ROMÁNTICO REGRESO DEL DIRECTOR FERZAN ÖSPETEK
Víctor Bórquez Núñez
Desde el inicio, Nuevo Olimpo (Nuovo Olimpo, 2023) refiere, recuerda y establece su apego al mundo del cine, de la creación y, sobre todo, de la nostalgia que el cine provoca y el modo en que, a través de ese cine, pueden desarrollarse historias poderosas. Por eso sobrevuela en el filme el recuerdo del maestro Federico Fellini y el espíritu del Bernardo Bertolucci de Los Soñadores, especialmente en una secuencia clave. Y de alguna manera también evoca esa particular melancolía que tiene el cine de Ettore Scola, sobre todo el de Nos habíamos amado tanto.
Todo lo anterior es el punto esencial para el cinéfilo, porque Nuevo Olimpo es más que una película dramática de corte romántico que gira en torno a una intensa historia de amor entre dos hombres, que abarca varias décadas. Es también un filme intenso cuando se nos habla de los efectos del paso del tiempo y del modo en que atesoramos aquello que pudo ser (y no fue).
Partimos en Roma, Italia, a finales de la convulsionada década de 1970. En ese contexto y específicamente en un cine de barrio -el Nuevo Olimpo- se encuentran por primera vez Enea y Pietro. Lo que se insinúa como un típico intercambio sexual en un baño, se transforma en una apasionada relación entre dos chicos universitarios: uno estudia medicina y el otro dirección de cine, en una clara alusión a la faceta autobiográfica de la película, ya que claramente el personaje de Enea está inspirado en la propia vida del director Ferzan Özpetek, realizador de origen turco nacionalizado italiano, abiertamente gay y dueño de una más que interesante filmografía, donde el tema predominante es la homosexualidad y el peso del pasado en el comportamiento de los seres humanos.
De este modo, Pietro y Enea se suman a su galería de personajes gay que han poblado películas tan maduras como Hamam: El baño turco; El hada ignorante; La ventana de enfrente; Corazón sagrado; No basta una vida; Tengo algo que decirles y La diosa fortuna. Una cantidad importante de películas y de abierta declaración acerca de lo que el realizador Özpetek considera como su universo estético y temático.
CHICO AMA A CHICO
Lo mejor del filme es que supera con creces la película gay tradicional y alcanza momentos notables en su acercamiento al tema del paso del tiempo y del valor de los recuerdos, graficada de manera brillante en el reencuentro de un Enea maduro con Titi, la antigua vendedora de entradas del cine Nuevo Olimpo. Ese momento, lo que se dice y lo que se evoca tiene un peso fundamental en la historia que se cuenta y en lo que está por llegar.
Así, Pietro está en busca de su identidad sexual cuando ve por primera vez en una sala de cine a Enea, un chico que está asumido y disfruta de su sexualidad. Lo que ellos creen será el encuentro casual de casi todos los días se transformará en una apasionante historia de amor, que recorre varios años y determinará el curso de sus existencias.
Siempre girando en torno a la sala del cine, es la mejor excusa para que Özpetek muestre fragmentos de películas clave del cine italiano y comente a través de esta pareja el valor que tienen esas imágenes, en una suerte de guiño a Cinema Paradiso de Giussepe Tornatore, pero en clave gay.
La relación pasional en la que ambos se enamoran perdidamente está matizada con el exterior del cine, donde los acontecimientos se suceden de manera vertiginosa, en una Italia que está en plena convulsión política. Y justamente en ese contexto revolucionario que los atrapa ocurre un hecho inesperado que obliga que esta pareja se separe, haciendo que sus existencias deriven en derroteros que ellos no pidieron.
Y así, durante los siguientes treinta años ambos persiguen la esperanza de volver a encontrarse, y revivir las emociones de un pasado lejano en que, amparados por las sombras del cine Nuevo Olimpo, ellos se conocieron y se amaron.
Pero a partir de esta nostalgia y quiebre, el director Özpetek se las ingenia para -de manera notable- recordarnos cada cierto tiempo lo que estableció en sus imágenes iniciales: estamos viendo una película, es una construcción, un mundo ficticio que se despliega delante de nuestros ojos gracias a la sensibilidad de un realizador. Y esa idea de la construcción fílmica y distanciamiento emocional que ha sido constante en el filme, se subraya en el (casi) enigmático final que debe ser revisionado para entender en su total alcance.
El director Özpetek nació en Estambul en 1959, mudándose a Italia en 1977 para estudiar en la Universidad de La Sapienza en Roma y posteriormente estudió cursos de dirección en la Academia de Arte Dramático Silvio d`Amico en Roma, donde trabajó como asistente de dirección con importantes directores italianos, debutando como director en 1997 con Hamam: el baño turco, filme por el cual recibió numerosos galardones y el apoyo crítico.
Con su película debut el realizador dejó clara su posición autoral: abiertamente gay, le interesa tanto el tema de la sexualidad como el peso del tiempo, los recuerdos y la manera en que el destino une y separa a los personajes de sus películas.
La película recién se estrenó en la plataforma de Netflix y constituye uno de los puntos altos de la cartelera de este año que empieza a despedirse.