Manolo Jiménez: el desafío de rendir cuentas
Rendir cuentas, en el contexto de un régimen democrático, es un ejercicio ubicado mucho más allá de la impostura. De hecho, se trata de uno de los momentos en los cuales puede medirse, con mayor precisión, la calidad de la democracia
Carlos Arredondo Sibaja
En alguno de los primeros seminarios sobre cuestiones democráticas al cual asistí -hace ya un buen número de años- escuché una frase a la cual regreso de forma recurrente debido a su insuperable precisión para caracterizar la realidad de la vida pública mexicana: “el juego de la democracia se trata de quitarle poder al rey”.
No hace falta explicar mucho, aunque conviene un par de precisiones:
La primera, aunque bastante obvia, es la relativa a la inexistencia de una monarquía en nuestro país. En efecto, los mexicanos vivimos en democracia. Con defectos e insuficiencias, como resulta obvio, pero democracia al fin. La monarquía, de hecho, es un arreglo social sumamente lejano a nuestra cotidianidad.
La segunda está relacionada con la precisión de la metáfora: aunque no vivimos en una monarquía, padecemos una clase política cuyo comportamiento imita -o al menos intenta imitar- el de monarcas en cuya persona se concentra todo el poder del Estado.
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Refractarios a los modos de la democracia, es decir, a las cargas impuestas por un sistema de pesos y contrapesos, nuestros gobernantes intentan, con una persistencia digna de mejores causas, anular todas las voces disidentes a fin de contar siempre con un coro de adherentes dispuesto a celebrar -y defender- de forma acrítica todas sus ideas, propuestas y decisiones.
Pese a dicha proclividad, sin embargo, mantienen las formas republicanas y las reproducen. Entre ellas, la de rendir cuentas con apego a una fórmula específica: hacerlo por escrito, acudiendo a la sede del Poder Legislativo (en teoría un contrapeso caracterizado por su pluralidad e independencia) y luego enviando a los integrantes de su gabinete a comparecer para ofrecer explicaciones detalladas sobre lo hecho.
Sin embargo, debido a la proclividad por las formas monárquicas, los gobernantes “democráticos” mexicanos se las han arreglado históricamente para convertir al acto de informar -teóricamente un ejercicio de rendición de cuentas- en un evento de culto a su personalidad.
No se trata entonces de acudir ante la representación popular -el parlamento- a reconocer el estatus de mandatado y, por ende, de obligado a rendir cuentas a satisfacción del mandante -la comunidad-, sino de ser reconocido, en esa fecha, como el individuo providencial gracias a cuya existencia todos podemos gozar de los beneficios de la realidad circundante.
La descripción anterior puede leerse en cualquier contexto mexicano. Importa poco -o nada- el nombre o el origen partidista de quien gobierna: las formas se reproducen -con más o menos boato, con más o menos parafernalia- en todas las circunstancias.
No puede, por ello, esperarse algo muy distinto de la primera ocasión en la cual Manolo Jiménez Salinas cumpla hoy con la obligación legal de acudir al Congreso del Estado a, en términos estrictos, pronunciar un mensaje político ante el pleno de dicho Poder: se enumerarán logros frente a cuyo pronunciamiento se espera el aplauso unánime del público y la autocrítica será seguramente inexistente.
No se trata, vale la pena señalarlo, de una realidad construida a partir de la generación espontánea, sino de un círculo vicioso alimentado por una contraparte -la oposición política- a la cual tampoco le interesa construir un auténtico esquema de pesos y contrapesos.
Una precisión importante: no estoy invitando a nadie a asumir una postura contestataria o de oposición intransigente. Más bien intento llamar la atención respecto de la necesidad de comprender, asimilar y abrazar, de verdad, los principios de la democracia representativa, la cual solamente puede construirse y consolidarse haciendo frente a la proclividad monárquica de nuestros políticos, es decir, recreando de forma permanente el juego cuyo propósito fundamental es “quitarle poder al rey”.
Se trata, por cierto, de una tarea a la cual estamos convocados todos.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx