Jesús Vázquez Trujillo
La fallida mancomunidad hispanoamericana

En 1783, el rey Carlos III, designó a Pedro Pablo Abarca, como embajador de España en Francia, lugar donde tuvo la oportunidad de entrevistarse con los intelectuales ilustrados, Montesquieu, Rousseau y Voltaire, quienes le advirtieron al diplomático español, que los nacientes Estados Unidos de América, representaban un serio peligro para las posesiones españolas y francesas en el continente americano.
Por lo que al regresar a Madrid, el “Conde de Aranda”, le informó a Carlos III sobre la voracidad de la Unión Americana sobre las colonias hispanoamericanas, por lo cual, le sugirió al monarca que le concediera su independencia a los virreinatos hispanoamericanos.
«Debe Su Majestad deshacerse de todas sus posesiones en el continente americano, y no conservar más que las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional, y alguna otra que pueda convenir en la parte meridional a fin de que nos sirva como de escala o depósito para el comercio español. Para llevar a cabo este gran pensamiento de una manera digna de España, es preciso establecer tres infantes en América: uno como Rey de México; otro como Rey del Perú, y el tercero como Rey de Costa Firme, tomando vuestra Majestad el título de Emperador de las Indias.»
Convirtiéndolos en reinos independientes, sobre los que España mantendría su influencia política y económica.
Los reinos serían
a) Reino de México
b) Reino de Tierra Firme
c) Reino del Perú
Mientras que España, solamente conservaría las Islas de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, como bases militares estratégicas.
Sin embargo, el rey Carlos III, rechazó la propuesta del “Conde de Aranda”, arguyendo que España era la “Madre de América”.
Y que por esa razón. Los virreinatos hispanoamericanos, debían continuar y permanecer bajo la tutela y dominio absoluto de España.
Debido a esta propuesta, el rey Carlos III destituyó al “Conde Aranda”, como su Primer Ministro en octubre de 1792.
