VENEZUELA…
Sandra Sierra Limones
Tengo años siguiendo el fenómeno migratorio en la Laguna y apoyando cuando puedo, como puedo y donde puedo.
He podido notar los cambios significativos. Antes migraban centroamericanos y mexicanos de forma casi exclusiva… pero ya no.
De unos dos años para acá, la migración es de familias enteras, y vienen de Venezuela.
En el invierno pasado conocí a Dosmaris, 27 años y tres hijos, el más pequeño era un bebé. Todos de Venezuela, todos con el frio que les calaba hasta los huesos, pidiendo ropa abrigadora y buscando estar cerca del tren para seguir su camino. “En la Venezuela de Maduro ya no se puede vivir”… me dice.
Conocí a José y a Carmen, que venían caminando desde Venezuela con su hijo con una discapacidad motora. Me dijeron: “es que en Venezuela nunca lo van a atender, y necesita buenos médicos y medicinas y rehabilitación, por eso estamos haciendo ese esfuerzo”.
Conocí este año a Samantha: tiene 25 años y es enfermera. Quiso ayudar a atender a sus compatriotas que venía enfermos. Samantha es muy bonita. No quiero pensar a lo que se enfrentó en este viaje, con sus compatriotas, el Darien, migración, las policías locales mexicanas… Cuando le pregunté qué tan difícil había sido, solo se me quedó viendo con sus ojos grandotes mientras empezaba a derramar lágrimas.
Conocí a Don Daniel. Yo creo que el migrante más alto que me ha tocado conocer. Mide más de dos metros y pedía atención médica. La doctora dice que trae una infección en los riñones como varios de sus compañeros y le pregunta porque todos están enfermos de lo mismo. Don Daniel responde: “es que en Venezuela comemos mucho lácteo: queso, leche, crema… o comíamos, antes de Maduro… ahora comemos a veces…”
Los venezolanos no dejan a nadie, migran todos, pareciera que el mantra es “o comemos todos o no come nadie” viajan familias enteras, señoras de la tercera edad, bebes de meses, hasta perros que han cruzado miles de kilómetros, porque el sueño americano les tiene que tocar a todos.
Hoy pensé mucho en ellos, en tantos que lo único que he podido es decirles: “que Dios te acompañe”. Hoy fueron las elecciones en Venezuela, y pensé que en algún momento Maduro podía entender que la realidad lo rebasó. Pero no fue así, Maduro no se va a ir hasta que no quede piedra sobre piedra. Venezuela merece otra suerte.