lunes 20, mayo, 2024

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Yasmín Esquivel: la magistrada plagiaria

Carlos Arredondo Sibaja

Uno de los graves problemas de nuestra sociedad, digámoslo pronto, es la casi total ausencia de honestidad intelectual entre quienes deberían ser modelo a seguir por la relevancia de las posiciones ocupadas. No se trata solamente de quienes habitan la nómina pública, sino de múltiples individuos ubicados en la posición de influir (y no hablo de los mal llamados influencers).

Mentir es, para decirlo más claramente, una conducta ampliamente practicada y no solo eso: la hemos normalizado a un grado insano para una comunidad cuya aspiración central es la democracia. Decir la verdad, conducirse con verdad es, por el contrario, considerado una actitud de tontos. Se trata de un grave extravío de los valores esenciales de la vida colectiva.

Señalar lo anterior es indispensable para dimensionar la gravedad de la acusación enderezada en contra de quien debiera ser ejemplo de un comportamiento ajustado a los más altos valores éticos: la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yasmín Esquivel Mossa.

El texto redactado por el académico y escritor Guillermo Sheridan, en el cual desnuda el plagio perpetrado por la hoy ministra (con minúscula) cuando accedió al grado de licenciatura es contundente y no admite discusión alguna: desde el índice y casi hasta al punto final, la tesis de licenciatura de Esquivel es un plagio… con todas sus letras.

En cualquier país donde la honestidad intelectual sea un valor atesorado por los integrantes de su comunidad, el descubrimiento debería haber provocado la renuncia inmediata de la ministra y su migración al ostracismo. No aquí, por desgracia, pues lo nuestro es el cinismo.

Lejos de sentirse avergonzada por su conducta, la funcionaria, quien todavía aspira a presidir la Corte, se ha envalentonado y publicado en sus redes sociales una serie de cartas, firmadas por quienes han actuado como directores de sus tesis o integrantes de los sínodos de sus exámenes profesionales, con las cuales busca diluir el señalamiento.

Es imposible. Y lo es porque no hace falta sino leer el índice de su tesis y el de la presentada un año antes por Edgar Ulises Báez Gutiérrez para tener claro el panorama: letra por letra, coma por coma, los textos son idénticos.

Como no podía ser de otra forma, su jefe, su amigo, su “mentor” (supongo), el presidente (con minúscula también) Andrés Manuel López Obrador, ha salido en su defensa con el argumento clásico de los cínicos: si la hoy ministra plagió su tesis de licenciatura es irrelevante. Lo importante es la “calidad moral” de quien la acusa y “el daño” por éste causado a la sociedad mexicana.

“…considero que cualquier error, anomalía, cometida por la ministra Yasmin cuando fue estudiante, cuando presentó su tesis de licenciatura, es infinitamente menor al daño que han ocasionado a México Krauze y el señor que hace la denuncia, Sheridan, esos le han hecho mucho daño a México”, ha dicho el huey tlatoani desde el púlpito de la misa tempranera.

Y para no dejar lugar a dudas de la posición, el oficiante remata: “…ahora sí que como diría Jesús: ‘El que esté libre de pecado que tire la primera piedra’. Todos esos que están pidiendo que se castigue a la ministra han cometido delitos mayores. No estoy justificando a la ministra, pero Krauze… Y no es por lo que recibieron de dinero público para legitimar el saqueo, sino por su actitud deshonesta de siempre, Sheridan, Krauze, Aguilar Camín, todos ellos”.

Como diría cualquier chairo: pues sí, pero el PRI plagió más…

Probablemente el único “castigo” al cual se hará acreedora la plagiaria cínica sea el de no arribar a la presidencia de la Corte. Pero seguramente seguirá en el cargo, hasta el final del período para el cual fue designada, porque en un país donde el cinismo ha recibido carta de naturalización la honestidad intelectual ha sido proscrita.

¡Feliz Navidad!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx

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