martes 26, agosto, 2025

Pernicioso escepticismo

Federico Berrueto

Hay condiciones para que la deriva autoritaria llegue al poder. En México y en muchas otras naciones como EU tuvo que ver el descontento social y un personaje que pudiera capitalizarlo. No fue un movimiento en el sentido de un proceso social hacia un objetivo compartido, ni siquiera claridad sobre qué se rechazaba, sino un proyecto en torno a una persona que simbolizó ese descontento con lo que cada uno a su buen entender repudiaba.

López Obrador y Trump a pesar de sus diferencias son expresión de un mismo proceso. En un país rico y poderoso la insatisfacción se cultiva por la insuficiencia de lo que con exceso se tiene; en uno pobre, desigual y con instituciones frágiles el encono es más profundo y la indignación se extiende por todo el cuerpo nacional. El proyecto requiere sus enemigos, siempre los del pasado, los malos gobernantes, los migrantes, complacientes y corruptos. En ambos el rechazo al orden existente es combustible para su proyecto y, consecuentemente, son abierta y eficazmente destructivos de las reglas, valores e instituciones. La insuficiencia del sistema se exagera, los enemigos se inventan o se engrandecen, recursos necesarios para derribar al régimen previo sin resistencias. No se puede hablar de una revolución pacífica porque en el camino va la vida de millones de personas, como en México por la mala política de salud y seguridad. En EU el recorte presupuestal significa muerte dentro y fuera de su territorio. Ambos alientan la militarización.

La diferencia de lo que ocurrió en México, presente en EU, tiene mucho que ver con la fortaleza y la profundidad de su democracia; en parte histórica, como el anhelo en nuestro país por un salvador y en el vecino el rechazo generalizado a un presidente que se transformara en rey. En un caso la obsesión compartida por concentrar poder en un caudillo; en el otro, regularlo para que la amenaza del exterior no revirtiera el logro de poder desconcentrado obtenido.

Las condiciones de reproducción de la pulsión autocrática son diferentes. No sólo razones históricas explican la fácil destrucción del frágil edificio de la República democrática; no se desarrolló ciudadanía y las élites no fueron consecuentes con el nuevo régimen liberal democrático. Desde el gobierno, con el PRI y el PAN se dejó pasar la siguiente etapa de la transformación política del país, que apuntaba a empoderar al ciudadano, mejorar la representación con un mayor equilibrio entre pluralidad y asientos legislativos, así como eliminar la partidocracia y la suplantación de los partidos por dirigencias corruptas y excluyentes. La distancia entre política y sociedad se volvió creciente, generando un profundo sentimiento de agravio por la corrupción y la incapacidad del estado para garantizar seguridad.

En EU la resistencia a Trump es relevante y muy probablemente verá reducido su poder en la próxima contienda democrática. Allá, la mayoría rechaza a Trump presidente, acá en su momento López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum registran elevadas tasas de aceptación, que resulta de la ausencia de escrutinio social y un inexistente debate público sobre temas fundamentales por la debilidad de la libertad de expresión, rehén, más que todo, de la autocensura. El poder regaña, insulta e intimida, pero son los dueños o los directivos de los medios quienes silencian las voces independientes, ya no se diga las críticas o contestatarias. La autocensura se engalana como el factor más poderoso para el consenso del régimen autoritario.

Lo peor que puede acontecer es cultivar el sentimiento de derrota, el escepticismo sobre el poder del voto para modificar el curso de la historia. La abstención constituye la forma más perversa de avalar al sistema. Por eso el escepticismo no debe significar claudicación. Nada impide, a pesar de la mediocre oposición y muy probable así suceda -como en 2021-, que la sociedad se sorprenda así misma en su capacidad de resistir y rechazar al mal gobierno y su deriva totalitaria.

Regalo rechazado: hizo bien la presidenta Sheinbaum en rechazar en un evento de mujeres artesanas en Guerrero, el presente del exgobernador Ángel Aguirre. Empero, la expresión de la mandataria recogida por Quadratín Guerrero no fue la correcta, hace creer que los regalos son aceptados dependiendo del remitente, cuando el regalo debe ser rechazado si viene del gobernado. “No recibo regalo de ellos”, ¿de quién sí? señora presidenta, ¿de los Yunes?, ¿de aquellos que han abonado el camino del desmantelamiento del régimen democrático y que con singular alegría transitaron de la oposición a una curul del régimen o a una representación diplomática?

Compartir en: