sábado 23, noviembre, 2024

Quinto ‘Festival Internacional de Cine sin Cines de Michoacán’

(De cómo la educación, la cultura y el arte pueden cambiar sociedades)

Raúl Adalid Sainz

Aún respiro el olor a madera de pino de Arantepacua y Cherán, siento el calor de tierra caliente del querido Parácuaro michoacano. Sí, esa tierra que vio nacer a Juan Gabriel y a la gran actriz internacional mexicana, Elpidia Carrillo, directora del «Festival de Cine sin Cines de Michoacán».

Todo comenzó en Cherán, Michoacán. Llegué a esa población, tan llena de dignidad y solidaridad de su pueblo, con mi compañera Elvira Richards. Ahí platiqué con mis compañeros guerreros de estas batallas, el músico y fotógrafo Alfredo Estrada, el gran mimo actor Moisés Miranda, y el joven, artista inquieto moreliano, Vladimir Moreno.

Un tema de inicio tocábamos: la educación como elemento fundamental de cambio en una sociedad, y más precisamente, la instrucción artística sensible en los niños, jóvenes y adultos. No se trata de crear artistas, si esto se da, que bueno, la intención es fomentar mejores seres humanos.

Era curioso, era como abrir el telón en charla de lo que estábamos dispuestos a hacer en esa labor de ese festival. Recuerdo que hablábamos de Cuba, como un ejemplo de trabajo en esas lides. Cherán, Michoacán era el marco exacto a esa plática.

Un lugar que es símbolo de dignificación del ser humano. Un lugar que su sociedad lleva las riendas de gobierno. Ahí no existen partidos políticos. Se gobiernan con usos y costumbres de los pueblos purépechas. La mujer tiene un respeto enorme. Su índice delictivo es bajísimo. Se ayudan entre ellos para un mejor vivir. El bosque es su riqueza. Su tala es moderada. El comercio agrícola, su fuente de vida. Sacaron a los narcos y secuestradores de su comunidad. Eso es Cherán, un ejemplo real para México de lealtad humana por su comunidad; sin discursos demagógicos contra la corrupción.

Ese antecedente de plática nos llevó a Arantepacua, pueblo cercano a Cherán, en plena meseta purépecha. Frío de bosque. Ahí recuerdo las finas atenciones del querido profesor Simón y su hospitalaria familia. Su chimenea alumbrada en fuego por la leña. Los guisos de esas lindas mujeres de su casa.

Todavía saboreo aquel «Churipu'», esas «corundas», aquel menudo mañanero. Y las invaluables atenciones de esa querida familia.

Trabajábamos con niños, en las mañanas y en las tardes, en la plaza del pueblo. Ahí clases de pintura con Mayita Carrillo y su linda amiga norteamericana Kelly de Chicago. Clases de DJ musical con el gran Iván Orta. Las lecciones de clown y representaciones de pantomima del apasionado de su oficio, Moisés Miranda. Y nuestras clases de sensibilización y actuación para niños al lado de mis queridos Elvira Richards y el actor- director, Uriel Bravo.

Ahí se realizó un cortometraje con los niños músicos del pueblo. Una historia que dirigió Elpidia Carrillo y editada por el experto artista de la edición, Jorge García. Editor de muchas películas de nuestro cine mexicano. Agradezco las muestras de cariño en mi homenaje a mi trayectoria en ese entrañable lugar. Una noche fría, pero de intenso calor humano. Esa noche se presentaron cortometrajes para niños, uno de ellos muy interesante, sobre el mundo de vida creativo «raramuri», realización de Mauricio Parlo, cineasta de Chihuahua, y la película «Familia Gang», misma que compartí con mi querida comadre Elpidia Carrillo.

De ahí la nave giró hacia tierra caliente. Cerca de tres horas para llegar a Parácuaro. La tierra de Elpidia. Una intención había: presentar en su tierra, el documental de su autoría, «Pelea de Gallos», una confesión desgarrante y artística de la vida de Elpidia. Qué hay detrás de su éxito cinematográfico en Hollywood. Espléndido documento fílmico que dará mucho de qué hablar por honesto y verdadero.

