La familia no se elige, se sufre
Un melodrama suizo, algo predecible, cierto, pero de todos modos cautivador sobre una familia y la pugna entre hermanos, con muchísimas dimensiones para apreciar. De eso se trata la miniserie de Netflix, NUEVAS ALTURAS, que tiene claras sus limitaciones y sus hallazgos. Adictiva si el espectador disfruta con líos familiares y comportamientos cruzados por la frustración, los deseos y la necesidad de afecto
Víctor Bórquez Núñez
La mezcla entre conflictos familiares, el mundo corporativo y el tema del capitalismo que conspira contra los emprendedores, teniendo como telón de fondo el campo suizo y protagónicos a los granjeros que tratan de subsistir en un panorama dominado por las demandas, las ofertas y los trucos de los empresarios y consultores financiero, chocando contra los intereses locales y el choque entre la mentalidad rural versus los llegados de la cercana Zúrich.
La miniserie consta de ocho capítulos en su temporada debut, cada uno promediando los 45 minutos, tiene un resultado claramente prometedor: un muy bien elaborado melodrama familiar, donde está presente el tema de la herencia familiar y el destino de Neumatt, el nombre de la granja (y título original de la serie) que ha quedado a la deriva cuando el padre se ahorca en el granero, dejando a su mujer y sus tres hijos con la decisión de seguir o no adelante con el trabajo familiar que, además, se convierte en el lugar más cotizado para quienes desean comprar la granja por su estratégica ubicación.
Lo mejor de la miniserie son el dibujo de los personajes. Los Wys son una familia compleja, encabezada por Michi (excelente Julian Koechlin), lleva una promisoria carrera como consultor en Zúrich; su hermana Sarah (Sophie Hutter) maneja a duras penas un gimnasio en el pueblo cercano a la granja y el hermano menor, Lorenz (Jérome Humm), que tiene un claro problema de comportamiento es el único que trata de mantener la tradición de la familia, intentando acabar sus estudios en una escuela de agricultura y siendo víctima de hostigamiento por parte de los otros alumnos.
El detonante del retorno de Michi y Sara a la granja es el suicidio del padre (que sucede a los cinco minutos de iniciada la miniserie). Cada uno, incluyendo a la abuela paterna quien está al borde de la senilidad, deberán tratar de definir el futuro no solo de Neumatt, sino también el de sus vidas tan complejas como se espera.
De esta manera, los conflictos estallan a partir de ese hecho terrible: cada uno se va alejando o acercando a la granja, establecen alianzas entre ellos y van revelando sus frustraciones: Michi es homosexual pero lo oculta a su familia; Sara está en la bancarrota y mantiene un secreto que alude a su hija y Lorenz se ve constantemente impedido de ser tomado en serio por los cambios de su conducta. La madre, en tanto, oculta el suicidio, trata de proseguir un idilio con un vecino y la abuela oscila entre la decrepitud y la sabiduría de quien ha vivido por muchos años en un lugar que ayudaron a construir y que hoy está al borde de su desaparición.
Como suele suceder en las series de familias (recuérdese al azar Dinastía) en cada capítulo los sucesos se agolpan y dan origen a conocer antiguos secretos familiares y decisiones que van enturbiando la dinámica de cada uno de los miembros de esta familia.
El otro tema detonante es que la consultora en la que labora Michi está tratando por todos los medios de evitar la quiebra de una gigantesca empresa lechera suiza, poniendo al personaje en el ojo del huracán, ya que la organización hará lo que sea posible para salvarse, aunque ello implique aplastar a los productores locales.
Esta arista permite que Nuevas Alturas navegue entre el drama familiar, las relaciones de los personajes -Michi mantiene una relación oculta con un colega y redescubre a un antiguo amor en el pueblo; Sara trata de mantener la difícil relación con su hija y no escatima ninguna mala acción con tal de frustrar el proyecto de su hermano para mantener la granja- y los enredos corporativos que involucran cuestiones éticas y de apego a la cultura rural.
Nuevas Alturas parte con las características propias de un thriller, con un suicidio que no vemos, pero sí logramos entender en la plenitud de su drama, presenta a los personajes de manera muy completa, haciendo que en sus contradictorias acciones los veamos como seres humanos, complejos, imperfectos y hasta inescrupulosos, pero siempre creíbles.
Las situaciones se van tornando extremas, complicadas y hasta asfixiantes, pero cada uno de ellos logra sortearlas porque el guion de la miniserie está bien armado, no juega con efectismos innecesarios y si bien algunas situaciones quedan menos desarrolladas que otras, en su conjunto, opera como un reloj (suizo, claro está).
De todos está claro que el gran protagonista es Michi, un tipo que hace rato abandonó a su familia, se fue a la ciudad, se convirtió en un ascendente consultor y quien vive su homosexualidad fuera del ámbito familiar, tratando de escapar de la cocaína, de su ambición y su carácter cambiante y a ratos hasta agresivo. Toda su normalidad choca con el tema del suicidio del padre, viéndose obligado a combinar su trabajo corporativo con el retorno a regañadientes a la granja familiar.
Esta es una serie que mantiene a los espectadores clavados en el asiento los 45 acotados minutos que dura en promedio cada capítulo, con giros bruscos en su armado dramático y un estupendo trabajo fotográfico que oscila entre las luces frías y las formas rectas de la ciudad con las tonalidades claras y cálidas del campo, en un juego evidente que pone el acento entre los valores familiares y la herencia versus el desarrollo y despego que provoca la ciudad, tema más que discutible pero que acá constituye un elemento indispensable en el conjunto de la obra.
Nuevas Alturas es, por lo tanto, una serie corta, ambiciosa y bien diseñada, con temas que se amplían y que generan tensión dramática en cada uno de los ocho capítulos, altamente recomendable y que de seguro tendrá una segunda temporada, ojalá con la misma pericia para tratar temas y delinear a sus personajes a los que a fuerza de golpes, logramos querer y entender en su convulsionada naturaleza.