Raúl Adalid Sainz
¿Qué es cultura, para qué sirve el cine, el teatro, las artes, la educación, dentro de una sociedad, por qué es necesaria apoyarla? Ha sido una tradición histórica política, los recortes al sector cultural, porque no es considerada una materia que ofrezca utilidad social, económica o de transformación inmediata de una sociedad. Todo acto cultural apoyado por partidos políticos no tiene el fortalecimiento de la continuidad. Es de eventos inmediatos.
Ahora bien, ¿para qué sirven las artes, la cultura, en cuanto al desarrollo de una sociedad? Comencemos por tratar de acercarnos a decir: ¿qué es cultura?
Hace tiempo escuché al escritor Juan José Arreola decir que cultura no era memorizar datos, era sentirlos. Esto en alusión al descubrimiento de América, materia de la que hablaba en un programa televisivo. Lo importante, decía, era sentir, reflexionar qué había sido el encuentro de dos mundos. Y qué significaba esto para ti.
Otro día, mi maestro, el director teatral Luis de Tavira, en un ensayo, nos decía que cultura era la vida misma. Las manifestaciones, los pensares y sentires de la gente son características, al lograr nombrar estas diferentes conductas se creaba sello, identidad de los pueblos.
Intentaré hablar vivencialmente al respecto de lo que es para mí cultura. Lo haré por medio de mi experiencia en la televisión (fui reportero cultural), ejerzo como actor en el teatro, en el cine, y ahora por medio de vivir el oficio de escritor. He tenido vivencias que me han permitido conocer la importancia de la cultura en una sociedad.
Como reportero, recuerdo haber ido a una población cercana a Torreón, llamada San Pedro de las Colonias Coahuila, a cubrir un evento. Se presentaría en la iglesia principal «La Camerata de Coahuila». La gente (de todas edades) vivió el concierto en un silencio sensible, un descubrimiento se despertaba a sus sentidos. Al terminar el mismo tomé testimonios. Una viejita me dijo: «escuchamos la voz de los ángeles». Aún recuerdo su expresión cándida al sentir haber recibido un mensaje angélico.
Como actor he vivido muchas y potentes experiencias al respecto de cómo una representación puede transformar a una sociedad. Esta hace concientizar aspectos de la vida. El escenario es el mirador de la existencia. La escuela de la ciudadanía, decía Moliere.
Una ocasión, estando en un establecimiento de renta de películas, una parejita de muchachos jóvenes se acercaron a mi esposa y a mí para darnos las gracias. La razón era porque gracias a que una obra de teatro que representábamos, «El Medio Pelo», de Antonio González Caballero, había hecho rectificar a la madre del muchacho quien se oponía a su relación por diferencias sociales. El caso es que la escenificación algo le dijo a la mamá que permitió a los muchachos seguir su relación. Ahora están felizmente casados. Al menos, en el momento que se nos acercaron así parecían. Espero que lo sigan.
Otra ocasión, llevando teatro a pequeñas poblaciones de diferentes estados del norte de la república, en Rodeo, Durango, una señora me dijo: «Gracias que vinieron, porque cuando vemos cosas como estas sentimos que Dios se acuerda que estamos vivos».
Recordé a Federico García Lorca, cuando al inaugurar una biblioteca en su pueblo natal Fuente Vaqueros, dijo, que la cultura era un alimento para el espíritu. Eso le sucedió a esa mujer duranguense. El teatro señala rutas. Una obra teatral dio el rumbo de mi vocación. A muchos muchachos de Torreón, que hoy son actores profesionales, el teatro les dio sentido de vida. No olvidar que mi tierra Torreón, es lugar de actores.
El cine, primo hermano del teatro, ha sido el sitio de la fantasía y reflexión para muchos. Aquí recuerdo la labor trashumante del cineasta duranguense, Juan Antonio de la Riva y su padre, llevando cine mexicano por los pueblos de la sierra de Durango. Esos pobladores soñaban y acariciaban la vida por medio del cine. No sólo de pan vive el hombre. Esas vivencias están plasmadas en la gran película de Juan Antonio, llamada: «Vidas Errantes».
La cultura, la sensibilidad, puede transformar a los seres humanos para lograr sociedades mejores. Sensibles, comprensivas, reflexivas de su entorno, de su contexto de vida, conscientes de sí mismas y del prójimo; y por consecuencia de una viable transformación humana, que redunde en una mejor sociedad.
Hace un año viví una experiencia maravillosa en Angahuan, Michoacán. Ofrecí con mi esposa Elvira Richards, un taller de sensibilización a niños Purépechas de la comunidad. Hicimos ejercicios de imaginación, de expresión corporal. En una improvisación pasamos a dos niños al frente, un niño y una niña. Le indicamos al niño que le mostrara cariño a su hermana, a eso jugarían creativamente.
El niño no sabía cómo expresarse y quiso pegarle. Paramos el ejercicio y le hicimos conciencia de cómo podía mostrar amor. El niño empezó lleno de vergüenza a acariciar la mejilla y el pelo de la que fungía como su hermana. El niño iba a repetir quizá el patrón violento de lo que veía en su casa.
Después los niños imaginaron ser un pino y que una máquina taladora los cercenaba. Así sentirían lo que un árbol padece al morir. Esa zona boscosa de Michoacán muere cada día por la ambición de riqueza que provoca la venta a granel del aguacate. Los pinos son talados. Son un estorbo. Se siembra en la locura aguacate.
Escribo lo anterior y me digo: Para eso sirve la cultura señores, para lograr mejores seres humanos. Gente sensible, reflexiva, con conciencia para pelear por un mejor país. Para tener certeza del por qué luchar y dignificar al mismo. Para por medio del arte tener espejos de lo que es la vida y lograr transformaciones con rasgos humanos.
Hoy, que el planeta nos grita nuestra sinrazón y soberbia, hoy que estamos amenazados de muerte por la pandemia de la sinrazón humana, por la barbarie en que hemos caído; es más que tiempo de pensar en qué hemos errado individual y colectivamente. Ese ejercicio es un acto cultural que podrá significarnos. Si no colectivamente (sería lo deseable) sí al menos individualmente.
Eso, señores del gobierno, sea del partido que sean, es cultura. Hoy que tanto se pregonan los principios y los valores para frenar el cáncer de la corrupción, yo pregunto: cómo diablos puede lograrse lo anterior si no es por medio de la educación, del fortalecimiento de la cultura y de las óptimas oportunidades de trabajo. Todo en conjunto.
De ahí la importancia de conocer lo que es la palabra viva llamada cultura, no nada más para los funcionarios si no para la sociedad en general. Este hecho de saber, practicar, y sentir lo que es cultura nos dará conformación de raza, fuerza, rumbo, orientación, solidaridad y sentido común.
Lo demás son definiciones, demagogia vacua que a nada conduce. El analfabetismo cultural y educativo es el gusano que corroe nuestra manzana.
«El arte no es para reflejar la realidad es un martillo para darle forma»
Bertold Brecht.
Nota: Este escrito es para la reflexión individual, no tiene la finalidad de crear polémica, en estos tiempos absurdos de la sinrazón por ver quién la posee mejor.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan