Sigamos hablando de Xóchitl, pues…
Carlos Arredondo Sibaja
Aquí estamos… por tercera -o cuarta- semana consecutiva, hablando de Xóchitl Gálvez. Es mérito de ella, sin duda, pero sobre todo es responsabilidad del presidente (con minúscula), quien se ha obsesionado con ella y no parece dispuesto a entender cómo, entre más la ataca, más fuerte la vuelve.
Es mérito de Xóchitl porque ha tenido un ingenio digno de mención para recetarle largos pases en redondo, clavarle banderillas y hacerle la faena con el capote a ese toro macuspano al cual todo mundo consideraba, hasta hace apenas unos días, un oponente invencible.
La hidalguense ha mostrado un oficio poco frecuente para esquivar las andanadas de Palacio. Su cabeceo y juego de cintura es digno de los mejores pugilistas y sus contraataques constituyen algo de lo mejor a lo cual hemos accedido como espectadores de la actividad política en los últimos lustros.
Xóchitl despierta emoción. Una emoción considerada imposible hasta hace muy poco. Una emoción gracias a la cual muchos consideran posible la hazaña de arrebatarle a la transformación de cuarta la posibilidad de un segundo mandato presidencial.
No es solamente la estrella fulgurante de Xóchitl. Contribuye también a la conformación del ambiente actual el mortal aburrimiento provocado por las “corcholatas” presidenciales cuyo recorrido no es capaz de entusiasmar ni siquiera a quienes acaban de cobrar su más reciente “apoyo social”.
¿Cómo estarán las cosas cuando estamos viendo a Marcelo Ebrard -a quien sus competidores internos han bateado reiteradamente- trasladar su reto de un debate a la propia Xóchitl?
No cabe duda: ahora sí hay tiro.
Nada se ha definido, es conveniente decirlo con claridad, y todavía falta mucho camino por recorrer. Pero la emoción provocada por “la señora equis” deriva del estilo no convencional con el cual está dirigiéndose al público: sus respuestas son frescas, alejadas del acartonamiento clásico de la política y, sobre todo, suenan sinceras y creíbles.
La redes sociales han revivido en las últimas horas un video de su campaña de 2018, cuando era candidata a senadora por la coalición del PAN, PRD y MC, en el cual aparece caracterizada como López Obrador y explica la razón por la cual los candidatos de Morena siempre aparecían en su propaganda al lado de “ya sabes quién”, mientras ella hacía campaña sin necesidad de padrino.
Ante a lo ocurrido en las últimas semanas, el video bien podría haber sido grabado ayer pues la realidad sigue siendo exactamente la misma: las “corcholatas” de palacio no pueden pronunciar un discurso sin hacer referencia al líder supremo y señalarse a sí mismas como una extensión del Hijo pródigo de Macuspana.
Toda su expectativa de triunfo la basan en un hecho puntual: ser identificados por la masa como un clon de nuestro Rey Julien del Manglar. Y el tlatoani no hace sino contribuir a la caricaturización de sus pupilos dejando claro en las misas tempraneras quién está al frente de la campaña.
Es verdad: la popularidad de la cual goza López Obrador aún es mucha. Es inmensa, de hecho, si se compara con la magnitud del desastre de su gobierno. Pero no es él quien estará en la boleta, sino alguna de sus corcholatas. Y quien resulte seleccionado -o seleccionada- por el dedo divino tendrá enfrente a Xóchitl quien, de conservar el paso actual, va a llegar al inicio de la campaña habiendo empatado las encuestas.
Menudo lío para el ego de nuestro Perseo de Pantano.
Por eso está desesperado e intenta, por todos los medios a su alcance, descarrilar a su némesis. No lo ha logrado hasta ahora porque no ha podido encasillarla en el único lugar en el cual podría acribillarla a mansalva como desea: en el de representante de la oligarquía política del país.
Todo hace indicar entonces una sola cosa: vamos a seguir hablando de Xóchitl y de los intentos, cada vez más desesperados, de dinamitar su ascendente candidatura.
Esto se va a poner cada día más bueno…
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
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