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Edgar, de 26 años, trabajaba en una automotriz. Cuando enfermó, en febrero de este año, acudió al IMSS, pues la diarrea y pérdida de peso lo debilitó rápidamente. Pero pasaron semanas antes de que los médicos sospecharan que era VIH, y la confirmación tardó aún más porque “no había infectólogo” en esa unidad del estado de Chihuahua.
Pese a confirmar el diagnóstico, pasó más tiempo para que iniciara tratamiento con antirretrovirales debido al desabasto, y su estado de salud se deterioró rápidamente, lo que resultó en dos internamientos en el hospital.
Su caso era uno de los que acompañó la organización VIHve Libre, por lo que su fotografía en pancartas era parte de la manifestación de activistas frente al edificio del IMSS en Paseo de la Reforma durante la marcha del Orgullo LGBTI+, el 24 de junio pasado para reclamar atención médica y tratamiento de antirretrovirales.
Dos días después de esa protesta, Edgar falleció.
“Es muy triste que estamos en 2022 y que mientras en otros países se habla de medicamentos de largo plazo, intravenosos y aquí seguimos atorados por muertes por sarcoma, enfermedades definitorias de Sida, desabasto, mala atención y homofobia. No hay razón para que las personas con diagnóstico de VIH estén muriendo”, reclama Alaín Pinzón, director de VIHve Libre.
El caso del joven es una muestra de lo que está ocurriendo en el combate al VIH en el país: en este año ha habido un aumento en el número de personas que llegan a primera atención con un avance significativo en la infección de VIH, es decir, con enfermedad grave.
En el segundo semestre de 2019, 11% de pacientes llegaban muy enfermos a hospitales de especialidad, pero para el segundo semestre de 2022, la cifra ascendió a 33%, de acuerdo con cifras oficiales del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el Sida (Censida).
Se trata de aquellos pacientes que son tratados en la Clínica de la UNAM, el Hospital General de México, el Hospital Infantil de México, el Instituto de Enfermedades Respiratorias, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, el Instituto Nacional de Pediatría y el Instituto de Perinatología. Aunque también a nivel estatal se registran aumentos.
Esto podría explicarse por varios factores: el efecto de la pandemia de COVID, pues la ‘”reconversión” de los hospitales implicó que estuvieran avocados a la atención de los contagiados del nuevo virus, dejando de lado los servicios para el resto de enfermedades.
Brenda Crabtree, infectóloga y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, explica que en pandemia “muchos de los hospitales que atendieron Covid eran los que atendían a personas con enfermedad avanzada de VIH; y también hubo menos acercamiento de personas a hacerse pruebas y evitar la progresión de la enfermedad”.
A esto se suma la falta de pruebas de detección en los servicios gratuitos, pues en 2022 aún no se recupera el nivel de testeo que se realizaba antes de pandemia, es decir, en 2019, de acuerdo con la estadística oficial del Censida. Al inicio de la administración, en 2019, se aplicaron 1 millón 231 mil pruebas de VIH y sífilis, en 2022 se realizaron un millón 26 mil.
Avanza la gravedad
Cada trimestre, el Censida emite un informe sobre las pruebas y la atención a pacientes con VIH y una de las estadísticas a las que da seguimiento se refiere al “estatus inmunológico de personas que viven con VIH al inicio de la atención médica”, de acuerdo con registros del Sistema de Administración, Logística y Vigilancia de Anti Retro Virales (SALVAR).
Esta estadística considera los análisis que se realizan a las personas con confirmación de VIH contabilizando el número de CD4, que son las células linfocitos de los glóbulos blancos que combaten las infecciones virales en el cuerpo, pero con VIH estas células son infectadas y mueren, de ahí que entre menos células de ese tipo tiene una persona, es más propensa a padecer inmunodeficiencias.
Por eso es que a cada paciente es revisado en sus niveles de CD4, lo que significa un “marcador” para saber qué tan avanzada está la enfermedad. Una persona joven, por ejemplo, tiene entre 500 y 2000 células CD4, mientras que aquellas con debajo de 200 son susceptibles a tener infecciones oportunistas y puede pueden desarrollar SIDA, explica Brenda Crabtree.
De ahí que el sistema de salud realiza el registro de los niveles de más de 200 CD4 o menos de 200 CD4 por cada paciente que comienza atención médica tras el diagnóstico de VIH.
En el segundo semestre de 2019, solo dos entidades, Colima y San Luis Potosí, registraban más de 50% de pacientes con menos de 200 CD4, es decir, con la infección más grave que podría impactar en el desarrollo de SIDA o más padecimientos.
Mientras que en el segundo semestre de 2022, 29 entidades registran más de 50% de pacientes graves.
La Ciudad de México tenía 28% de pacientes graves en 2019 atendidos en su red de servicios de salud, pero para este año el porcentaje aumentó a 73%. Se trata de la entidad con mayor tasa de infección y mortalidad de Covid y donde la reconversión hospitalaria fue una de las principales estrategias contra la pandemia.
Colima, que en 2019 era la entidad con el mayor porcentaje de pacientes graves (61% en todo el país), sigue manteniendo el primer lugar, pero el número ascendió a 93%. Mientras que Durango, que hace tres años registraba solo 17% de pacientes graves, en este año aumentó a 78%. En Chihuahua, la entidad de donde Edgar era originario, 4 de cada 10 llegaba al diagnóstico con bajos linfocitos en 2019, pero actualmente son 6 de cada 10.
Estos números confirman lo que los médicos habían detectado desde hacía meses: los pacientes están llegando más graves a los hospitales.
Brenda Crabtree, quien también es representante del Consejo de Gobierno para Latinoamérica y el Caribe de la International AIDS Society, asegura que “el diagnóstico de VIH en etapas avanzadas es algo que no debiera de existir, deberíamos tener más acceso a las pruebas, con oferta universal y no solo en hospitales, sino también en contexto comunitario, y ponerse en tratamiento retroviral, para evitar la enfermedad avanzada”.
Esto, agrega la especialista, significa que quienes tienen niveles bajos de células CD4 “tiene enfermedad avanzada y es más probable que requiera hospitalización y es más probable que pueda morir por VIH”. Lo cual tiene un impacto el los pacientes, pero también en el sistema de salud, pues implican recursos en tratamientos más especializados y hospitalización.
(Con información de Animal Político)