Esa noche en la plaza de Parácuaro, lugar de la exhibición, teníamos un nudo en la garganta. Ahí en ese querido lugar recibí un reconocimiento a mi trayectoria. Aún recuerdo y nunca olvidaré ese cariño recibido en la tierra de Juan Gabriel y Elpidia Carrillo. Ahí me llamaron hijo de Michoacán. Gracias eternas hermanos. Abrazo a Armando Villaseñor, Juan Antonio Carrillo, Jorge Guizar y el querido doctor Rogelio López.

De ahí muy temprano retornamos al bosque: Cherán. Cuatro días entregados a los talleres artísticos. Pintura, clases de DJ musical, actuación, sensibilización artística, guionismo con el querido y hondo cineasta Carlos Cuevas. Creación de cortometrajes con los alumnos, jóvenes y niños. Toda una labor creativa conjunta. La verdad fue muy divertido. Aún recuerdo la cara y energía de los niños viviendo el espíritu vivo de la creatividad. Ahí sientes que verdaderamente vales como ente entregado a las artes, cuando éstas tienen el objetivo de engrandecer al ser humano. Es ofrendarse al prójimo.

Ahí en Cherán nunca olvidaré los desayunos y comidas en casa de doña Ninfa y don Jesús. Seres maravillosos. Hospitalarios. Cariñosos. Cómo olvidar aquellas «corundas», aquellos taquitos dorados, esas tortillas hechas a mano, y aquella birria de res inolvidable. «Dame más Ninfa», le decía a aquella querida amiga de Cherán.

Qué experiencia fue hacer con aquellos niños el cortometraje, «Manos amigas»; tuvimos la experiencia de dirigirlo mi esposa Elvira Richards, Uriel Bravo y un servidor. La fotografía y edición, magníficas, fue de nuestras compañeras Jackie y Alma Basva. Espléndido trabajo.

Ahí se dieron muestras colectivas muy interesantes. El guionista Carlos Cuevas trabajó el corto «El Chayote Mágico», con sus alumnos de guion, ellos mismos actuaron y Carlos los dirigió. Otro compañero del grupo, Brandon, nos presentó su corto. La presentación de los mismos se dio en la clausura del festival.

Aquella noche en una de las salas de la presidencia municipal se presentó además el largometraje «Amaraica», película producida por Elpidia Carrillo. La protagonista Karina Lechuga, estuvo con nosotros. Gran trabajo actoral el de Karina.

La noche culminó con entrega de diplomas al conjunto de participantes y premiación a lo mejor de los cortos y largometrajes. En lo personal, agradezco profundamente al público asistente y a mis compañeros, el homenaje brindado a mi trayectoria esa noche de Cherán.

Gracias Elpidia por este regalo de vida que me da aliento a continuar, cuando la luz parece extinguirse. Gracias infinitas a Michoacán por adoptarme como su hijo. Gracias Uriel Bravo por las cosas tan lindas que dijiste a mi persona, gracias Jesús Orta por todo, y gracias a mis compañeros de esta aventura del quinto «Festival Internacional de Cine sin Cines de Michoacán», por darse como se dieron a los demás. Gracias a Klaudia Lua por todo su valioso testimonio fotográfico.

La noche fría en la plaza de Cherán estaba presente. Nos abrazábamos. Nos estábamos despidiendo. Un sentimiento de fraternidad nos abrigaba. Cada quien partía a sus lugares de origen. Llevábamos el espíritu contento. Nos habíamos entregado a eros como artistas. El amor de dar no se paga con nada. Uno cree que da y uno sale completamente enriquecido por lo recibido en el calor humano del agradecimiento y aprendizaje.

Gracias Dios, aún queda mucho por vivir. Este capítulo se cierra por hoy, pero queda muy dentro en nuestra maleta interior de la vivencia. ¡Qué viva siempre Michoacán y el «Festival Internacional de Cine sin Cines»!

Nota: Se llama el «Festival Internacional de Cine sin Cines», porque las funciones son en plazas públicas, salas o auditorios. Así como nació el cine.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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