sábado 23, noviembre, 2024

Qué es un locutor, hoy en su día trato de explicármelo

 

Raúl Adalid Sainz

Infancia es destino. Hoy que se celebra el día del locutor vienen a mi mente el recuerdo, la imagen y el deseo de tener entre mis manos: un micrófono.

 

Allá en mi lejana Torreón y en las épocas infantiles rememoro que todos los lunes en la escuela hacíamos la ceremonia de rendir honores a la bandera. Cantábamos el himno. Un micrófono se encendía y algún maestro conducía el evento de homenaje patrio. Me llamaba la atención aquel sonido: 1..1..1 2..3…probando…probando.

Al terminar la ceremonia yo veía que ese micrófono se quedaba en el auditorio. Los alumnos nos íbamos a los salones de clase. Una mañana pedí permiso de ir al baño. Me dirigí raudo al auditorio. No había nadie. El micrófono estaba ahí en una mesita. Solo. Esperándome. Fui a él y lo tomé. Lo prendí. Había visto cómo lo hacían. ON- OFF, todo estaba listo.

«Bueno…bueno… probando». Despacito…no fuera alguien a oír. «Súbele tantito para que te oigas», pensé excitado, emocionado. Empecé a hablar. No recuerdo qué. Aquel auditorio se llenó de magia. De un eco maravilloso. Era mi voz magnificada. Como si un enorme gigante vocal inundara el espacio.

Eran los sonidos vocales emitidos por mí. No podía quedarme con esa impresión y a la semana siguiente volví a hacer lo mismo. «1, 2, 3…probando…probando…nadie está aquí…sólo yo». Qué maravilla era aquello. La emoción fue a más y me lancé a cantar. Una de «José José», para pronto…»Andaré tu risa que dejó tibio mi lecho, andaré tu llanto que perdieras en la noche». Estaba de moda: «Hasta que Vuelvas». 

La tecnología me jugó mala pasada. El aparato empezó a hacer un ruido infernal ensordecedor y fui descubierto. Reporte a mis padres. El micro se descompuso. Había que pagarlo. En fin, una tragedia y un castigo memorable.

El tiempo pasó. Teniendo veintidós años me convertí en la Ciudad de México en locutor profesional categoría «A». Eran los tiempos en que se hacía examen. Muy difícil, por cierto. Cuatro fases. A eliminación directa. Así como en los mundiales futbolísticos. Conocimientos generales, pronunciación de lengua extranjera, Ley Federal de Radio, Televisión y cinematografía, (consistente en preguntas expresas de cómo aplicar la ley) y un simulacro en cabina de un programa de radio elaborado por el ejecutante. Una improvisación de tres minutos con tema libre. Tu simulacro de programa radial debía incluir comerciales. Al final te decían los sinodales en dónde te podías desenvolver mejor. Unas muchachas calificadoras de la prueba me dijeron: «Tu voz es muy vendible para comerciales, puedes ganar mucho dinero».

El micrófono volvió a aparecer en mi vida casualmente unos años después. Yo estaba dedicado a mi carrera teatral y estando en Torreón Coahuila montando una obra de teatro surgió la invitación a grabar un audiovisual de una empresa grande lechera lagunera. La directora de audio era la gran comunicóloga, Blanca Russek. A partir de ahí hice un sinnúmero de comerciales, radio- teatros y audio- visuales para empresas diversas.

Dejo hasta el último lo que significa para un locutor-conductor estar en una cabina radiofónica o en un estudio de televisión. La mesa con tu micrófono, una ventana donde está el director operador, la pantalla que se enciende: «ON AIR». Muchas veces te dan el «qiu», «el adelante», con una señal emitida con el dedo subiendo y bajando. Y viene tu exposición al tema, o tu entrevista o tu ejecución inspiratoria de un comercial. Del año 1993 a 1995, viví en Torreón, en ese tiempo abrigué de lleno mi oficio de locutor y conductor.

Nunca olvidaré aquellas tardes de viernes en la estación:100.3 de FM, cuando hacía mi conducción radial futbolística del programa «Súper Deportivo». La soledad acompañada de una cabina semi iluminada. Tu idea enunciándose, el discurso meditado, fluyendo poco a poco, la articulación surgiendo de acuerdo a lo pensado, las imágenes que se vuelven vivas, y tú tratando de hacerle un cuadro presente al radio-escucha. Una magia. 

El poder de la palabra en descripción. La voz como un pincel pintando el lienzo. Eso es para mí ser un locutor. La voz: un instrumento a moldear. Una conjunción del respirar y emisión consiente del sonido, Arquitectónicamente construido. Con diferentes tonos, volúmenes, y el matiz: la capacidad de transmitir emociones, estados de ánimo, sensaciones y pensamientos. El micrófono: el eco transmisor. Un estetoscopio del latir vocal de un locutor.

Un mundo. Debo confesar que mi inmersión total a la actuación teatral y cinematográfica y a la escritura me han hecho dejar de lado la compañía de un micrófono y una cabina. Espero que así como estos seres vivos, cabinas, micrófonos, textos, se me aparecieron un día, vuelvan para decirme: «Al aire», «Qiu». «Vas». Yo encantado. Eran quijotadas muy serias y hermosas para mí. El micrófono… el micrófono…1..2..3…qué maravilla. Pediré permiso a la maestra para ir al baño y tomarlo nuevamente. Así como en esas aventuras excitantes en aquel auditorio de mi escuela infantil en Torreón de mi Comarca Lagunera.

Nota: Mis felicitaciones a los buenos amigos del micrófono: Mirna Pineda Blanca Russek Martínez Marcela Pámanes, González Ivone Escalera, Lupita Richards, Paty Fernández, Carlos Millán , Víctor Hugo Hernández Campollo , Jorge Iván Monárrez Favela y a un gran locutor lagunero: Jesus Aviña Oteo , quien en gloria de un micrófono debe estar ahora. Mi recuerdo también para mi hermano Jorge Alberto Hernández Guerra quien hizo de un micrófono el eco de su palabra dando y analizando la noticia.

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlán

 

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