“Mucho me he arrepentido de haber hablado,
pero nunca de haber guardado silencio”.
Publio Siro
Luis Alberto Vázquez Álvarez
En los momentos más álgidos, al mismo tiempo que en aquellos que una decisión personal puede mover conciencias sociales y trascender con discernimiento destacando ideales y principios éticos; formulando juicios morales que deban tenerse presente para las acciones comunitarias, despunta la virtud de la prudencia o sabiduría práctica.
Para Aristóteles la prudencia es la virtud clave que puede guiar todas las demás virtudes: es «aquella disposición que le permite al hombre discurrir bien respecto de lo que es bueno y conveniente para él mismo» También: «un modo de ser racional verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre»; esto se expresa en la recta deliberación en torno a lo que, según el estagirita, puede considerarse el momento fundamental o la «ética de la razón prudencial» ya que protagoniza la deliberación y la dilucidación de las virtudes morales. Toda persona prudente delibera sobre lo bueno y lo conveniente para vivir bien en general, que es siempre convivir.
La sabiduría práctica es producto de la deliberación, ese debate consigo mismo para formular problemas, oportunidades, orientaciones y razones del obrar. Por ello la prudencia es una cualidad que permite actuar de la manera más adecuada dentro de lo posible para evitar cualquier tipo de daños y contratiempos innecesarios.
Hoy en este México en proceso electoral, cuando le pedimos a alguien que sea prudente lo estamos invitando a evitar acciones audaces, a evitar riesgos y a manejarse de manera reflexiva para no equivocarse y resultar ofensivo, agresivo y/o burlado por su insensatez.
Vamos a ejemplos precisos: ¿Cómo puede alguien ser tan imprudente, (rufián diría yo), que festeje burlonamente un accidente que se convierte en tragedia mofándose de fallecidos y heridos solamente porque los organizadores no accedieron a sumarse a su corriente política? Me refiero al derrumbe de un templete en el mitin de Movimiento Ciudadano en Monterrey y del que varios dirigentes panistas hicieron escarnio, definiéndolo como castigo divino y que la naturaleza; bien merecido se lo tenían, aseveraron. Aunque luego, de manera abyecta, reculó culpando a sus empleados de lanzar dicho escarnio: “Tira la piedra, esconde la mano y luego culpa a otros”; ¡mayor miseria, imposible! Y pensar que el padre de uno de ellos fue un gran luchador social de honestidad incuestionable. Afortunadamente mexicanos con prudencia humanista y sin importar ideologías, ayudaron a las víctimas y deudos.
En la vastedad de la imprudencia y utilizando la guerra sucia, me llamó la atención, durante los debates presidenciales y repetidamente en otras ocasiones, que una de las candidatas llamara a la otra “Narcocandidata” sin presentar pruebas sino dichos y que la candidata ofendida nunca la agrediera recordándole que ella tiene una hermana en la cárcel por secuestradora; ya juzgada, pero sin recibir sentencia; (familiares de secuestrados involucran directamente a la candidata difamadora); esa actitud de discreción, además de prudencia es dignidad y hasta señorío, no vulgaridad golpeadora. Benjamín Franklin ofreció una lección valiosa que una de ellas utilizó: “La persona prudente no se vale jamás de la palabra para el sarcasmo ni para la difamación”. La otra se olvidó del consejo de Cervantes: “… es desatino, siendo de vidrio tu tejado, tomar piedras y tirarlas al del vecino”
Imprudencia de supervivencia de todos los medios tradicionales de comunicación, sus conductores, columnistas e “intelectuales” que vivieron por décadas del erario federal y ahora se ahogan desheredados; y aún siguen tirándole piedras a la lila esperando que les caigan nueces. Seis años más de sequía del fisco por más que quieran asustar con fantasmas imprecisos. Recuerda el proverbio: “No hables mal del puente hasta haber cruzado el río”.
Alterar documentos oficiales y en particular encuestas o describir triunfos inexistentes e irreales tratando de engañar al ciudadano, es además de imprudente, porque siempre la verdad termina por relucir; deshonesto y burdo a la vez que sitúa al embaucador como un timador. Y pensar que hubo personas que se pasaron una vida entera forjando una imagen de honestidad y en una simple frase pierden todo. En Proverbios encontramos respuesta a esta actitud: “El corazón del sabio hace prudente su boca, Y añade gracia a sus labios”.