‘La presidenta de México se llama Claudia Sheinbaum’
Cuando se hace necesario enfatizar un aspecto ‘evidente’ de la vida pública, regularmente es porque éste no queda claro, porque existen dudas respecto de cuál es la lectura correcta de la realidad
Carlos Arredondo Sibaja
El título de esta colaboración corresponde a la transcripción textual de una de las expresiones vertidas por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en su tercera conferencia de prensa matutina, la correspondiente a este viernes.
La puntualización fue realizada al responder a la pregunta de uno de los asistentes a este “ejercicio” al cual bien podría llamársele “el segundo piso de las mañaneras”. El cuestionamiento -por llamarle de alguna forma- fue a propósito de un video en el cual aparece el cómico Rafael Inclán refiriéndose de forma despectiva a la titular del Ejecutivo.
No entraré en detalles sobre el contenido del video porque no es el propósito de esta colaboración analizar lo dicho por Inclán. Lo refiero porque forma parte de las expresiones utilizadas por Sheinbaum, en sus primeros días como presidenta, para salir al paso de las críticas provocadas por sus constantes referencias a López Obrador.
“…hay esta idea de hace tiempo, desde la campaña, que Andrés Manuel López Obrador iba a estar gobernando durante estos seis años, del 24 al 2030. Pues él se fue a Palenque y ahí está desempeñando su nuevo periodo de reflexión y escritura. Y la presidenta de México se llama Claudia Sheinbaum Pardo y ayer en la salutación que se hace cuando llega un presidente, o presidenta en este caso, comandanta suprema de las Fuerzas Armadas”, dijo la mandataria ayer.
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Un día antes, el jueves, la Presidenta dijo: “y hay quien dice, también, muy preocupado, muy preocupado, muy preocupado, de que: ‘Ay, es que Claudia Sheinbaum no se distancia de López Obrador, no pinta su raya’. Pues si somos del mismo movimiento, si lo que dijimos es que lo que queríamos es que continuara la Cuarta Transformación y así decidió el pueblo de México”.
Tiene razón la Presidenta al señalar esto último y nadie puede llamarse a engaño respecto del discurso con el cual se asume el ejercicio del poder público en esta naciente administración. Por otro lado, Sheinbaum también ha sido clara respecto de cuáles ideas presiden su pensamiento político: exactamente las mismas con las cuales gobernó su predecesor.
Sin embargo, siendo cierta su adscripción al mismo ideario y evidente su admiración hacia quien la impulsó para llegar a su posición actual, sí es dable advertir la posible inconveniencia, para el éxito de su gobierno, de apuntalar todo en la figura y el legado -por llamarle de alguna forma- del Hijo Pródigo de Macuspana.
Sheinbaum ha encabezado apena tres “mañaneras” del “nuevo ciclo” de este presunto ejercicio de diálogo cuyo sostenimiento ya habla de muy poca originalidad. Durante ellas, ha mencionado a López Obrador, por su nombre completo, o refiriéndose a él como “presidente”, en 32 ocasiones: 16 el miércoles, 8 el jueves y un número igual el viernes.
Antes de eso había dedicado casi la mitad de su discurso en la tribuna del Poder Legislativo, durante la ceremonia de asunción, a elogiar, ensalzar y enaltecer al Tlatoani… como si se tratara en verdad de una figura gigantesca, monumental, cuya sombra fuera la única garantía de vida política en el país; como si, para sobrevivir, fuera necesario adquirir una suerte de “seguro” cuya póliza se paga exclusivamente en alabanzas públicas.
La reiteración de esta conducta puede generar entonces la percepción de encontrarnos ante una suerte de “maximato consentido”.
Es, desde luego, muy pronto aún para hacer una aseveración de ese calibre y por ello no abundaré en el argumento. Pero algunas cosas conviene dejarlas por escrito, pronto, para recuperarlas llegado el momento.
Hoy, debe decirse con todas sus letras, estamos ante hechos puramente anecdóticos. Si la tónica del discurso presidencial cambia y, sobre todo, si comenzamos a percibir signos de un proyecto propio, quedarán en eso. Y si ello ocurre, sin duda será una buena noticia para todos.
La gran pregunta es, ¿cuántos días, cuántas “mañaneras” resulta justo esperar para evaluar la conducta presidencial más allá de la anécdota?
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx