sábado 21, septiembre, 2024

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El ‘Team Infierno’, su after, el corcholatómetro y Lagos de Moreno

Carlos Arredondo Sibaja

El resurgimiento del reality como vehículo para instalarnos colectivamente en una realidad alterna y, merced a ello, ignorar la realidad ‘real’ nos ha dado una muestra de su gran utilidad política en las últimas semanas.

Dos décadas después del primer “reality show” realizado en México, la empresa Televisa se las arregló para revivir este formato caído en desuso tras ser explotado hasta el hartazgo en los primeros años del siglo. Ante el éxito obtenido, los productores han preparado a velocidad warp el alargue del culebrón… “el after” le han bautizado y se estrenará mañana.

La forma en la cual millones de personas se engancharon con la emisión de La Casa de los Famosos obliga a recordar la famosa frase de Emilio Azcárraga Milmo, pronunciada durante una entrevista concedida al periódico El Nacional:

“México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil. La clase media, la media baja, la media alta. Los ricos como yo no somos clientes, porque los ricos no compramos ni madres”, dijo el extinto empresario.

Algunos años después de publicarse la entrevista, el hoy presidente del Sistema Público de Radiodifusión Mexicano, Jenaro Villamil, habría de comentar, en un texto publicado en la revista Proceso: “Para Azcárraga Milmo, como para su padre Emilio Azcárraga Vidaurreta, y para su hijo Azcárraga Jean la televisión simplemente es un gran negocio: venderle espectáculo a los pobres y, a cambio, garantizarle al sistema la sumisión de los “jodidos” y el control político vía la información teledirigida”.

Las vueltas de la vida: los más felices con el éxito del reality de moda son justamente quienes hoy pueblan la nómina pública e integran la transformación de cuarta. El apotegma de Azcárraga Milmo, cristalizado en la creación de la Casa de los Famosos, les ha venido “como anillo al dedo”.

La distracción generada por la posibilidad de dar rienda suelta a nuestro voyeurismo congénito, así como de fantasear con la idea de saltar a la fama sin importar cuál sea la historia individual se convirtió, por 10 semanas, en el narcótico de una comunidad para la cual “lo importante” transcurría en un set de televisión donde se recreaba una dinámica de vida absolutamente ajena a la realidad cotidiana: una vida desconectada de las redes sociales.

El desenlace del culebrón, por otro lado, no pudo ser mejor: hemos descubierto la fórmula perfecta para erradicar de un golpe la vocación discriminatoria de nuestra sociedad. ¡Los realitys son la solución!

La burbuja anímica creada por esta producción ha contribuido a mitigar el impacto de la realidad “real”, esa cuyas reverberaciones sí nos afectan y en la cual las “nominaciones” y “salvamentos” no son hechos anecdóticos sino puntos de quiebre en la vida de personas de carne y hueso.

Gracias a la borrachera provocada por el ejercicio televisivo el corcholatómetro ha discurrido sin mayor tropiezo, sin necesidad alguna para sus protagonistas de voltear a ver siquiera el continuo desangramiento de las comunidades del país donde todos los días se secuestran, se desaparecen se asesinan y se desmembran personas.

El enganche anímico anestesia la razón -no total, pero sí de forma suficiente- frente a casos como el de Lagos de Moreno, en Jalisco, uno de los episodios más perturbadores de cuantos hemos tenido la desgracia de conocer.

La euforia por el triunfo rutilante de Wendy y su Team Infierno da incluso para ignorar descaradamente los hechos y hacer chistes macabros en la misa tempranera para luego intentar lavar la mancha alegando sordera…

Hacía mucho no teníamos una borrachera así… se trata, a no dudarlo, de una parranda digna de un after.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx

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