en la célebre telenovela, que hizo ámpula en su momento: «Cuna de Lobos», dirigida por Carlos Tellez.
Pero definitivamente era en el teatro donde Virginia magnetizaba como un sol de Hechizo. Rogelio y Virginia son como esos ángeles que después que han marchado dejan la estela de su gracia. Aún me parece oír las estruendosas carcajadas de Rogelio, sus gracias en el Teatro Santa Catarina, al terminar de actuar al personaje «Lalo», en su célebre dirección de «La Noche de los Asesinos». Nunca olvidaré el hechizo mágico de su detective viejito, diciendo a Sonia Salum: ¡Ah señora Maninham!”, en aquella tenue sala iluminada al compás de «Luz de Gas», en el querido Teatro Mayrán (hoy Garibay) de Torreón. La nostalgia viva de sus alumnos al recordarlo.
Dos romeros que supieron cantar todos los cuentos y quizá porque supieron todos los cuentos cerraron el libro de sus sueños. Toca a nosotros la responsabilidad de abrirlos nuevamente. Dos quijotes vivos laguneros. Dos fantasías que abrieron caminos, su sueño hizo utopía alcanzable de realidad.
La Laguna tiene historia, importante es rescatarla. Rogelio y Virginia, tienen mucho que decir, sólo que hay que tener valor para despertar nuevamente inquietudes como las que tocaron este par con su teatro de vida. La pregunta es una responsabilidad humana para los laguneros: ¿Qué van a hacer con tanta vida tan llena de vida como la dejada por Vicky y Rogelio?
La pregunta emula lo dicho por Ramsés, el hijo de Rogelio, al ver y sentir tanto cariño emanado a su padre en La Laguna, allá por ese 2004 en que Rogelio oyó tercera llamada para cruzar el umbral de otra ficción. Foto dedicada, por el actor lagunero Jesús Quezada a sus maestros, Vicky y Rogelio. Gracias Jesús.
La foto dice: Mis queridos maestros….¡¡¡¡¡
Nota: El escrito fue hecho en el año 2014. Hoy día 2 de marzo de 2018 agrego estas líneas. Ayer primero de marzo, antes de función de la obra, «El Corazón de la Materia», que dirige Luis de Tavira, le pregunté al maestro Luis sus recuerdos hacia Virginia Valdivieso. Aspiró su cigarro electrónico y echó la mirada y la memoria a años de su encuentro. La conocí en el «Centro Universitario de Teatro». Me encantó una puesta de examen («Séptimo Mandamiento…No robarás Tanto») que dirigía Germán Castillo. La invité a mi montaje de «Novedad de la Patria». Obra que Virginia compartió con actores como: Rosa María Bianchi, Julieta Egurrola, José de Santiago, su compañero de generación, Álvaro Guerrero, entre otros. Una obra que viajó mucho, recuerda Luis de Tavira; fueron a Montreal, Canadá, (montaje ganador a mejor mise en scene).
A Jerez, Zacatecas, (cuna del poeta López Velarde, protagonista del hecho escénico). El maestro Luis me hizo mención de la gran capacidad actoral de Vicky. Recordó su amplio registro emotivo. Una actriz que te daba alegría, tristeza, nostalgia, dolor, enojo, esperanza, un gran sentido del humor. Me acentuó el gran tono lúdico a la vida por parte de la actriz. Su generosidad. Su belleza interna, misma que se transformaba en luz en el escenario. Una actriz de fina y exquisita sensibilidad, poco más o menos, así me describió Luis de Tavira a quien fue su actriz en varias puestas en escena.
A Vicky la recuerdo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde trabajaba. Se ayudaba económicamente con un trabajo de oficina durante las mañanas. Más tarde la vi en su regreso a Torreón. Un problema de salud la hizo retornar a La Laguna. Daba clases de actuación en el Teatro Isauro Martínez. Muy generosa.
Recuerdo su cálida felicitación al verme en la obra teatral: «Pareja Abierta», de Darío Fo, misma que dirigió Jorge Méndez. Y cómo olvidar sus lindas palabras a mi persona cuando presenté en, «La Feria del Libro de Torreón», al dramaturgo Emilio Carballido.
En el verano de 1998, Vicky nos dijo hasta luego. Sus grandes amigos estuvieron con ella. Virginia iluminó el teatro lagunero y es una ausencia para el teatro del antes llamado Distrito Federal, donde aún la recordamos. Vicky siempre extrañó esta la Ciudad de México. Mencionaba esas jacarandas mañaneras que amanecen en las calles de esta capital de aquella su nostalgia.
Nota: Gracias Chuy Quezada, por tu foto que aparece en mi libro. Ahora estás con Vicky y Rogelio, en el escenario del teatro eterno.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan