Federico Berrueto
Se ha normalizado el término politiquería a manera de descalificar los juegos propios del poder, la llamada grilla. Cierto es que todo mundo quisiera que los políticos actuaran por elevados ideales, valores y principios, pero dominan la inmediatez, las malas artes y el deseo de maximizar poder. Una brecha grande entre lo que se pretende y lo que es. Eso ocurrió con López Obrador que en el afán de ser diferente a los demás, acabó siendo peor.
Recientemente el hijo del expresidente ha estado en la polémica; prominente funcionario del partido en el poder y para muchos el favorito para suceder a la presidenta Sheinbaum. Es inevitable que en tales condiciones López Beltrán sea objeto de rigurosa y, en algunos casos, interesada observación. Es el enemigo por vencer y por sus elevadas posibilidades de ser candidato, sujeto de inevitable excesivo escrutinio. Al joven ya no tan joven se le mide con rigor de más y si él tuviera mayor sensibilidad lo utilizaría a su favor, como en su momento hiciera su padre en la construcción de su candidatura, manipulando símbolos que lo mostraban singular.
López Beltrán es diferente a su padre, como también Colosio Riojas de Colosio Murrieta. El problema no es la diferencia, sino la identidad. Luis Donaldo perdió al ser presidente municipal de Monterrey, quizá por sus limitaciones o porque su sentido de lealtad o nobleza, vaya usted a saber, le hizo someterse al cálculo perverso del gobernador Samuel García. El hecho es que Luis Donaldo no es el favorito para ganar la gubernatura en NL y sería un error mayor en él pretenderla. Él tiene más talento que le dispensan los regios, de hecho, se perfila para ser un fuerte candidato presidencial y no solo de MC.
López Beltrán tiene la piel muy delgada. Enfrenta una competencia que él mismo muestra no estar preparado. Su enojo es la medida de su capacidad y, desde luego, no reconocer errores propios. Su situación es diferente a la de su padre, quien además de un indisputado liderazgo, su ostensible austeridad le daba fuerza y credibilidad. López Beltrán se ha puesto no en el lugar del padre, sino en el de otros personajes muy cuestionables, como la gobernadora Rocío Nahle (la del gústeles o no) y el senador Gerardo Fernández Noroña, gastalones enojados con lo que es propio del periodismo.
Es posible que López Beltrán haya sido objeto de una mala jugada; se dice que la presidenta de Morena resolvió hacer la sesión del Consejo Nacional de Morena cuando estaba en vacaciones. Sin duda, debió suspender su viaje si fue el caso. Un viaje a Japón denota afluencia y es evidente que Andrés Manuel, como lo señala, debe tener recursos suficientes para eso y más. Justo el tema, no sólo que viaje al oriente cuando se reúne su partido para atender un tema relevante, sino que tiene dinero para sufragar un exceso al estándar del padre. En la opinión de muchos confirma un enriquecimiento inexplicable, o explicable por las malas razones, y que da validez a quienes le acusan de dedicarse al tráfico de influencia y enriquecerse a través de terceros; por cierto, uno de ellos le acompañaba en su periplo por Japón.
En fechas recientes López Beltrán ha tenido dos salidas públicas. Ambas desastrosas. La manera como pretendió deslindarse de sí mismo para meterse al canasto del padre lo hizo verse peor que mal, además no midió que para ser consecuente con lo señalado el aludido debería estar recorriendo los municipios pobres como hizo su padre, sin tarjeta de crédito y con 200 pesos en la bolsa y no en un seccional de Tokio domiciliado en la tienda Prada. Exige se le reconozca heredero del nombre, pero no de las formas, al menos que para él sea la agresión verbal a los medios la referencia, práctica a la que era tan propenso su padre.
No pocos en la observación de los asuntos públicos, incluso algunos próximos a la presidenta Sheinbaum consideran que es en su beneficio las dificultades que encaran los próximos de López Obrador. No entienden que la responsabilidad de Claudia Sheinbaum es otra, mantener la cohesión de un proyecto en el que converge de todo. La depuración, así sea por elevadas consideraciones de ética, va a contrapelo de lo comprometido y que le da fortaleza al conjunto. No hay poder que no sea la exigencia del vecino del norte lo que pueda llevar al ajuste y eso representaría un problema mayor: que desde el exterior y por el peor gobierno en la historia de EU se pretendiera poner orden en casa.