Una Guerra Absurda
Jesús Vázquez Trujillo
Desde 1827, el gobierno francés le venía haciendo una serie de reclamaciones al gobierno mexicano por los daños y perjuicios sufridos por los ciudadanos franceses residentes en nuestro país, producto las diversas luchas intestinas entre los federalistas y centralistas, desatadas desde la caída del imperio de Agustín de Iturbide en 1822.
Sin embargo, el gobierno mexicano desestimó las reclamaciones francesas, las cuales por cierto rayaban en lo ridículo y en lo exagerado.
La gota que derramó el vaso, fue que, a principios del mes de enero de 1838, un grupo de soldados centralistas ebrios, que según se dice pertenecían a las tropas del general Antonio López de Santa Anna (Quien en ese momento estaba autoexiliado en su Hacienda de Manga de Clavo, en Xalapa, Veracruz.
Rumiando su vergonzante derrota en Texas). Entraron a una repostería francesa avecindada en Tacubaya y se comieron todos los pasteles y postres que había en su interior, sin pagar lo consumido, además de destruir el local.
El propietario del lugar, un repostero conocido como Monsieur Remontell, exigió que se le pagaran los daños que su negocio había sufrido, así como todos los pasteles que la ebria soldadesca se había comido.
Pero el gobierno central de Anastasio Bustamante, ignoró la petición del infeliz pastelero, quien ante la negativa del gobierno mexicano llevó su queja ante el consulado francés en México, que utilizó la reclamación hecha por Monsieur Remontell como pretexto para exigir el pago y satisfacción de las demás reclamaciones francesas.
El Barón Deffaudis, embajador de Francia en México, conminó al gobierno mexicano a pagar la estratosférica cantidad de $ 60, 0000. Además de otorgarle a Francia el trato de nación privilegiada en materia comercial, eximiéndola del cobro de aranceles. Amagando en caso contrario con una intervención armada.
Por supuesto, el presidente Bustamante se negó rotundamente a acceder al absurdo pliego petitorio del cónsul francés.
Por lo que con la venia del rey Luis Felipe de Orleáns, (Abuelo materno de la emperatriz Carlota), el 18 de abril de 1838, la escuadra naval francesa al mando del almirante Charles Baudin, arribó al puerto de Veracruz, cabe destacar que con él venía el hijo del rey Luis Felipe, el príncipe Fernando de Joinville, quien formaba parte de la expedición francesa a México, con la intención de que el joven se fogueara en las artes militares.
Así, el 27 de noviembre de 1838, las tropas del almirante Baudin comenzaron a bombardear el Castillo de San Juan de Ulúa.
El estruendo de los cañonazos llegaba hasta “Manga de Clavo”, Por lo que el general Santa Anna, habido de recuperar su prestigio militar ensilló su caballo y presuroso cabalgó hacía el lugar de los hechos.
Al llegar, inmediatamente se puso a las órdenes del general Sebastián Camacho, gobernador de Veracruz, para ir a combatir a los franceses.
Los franceses habían realizado un bloqueo comercial al Puerto de Veracruz, para obligar con ello a su rendición incondicional.
El general Santa Anna, armó rápidamente un ejército para ir a combatir al ejército galo, sin embargo, el almirante Baudin ordenó disparar un cañón de ocho metros para detener el avance del ejército mexicano.
El disparo del cañón fue fatal para el general Santa Anna, pues ese cañonazo le destrozó la pantorrilla izquierda, misma que hubo de serle amputada para salvarle la vida.
Parecía que la guerra no iba a terminar nunca, sin embargo Inglaterra, principal socio comercial de México, ya estaba harto del bloqueo francés al puerto de Veracruz, pues lesionaba sus intereses.
Por ello se comisionó al almirante Richard Pakenham, el encargo de mediar entre el gobierno francés y mexicano, para llegar a un satisfactorio arreglo de las reclamaciones económicas, con lo cual se garantizaría la pronta y absoluta desocupación del puerto de Veracruz, por parte de las tropas francesas.
Sin embargo, la condición del gobierno francés seguía siendo la misma, el pago de $ 60, 000 por concepto de daños y perjuicios a los ciudadanos franceses residentes en la República Mexicana.
Así que el presidente Anastasio Bustamante, accedió a pagar esa exagerada cantidad de dinero, con lo cual México queda libre de toda reclamación que el gobierno francés pudiera hacerle.
Finalmente, después de casi un año de guerra, las tropas francesas desocuparon el puerto de Veracruz, el 9 de marzo de 1839.
Por ello, debido al ridículo motivo por el que inició ésta absurda guerra, el pueblo mexicano la bautizó con el nombre de “La Guerra de los Pasteles”.
Bombardeo de la escuadra francesa al puerto de Veracruz, 27 de noviembre de 1838.