Momentos de tensión y hasta riesgo de ruptura entre Estados Unidos y México a lo largo de estos 200 años fue cuando ambos enfrentan sus propias guerras civiles, la guerra de 1847 en la que México perdió la mitad de su territorio y en el siglo anterior la expropiación petrolera de 1938.
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México y Estados Unidos forman un matrimonio desde hace 200 años que difícilmente se romperá, pero que año con año debe renovarse y que en esta ocasión amerita la celebración, consideró Erika Pani, investigadora del Centro de Estudios Históricos del Colegio de México.
En entrevista con Excélsior, reconoció, sin embargo, que el festejo de este lunes 12 de diciembre debe ser en un sentido crítico, a partir del cual se refuerce el trabajo en los ámbitos que preocupan de los dos lados de la frontera y se mantenga el ritmo en los temas en los que existe coincidencia.
“Somos vecinos, si nuestro matrimonio es un matrimonio mal convenido no hay manera de separarnos, es una relación de enorme complejidad que ha tenido una serie de momentos históricos que han llevado de un enfrentamiento abierto a mediados del siglo XIX en el que Estados Unidos derrota a México y se lleva la mitad del territorio, a otros desafíos”, expresó.
“Estamos casados y no nos podemos divorciar, la relación se va a ir construyendo y va a seguir así. Ambos países están conscientes y cuando digo los dos países me refiero a la diplomacia que está consciente de la importancia para ambos y eso va a limar asperezas a la hora de sentarse a la mesa para discutir temas que dividen”.
La creciente integración económica ha sido una de los grandes activos de la relación bilateral en estos dos siglos, que se demuestra con la construcción de mecanismos como el TLCAN, ahora el TMEC, que pusieron de relevancia fuera de la política inmediata, de las urgencias y de solo los contactos Ciudad de México y Washington, el alto nivel de colaboración en sectores como el empresarial, cadenas productivas, la academia, la frontera y sus respectivas sociedades, apuntó la doctora Pani.
“Es un cambio de visión importante (el TLCAN), pero yo diría que se inscribe más en la continuidad que Estados Unidos es el centro de ese arreglo económico y lo que sí hace es institucionalizar la relación y proveerla de ciertos espacios para la solución de disputas. Yo creo que eso es novedoso e interesante.
“Yo creo que tiene que celebrarse la relación, es una de las fronteras modernas más estables del mundo, más cruzadas, que reúne a dos sociedades profundamente desiguales y que, sin embargo, se ha sabido manejar de manera inteligente y productiva”, subrayó.
INTEGRACIÓN EN AMÉRICA
Empero, la integración económica de Estados Unidos y México junto a Canadá no vislumbra en un futuro inmediato que ésta pueda sumar a otras naciones en América Latina como ha sido propuesta por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Algo similar a la Unión Europea.
“Los costos políticos de sacrificar ciertas cosas para construir en común un mercado de todo, un mercado sobre todo de gente, economía, lo veo muy difícil. Creo que desafortunadamente no tenemos la visión optimista de cómo se vería eso y, por otro lado, el peligro que nos acecha de que podemos volver a caer en una relación tan problemática que termine en una guerra, que es un poco lo que echó para adelante a los europeos en su momento
“La apuesta a algo supranacional tiene mucha lógica, pero exige una serie de consensos y una serie de disposiciones para que los países estén dispuestos a sacrificar una serie de cosas que no veo, desafortunadamente”.
HISTORIA
Momentos de tensión y hasta riesgo de ruptura entre Estados Unidos y México a lo largo de estos 200 años fue cuando ambos enfrentan sus propias guerras civiles, la guerra de 1847 en la que México perdió la mitad de su territorio y en el siglo anterior la expropiación petrolera de 1938, con afectaciones a intereses norteamericanos.
En cuanto a alianzas, reconoce la académica, el respaldo en la primera y segunda guerra mundial, así como durante la intervención francesa a nuestro país.
“Dentro de todo, la coincidencia de visión que tienen Franklin D. Roosevelt y Lázaro Cárdenas de que el Estado tiene que hacer cosas para prevenir crisis como la de 1929 y para asegurar cierto bienestar entre los ciudadanos estadounidenses y mexicanos.
“Sobre todo, en un momento en que se asoman las negras nubes de la segunda guerra mundial, es mucho más importante mantener una buena vecindad con el vecino inmediato que responder a aquellos intereses estadounidenses que se sienten agredidos por la política del estado revolucionario mexicano”.
LA MIGRACIÓN
En materia de migración, aunque es un tema que existe desde la segunda guerra mundial con el programa Bracero en 1942, Estados Unidos y México no han logrado ponerse de acuerdo en una verdadera estrategia conjunta que alivie la necesidad de miles de familias de ir a trabajar a Estados Unidos y logre compensar la necesidad de mano de obra en aquella nación.
Donald Trump, advierte la historiadora del COLMEX vino a poner en vilo la relación a partir de este fenómeno creciente de la migración de mexicano y en general de centro y sudamericanos.
“Yo creo que fue una pesadilla para el mundo (la presidencia de Trump). Una política exterior motivada por el hígado, por la revancha, por el que ‘es que se ríen de nosotros’, además con una visión no realista de lo que Estados Unidos desempeñaba en el plano internacional. Para México, el hecho de que decidiera que su bandera electoral iba a ser asegurar la frontera y deshacerse de los migrantes y la atracción política que eso tuvo”.
En este sentido, Erika Pani observa un mensaje peligroso en ambos lados de la frontera con discursos políticos, que no ayudan a lograr acuerdos en beneficio de las poblaciones. Por un lado, el odio a los migrantes y por el otro la bandera de la soberanía energética
“Este es un momento que nos muestra lo complicado y corrosivo que puede ser utilizar temas de la política exterior para movilizar la política doméstica. Este cliché de que la mejor política exterior es la interior, pero lo que vemos aquí en el caso de los republicanos el discurso del temor a los inmigrantes, desde una realidad que no existe, de que son peligrosos, realmente la población migrante tiene unas tasas de criminalidad más baja, pagan impuestos y trabajan.
“Y creo que está pasando algo-no similar- en la misma lógica política de sacar la bandera de la soberanía, la soberanía energética, una discusión un poco ciega a costos y beneficios a mediano y largo plazo”, sostuvo.
(Con información de Excélsior)