Llegamos al primer medio siglo de Vanguardia
El cincuentenario de Vanguardia es una magnífica oportunidad para evaluar el tránsito personal por su redacción -a la cual tuve la oportunidad de llegar hace poco más de 24 años-, así como el impacto de este hecho en la biografía personal
Carlos Arredondo Sibaja
Me encantaría poder mentirles impunemente y contarles una historia según la cual siempre soñé con ser periodista. Pero si lo hiciera tan solo estaría probando mi fracaso en dicha empresa, pues la búsqueda de la verdad constituye la piedra angular de todo ejercicio periodístico.
Porque lo de la “vocación innata” no es cierto: de niño soñaba con ser astronauta, médico, detective, científico… las noticias -por alguna extraña razón- me llamaban la atención y las seguía con interés desde muy pequeño, eso sí es verdad. Pero la selección del oficio fue algo más bien accidental. El periodismo me encontró a mí y no al revés.
Mis primeros años de “periodista”, sin embargo, fueron un ejercicio de lirismo absoluto. Carecía de toda formación en la redacción de cualquier género periodístico y, aunque escribía notas, realizaba entrevistas y hasta conducía programas radiofónicos y televisivos, en realidad lo hacía sin técnica alguna y a partir de mimetizar -o intentar hacerlo- el estilo de los periodistas a los cuales seguía en el radio, la televisión y los medios impresos.
Eso cambió -comenzó a cambiar sería más correcto decir- en agosto de 2001, cuando pisé por primera ocasión una redacción en forma; una redacción de verdad: la de Vanguardia. Una serie de acontecimientos afortunados, combinados con la generosidad de Armando Castilla Galindo y doña Diana Galindo me abrieron la puerta a la más relevante oportunidad de mi trayecto en el periodismo.
Fue a partir de esta oportunidad como inicié realmente mi formación en las lides del oficio, es decir, comencé a entenderlo de verdad y a entrenarme en sus técnicas a través de lecturas, cursos y talleres, así como de conversaciones con reales entendidos del tema -entre los cuales destaca ampliamente Óscar Wong- quienes compartieron generosamente conmigo sus conocimientos y me ayudaron a superar mis carencias… o algunas de ellas, al menos.
Vanguardia me otorgó la posibilidad de asumir el revimiento de llamarme periodista. Y, aunque no soñé desde niño en serlo, sí es, de entre las distintas actividades a las cuales he dedicado algún tramo de mi vida, el oficio del cual me siento más orgulloso.
Esta casa editora ha sido también el espacio laboral con el cual he mantenido la relación más larga. Han transcurrido poco más de 24 años desde la publicación de mi primera colaboración en estas páginas. Es casi un cuarto de siglo, es decir, casi la mitad del tiempo durante el cual este medio ha circulado en las calles de Saltillo -y otras ciudades- así como en la súper carretera de la información, en la cual debutó de forma temprana.
A lo largo de estos años me ha tocado asumir distintas responsabilidades en la redacción, encabezar proyectos y atestiguar sucesivas transformaciones de la industria, hoy aceleradas por el advenimiento de las redes sociales y la denominada inteligencia artificial.
Por ello, al cumplirse hoy, 4 de octubre, el primer cincuentenario de vida de esta casa editora no puedo sino considerar a Vanguardia como uno de los elementos relevantes de mi biografía personal. Y esto es así porque, aún cuando no me formé profesionalmente -no estudie esa carrera, quiero decir- como periodista o comunicador, la universidad de la redacción me ayudó a tener claro cuál es mi vocación fundamental.
Con esto quiero decir una cosa: personal y profesionalmente me siento muy orgulloso y profundamente satisfecho de haber tenido el privilegio de incorporarme a esta empresa periodística y acompañar su trayecto durante los últimos 24 años.
Espero, por supuesto, seguir acompañándolo por muchos años más.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx