Raúl Adalid Sainz
Yo no lo sé a ciencia cierta. Hablaré en nombre de esa voz de los tiempos llamada intuición. El arte para mí es un sentimiento, un grito del espíritu que se siente aliviado cuando le caen las luces de esto que llamamos vida.
Es conmoverse ante una puesta de sol, es alegrarse ante el sonido de una marimba que suena en los portales veracruzanos, es alimentarse imponente ante una novela de García Márquez, un cuento de Rulfo, o un poema de Sabines.
Es llorar, reír, cautivarse ante lo ficticio en un cine o en un teatro. Es construir las imágenes que surgen de una danza. Es volar ante un concierto emanante de notas beethovianas o de Mozart.
Es entusiasmarse eléctrico en catarsis ante una rola de Los Beatles. Es el actor que monstruosamente se transforma en total plenitud de la ficción. Es sentir a Shakespeare que pone espejo reflejante de las pasiones humanas.
Es el cantante que montado en las notas cabalga las inmensidades. Es el beso que se le roba a la noche.
El arte es un regalo de Dios. Una luz capaz de alumbrarnos de la oscura y absurda cotidianeidad de los tiempos del tic-tac. No se necesita ser artista para vivir el arte, basta con saber respirar y que ese inspirar tenga un verdadero sentido al exhalar. Dar la oportunidad de abrir la puerta al don de los cinco órganos sensoriales.
No tener miedo de sentir, el que teme jamás sabrá lo que es la vida, vivirá preso en la cárcel de sus propios prejuicios. Esos torpes consejeros surgidos de la propia incapacidad, o por los preceptos inventados de la «falsa sociedad», sí, así como dijo el gran José Alfredo Jiménez.
Nota: La fotografía es una imagen que me encanta, nacida de la sensibilidad en cámara de Tina Modotti. Gran artista italiana, afincada en México, y que tomó instantes maravillosos de la vida de los pueblos indígenas mexicanos.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan