De mi libro «Historias de Actores», esta página a un amigo
Raúl Adalid Sainz
Tengo el gusto enorme de conocer a mi paisano lagunero Raúl, de años atrás. Lo conozco como compañero actor y como amigo. El día de ayer, 6 de marzo de 2018, comimos, y se dio la oportunidad de charlar, con preguntas dirigidas por mí, sobre aspectos de su vida.
En estas historias que he construido, siempre me ha llamado la atención cómo fue el inicio, el llamado al gusto por la actuación.
En el caso de mi tocayo, como cariñosamente nos decimos, recuerda que siendo muy niño sintió poderosamente el gusto por los toros. Una corrida hizo que su emoción se desbordara. Su padre del mismo nombre, es un aficionado a la fiesta brava.
Más adelante manifestó su gusto y deseo por ser torero. Su madre Lety Martínez, lo disuadió. Mi tocayo recuerda que estaba muy cercano el suceso de la muerte del torero lagunero Valente Arellano, que a pesar de no haber fallecido en el ruedo, la adrenalina desbordada lo hizo perder la vida en una motocicleta. Valente había sufrido múltiples cornadas, eso espantaba, y con razón, a su madre.
La vida diferente le tenía otra cita a Raúl. Recuerda que en una ocasión fue al Teatro «Isauro Martínez», de Torreón, a ver una obra: «Una Pareja con Ángel», que estelarizaba Eduardo Palomo. Mi tocayo es bisnieto de Don Isauro Martínez, así que le permitieron entrar a entre cajas del escenario. Vio a Palomo sentado en una butaca al lado de una actriz, jugaba un poco con ella, esperando entrar a escena, y cuando lo hizo, vio cómo el actor se transformó en el personaje y se apoderaba del escenario. Eso cautivó a Raúl. Recuerda que el único autógrafo que ha pedido se lo solicitó a Eduardo Palomo. Aún lo conserva.
Así que empezó a estudiar actuación en el «Teatro Isauro Martínez», de la mano de la gran actriz Virginia Valdivieso. En una obra que hizo su grupo, lo vieron los actores laguneros, Héctor Kotsifakis y José Juan Meraz, y lo invitaron a que se fuera al grupo del director Jorge Méndez Garza. La inquietud lo llevó para allá. Era la vanguardia del teatro lagunero, recuerda.
Pero el qué iba a estudiar profesionalmente, era una plática obligada con sus padres. Al decirles que quería ser actor, Raúl recuerda que su mamá Lety se preocupó: Qué va a ser de este muchacho, pensó la señora. Su padre Raúl lo tomó con más serenidad. Su hermano José Méndez, era un gran pintor y escenógrafo teatral y cinematográfico. Sabía de alguna manera lo que era el medio artístico.
Finalmente, Raúl se fue a estudiar al «Centro de Estudios Artísticos de Monterrey», sucursal del «CEA de Televisa», que dirigía Miguel Ángel Ferriz. Ahí daba clases el gran director lagunero Rogelio Luévano. A los pocos años la escuela se tuvo que cerrar. Al recibir Rogelio la invitación de Luis De Tavira para ser docente de «La Casa del Teatro», en la Ciudad de México, Rogelio pensó en invitar a Raúl a integrarse a la reciente escuela de actuación. Que dicho sea de paso tenía grandes maestros.
El tocayo Méndez vino a parar a la Ciudad de México, y a ser parte de la primera generación de ese prestigioso centro de estudios. Grandes enseñanzas, recuerda. Ahí recibió clases de Luis de Tavira, José Caballero, Guillermo Gil y el propio Rogelio Luévano. Ese periodo lo considera fundamental en su formación. Aquel teatro trashumante que hicieron en un tea-trailer en Xico, Veracruz, es para él uno de los momentos más cándidos de su vida. Educaron sensiblemente a espectadores que nunca habían oído en su vida la palabra teatro.
Ya siendo actor profesional Raúl, tuve el gusto de compartir con mi tocayo, tres trabajos. Las exitosas obras teatrales: «Los Endebles» y «Regreso al Desierto», ambas dirigidas por Boris Schoemann, el otro proyecto fue la película: «En el Tiempo de las Mariposas», dirigida por el español Mariano Barroso. En esos tres trabajos pude constatar su talento. Tres aspectos llamaron mi atención: Una facilidad para entrar a la ficción, imaginación e intuición desbordada, y una decisión de arrojo. Así como la de un torero valiente. Ese que quiso ser.
Hecho curioso. Corría el año 2004, actuábamos en el «Teatro La Capilla», en la obra «Regreso al Desierto», al lado de Julieta Egurrola y Luis Rábago, ese día teníamos una baja entrada de público. Mi tocayo me dijo: «No quiero esto para mí, hacer teatro así con tan poco público, no es lo que quiero». Lo tomé como una rabieta de Raúl. No fue así. Mi tocayo empezó a hacer cine. Aquel buen cine mexicano de la primera década de estos dos miles. Su inquietud y talento lo ha llevado a protagonizar seriales televisivos. Así llegó su popularidad con «El Señor de los Cielos», su personaje, «Chacorta», es ya un recuerdo en los amantes de esa historia.
Raúl rechaza la zona de confort y ahora busca su desarrollo en Los Ángeles. Donde ya ha hecho varios trabajos: La afamada serie, «Narcos», donde interpretó al presidente colombiano Gaviria, su reciente trabajo, la película: «Cocaine Godmother», al lado de Catherine Zeta Jones, dirigida por el talentoso Memo Navarro.
Pero más que señalar sus notables trabajos, a mí me interesaba hablar más del ser humano que conozco, del actor que pretende ser. Le pregunté cómo se consigue el éxito masivo, si se consideraba un triunfador. Raúl es muy preciso. El éxito, la suerte, se consigue aprovechando tu momento, la oportunidad. Haciendo sentir que eres necesario. Su trabajo arduo y de precisión se hace presente. Raúl siempre me decía que ponía una butaca al lado de la de él en el set donde trabaja, ahí está su madre, quien ya falleció, alentándolo a dar más.
El éxito, el reconocimiento, lo desea para un día poder hacer teatro y llenar los recintos. Esa es la razón por la que dejó el teatro. No por minimizarlo. Sino porque quiso volar alto en los sitios que le dieran proyección para un día volver a su querido teatro de otra manera. Raúl rechaza que la celeridad de la televisión te haga mal actor. Acepta que es un sitio más de resultados que de profundidad en la búsqueda de la emoción real del personaje. Pero al imponerse un rigor de trabajo busca mantener conscientemente su calidad de actor.
En estos pasados días terminó de grabar para «Argos» el serial «Enemigo Íntimo». Volverá a Los Ángeles y buscará a su maestro de actuación de teatro para que le «meta una chinga», y lo renueve. Así me lo dijo. Mi tocayo no olvida su esencia norteña. Es un hombre sin filtros, muchas veces. Dice las cosas como le vienen. Muy pasional. Ayer se lo dije: «Eres un animal muy emocional tocayo». Dicho esto en el mejor de los sentidos que ilustran la vida de alguien que vive intensamente.
Si algo le da miedo a mi tocayo es no cumplir sus objetivos en Los Ángeles. Su sueño, y se ríe un poco al decírmelo, «Es ganarme un Oscar Tocayo». No lo dudo que lo consiga. Raúl posee cualidades particulares. Amén de su tesón, hay en él un carisma particular.
Quiere y admira profundamente a su tío, ya fallecido, José Méndez. Talentoso artista lagunero. Siente que su tío se metió en él. Quiere en el alma a su padre, a su gran hermano Rodrigo, y a sus sobrinitos.
No sé hasta dónde llegará Raúl, es un tigre indómito. En lo particular lo quiero mucho. Hombre generoso. Siempre presto a escuchar, a ayudar, a darse por sus amigos. Como actor me parece un joyero lleno de sorpresas. Inesperado. Un torero inspirado de los sets y los escenarios. Un ser con el que siempre se vive algo hermoso. Ojalá la vida me permita volver a compartir con él un set o un escenario teatral. Con su padre Raúl, el tocayo mayor, me une una gran amistad. Una familia muy querida. Laguneros a carta cabal.
Que Dios te cuide siempre querido tocayo Raúl Méndez Martínez.
Olvidaba decir. Le pregunté: Una película que hayas hecho y una obra teatral que recuerdes con gran cariño y orgullo: En cine, «Matando Cabos», y en teatro, «El Camino de los Pasos Peligrosos».
PD: Escrito dedicado a mi gran amigo Raúl Méndez Orozco, padre de Raúl, y que en vida lo leyó, diciéndome: «Mil gracias tocayo por esto tan hermoso que hasta las lágrimas me salieron y le doy gracias a Dios por permitir esa gran amistad y cariño que nos une … gracias !!».
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan