Víctor Bórquez Núñez
Noche de premios, con Christopher Nolan alcanzando por fin el máximo galardón y un puñado de actores siendo coronados como los mejores, un Martin Scorsese octogenario quedándose sin una estatuilla y un Robert Downey Jr. siendo reivindicado después de una época oscura. Todo el empeño de una industria que se resumió en una ceremonia acotada -una de las más breves de los últimos años- donde el mejor instante lo protagonizó un Ryan Gosling cantando y bailando su tema de Barbie, demostrando su versatilidad absoluta y el tema político no estuvo exento, con protestas fuera del Teatro Dolby donde se celebró el Oscar por los sucesos de la franja de Gaza y chistes algo fuera de lugar del maestro de ceremonia. Yen fin la guinda de la hermosa torta la puso un maduro Al Pacino con su muy poco emocionante lectura del ganador de la jornada… La noche del Oscar fue de Oppenheimer, la biografía del padre de la bomba atómica que se alzó con siete estatuillas, entre ellas la de mejor película, dirección y los dos premios masculinos de actuación.
En fin, conviene recordar que la noche de los Oscar es un premio que se entrega desde el corazón misma de la industria y que, salvo honrosas excepciones, no suele ir de la mano con el juicio crítico. Es una noche de glamour y discursos políticamente correctos que van de la mano con los tiempos. Si en 2018 y 2019 era el Me Too, ahora fue el momento de recordar las atrocidades de la guerra de Ucrania que se vio plasmado en el premio entregado al documental 20 días en Mariópoli.
La otra favorita, Pobres Criaturas, sumó cuatro premios, entre ellos el segundo Oscar como mejor actriz para Emma Stone, quien antes lo obtuvo con La La land,
La noche del domingo 10 fue para Hollywood, el instante en que la industria recuperó su esencia: premiarse a sí mismo (recordando que el año recién pasado se lo había entregado a China y antes a Corea) y de este modo homenajear a sus glorias. De allí el detalle que el mismísimo Steven Spielberg saliera a entregar el galardón de mejor director, en un guiño de la Academia: tanto él como el galardonado Nolan, debieron esperar dos décadas completas para ser tomados en serio y llamados a formar parte del exclusivo Olimpo.
El favorito de la noche, Oppenheimer se llevó de este modo siete premios, incluyendo mejor director, mejor película, mejor actor protagónico y de reparto, mejor fotografía y música original, convirtiéndose en la más premiada de la noche.
El tema social y política no podían estar ausente: el comediante Jimmy Kimmel, que por cuarto año conduce el programa, hizo alarde de humor estilo estadounidense con referencias a la huelga de guionistas y actores que tuvo parada a la industria durante meses y se mofó de Trump, pero eludió el tema de Gaza, lo que sí fue tratado por el premiado director Jonathan Glazer, quien se adjudicó el premio a Mejor Película Internacional y mejor sonido con la brillante La Zona de Interés.
El caso de Robert Downey Jr. fue el perdón de la Academia al protagonista de Iron Man de Marvel quien, por años, parecía condenado a una vida a la deriva entre el alcohol y las drogas. Su Oscar por interpretar a Lewis Strauss, el representante de la Comisión de Energía Atómica, antagonista en Oppenheimer y el caso de Nolan es el reconocimiento de un director tan estricto y meticuloso como antaño lo fue Stanley Kubrick, con quien se le compara.
El show cómico lo dio Emma Stone quien, al subir a recibir su segundo Oscar como mejor actriz en Pobres Criaturas, lucía un vestido descosido en su espalda, lo que ella asumió como parte de un discurso tan hilarante como inconexo.
Datos anexos: dos grandes, el genio japonés de la animación Hayao Miyazaki y el director Wes Anderson, no viajaron a Los Ángeles, a recibir sus estatuillas. El director nipón ganó su tercer Oscar por El chico y la garza, una película con una producción que se prolongó siete años. El caso de Anderson fue original: era su primer Oscar, pero no fue a la ceremonia.
Y para el cierre, muchos consideran que la noche del domingo 10 fue el fin del boom de Barbie, filme no desechable, pero cada vez más en descenso en la taquilla. Solo su canción se llevó el dorado gladiador. Y nada más.