martes 26, noviembre, 2024

¿Por qué los lloramos?

 (Un recuerdo a esos grandes amigos, artistas, que nos dijeron adiós este 2022)

Raúl Adalid Sainz

Aún los veo en un escenario, en un set cinematográfico, o alumbrados por una lámpara, musicalizando el papel, con el tecleo de una máquina, o coordinando el montaje de una secuencia cinematográfica. Hay seres que nos cala hondo su partida, porque estamos ausentes de lo humano. Porque hubo gente que nos enseñaron caminos con su arte. El arte, esa sentencia personal, de aquel que sabe esculpirla para los demás. Por dejarnos un legado.

Yo celebro en mis dentros haberlos convivido. Atesoro el privilegio de guardarlos en mi memoria. Agradecido estoy, por convivir el escenario, el set, una charla compartida en un cine club, o ser un amante espectador de su línea de vida en un cine.

Hoy acompaño en este viaje del recuerdo a esos mis queridos que nos dijeron adiós en este 2022 que fenece. Y los voy a nombrar como una flor de mi memoria que abono en el cuidado. Me duele en la partida el adiós apasionado de los teatros de un Mauricio Davison.

De mi siempre respetado, compañero de camerino, el querido actor Miguel Flores. El profesionalismo de Luis Cárdenas. El talento de entrega en Martha Aura. La presencia etérea de talento y belleza de mi madre de ficción, en el corto «Lagunas», mi querida Adriana Roel.

Veo la presencia, en rostro de pantalla de cine, en mi admirado Manuel Ojeda. Escucho la máquina de escribir en «Rojo Amanecer» y «Motivos de Luz», de mi querido escritor cinematográfico, Xavier Rojas. Veo la luz en pantalla cinematográfica, albergando en mi emoción, secuencias de vida en «Los Albañiles», esas que en «Caridad», despiden a Jorge Fons.

Escucho las grandes pláticas vividas con Héctor Bonilla en un «Padre no tan Padre». Esos días maravillosos en México y San Miguel Allende, con el gran Héctor. Veo la mágica luz escenográfica, ese paso del tiempo en suriana casa de Alabama, esos «Pequeños Zorros», hechos teatro por el maestro Alejandro Luna. Que regalo haber trabajado con él. Gracias Dios.

Y me sigo preguntando: ¿Por qué los lloramos? Porque a la ausencia creativa, señalante de luz auténtica, hay que nombrarla; cuando ellos se van, nos dejan un tanto, o mucho, huérfanos de emociones suscitadas. Porque hicieron un teatro de vida con nosotros, nos hicieron reír, conmovernos, lograron poner un espejo de existencia, supieron nombrar los aconteceres de esta vida.

Yo los lloró al cerrar casi este telón 2022. Con ustedes se me va un pedazo de vida. Cada uno me musitó momentos de existencia. Ustedes son, fueron, maestros de mi ser.

Un tiempo atrás me dijo adiós, mi gran maestro teatral José Luis Ibáñez, mi admirado cineasta Jaime Humberto Hermosillo, mi bella, querida actriz, Marthita Navarro. Y qué decir de Ludwik Margules y Raúl Zermeño. Mis prometeos que me dieron savia del conocimiento.

¿Por qué los lloramos? Porque fueron de a de veras, netos, amigos, porque compartieron, regaron generosos los dones que los dioses les brindaron.

Dejo en el renglón final el recuerdo a mi querido y admirado amigo, Alonso Echánove. Un vuelo de palomas nos contempla. Tú generoso corazón, canta el tic tac de la alegría de aquel tu «Juan», ese compuesto en cine en «Modelo Antiguo». ¡Gracias Alonso por tus momentos regalados!

Por eso los lloramos. Por ser amigos, maestros, por señalar en ejemplo, pedazos de vida en ser. Dios les de mucha paz. Yo los recuerdo acá, contento, y muy agradecido de haberlos conocido.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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